Sexo por dinero

El Correo, CRISTINA ORTIZ, 31-01-2010

Mucho se ha hablado sobre la conveniencia o no de legalizar la prostitución y sobre la necesidad de ejercer un mayor control en un sector poco transparente en el que a veces las mujeres se ven inmersas por obligación o por deudas contraídas y no sólo por voluntad propia. Esa es una situación sobre la que quiere arrojar luz la presidencia española de la Unión Europea, que ha fijado como una de sus prioridades en materia de Igualdad el impulsar el desarrollo del Plan de Trata, aprobado el 12 de diciembre de 2008.

Mientras se busca la fórmula para reforzar la información y la asistencia social a mujeres – normalmente con escasos recursos económicos – inmersas en el mundo del ‘sexo de pago’, poco o nada ha cambiado en los últimos años la fotografía del sector en una ciudad como Miranda y en la provincia de Burgos. La radiografía es prácticamente igual a la presentada hace casi 4 años por Betania, una entidad de carácter religioso que desde 1996 apoya la reinserción social y laboral de un colectivo que integran únicamente inmigrantes, fundamentalmente de Brasil y Rumanía. Chicas en su mayoría de entre «25 y 30 años de edad, solteras o con parejas poco estables y con una media de 1 ó 2 hijos». Sólo el 3% son mayores de 45 y casi residual es el número de transexuales y hombres.

Ese es el perfil que presentan las 135 mujeres con las que el colectivo vinculado a Cáritas ha trabajado a lo largo del pasado año en toda la provincia, 9 más que en 2005. Entonces el número de las que recurrieron a alguno de sus servicios fue de 126. Mucho más homogéneo es el colectivo de clientes: todos son hombres, aunque los hay «de todas las edades, nacionalidades y niveles sociales».

Quizá porque es una actividad muy aceptada socialmente. Se sabe que existe y a nadie le importa, aunque «habría que ver cómo están las mujeres. La situación es peor que hace unos años». Pero se anuncia y se publicita como una oferta de relax y sólo entre Burgos y Miranda hay «más de media docena de clubes. La N – 1 es una carretera muy potente en ese sentido», apuntaron responsables del colectivo de apoyo.

Y eso que el sector, al igual que el resto, también se está viendo afectado por la crisis económica. Hasta el punto que toda la actividad se concentra en la primera quincena de cada mes. Del día 1 al 10 hay más mujeres en los clubes y más hombres que van a consumir prostitución, del 1 al 15 bastante menos y de ahí hasta finales, nada».

Una situación que también ha conllevado una reestructuración del negocio. De hecho, muchas son las chicas que ya no acuden a diario a las instalaciones en las que desarrollan su actividad. Eligen las jornadas en que creen tener la seguridad de que llegarán clientes. De lo contrario en lugar de ganar dinero lo que hacen es aumentar la deuda, porque no gana los suficiente para pagar el alquiler de la habitación.

«Los días de más alterne son jueves, viernes y sábado. El resto apenas hay actividad, por tanto si las mujeres también están esas jornadas tienen que abonar una tarifa en ese hostal. Tienen que pagar hayan hecho o no algún servicio», señalaron.

Como ha ocurrido en otras actividades económicas, en esta también se han articulado propuestas que animen a mantener el consumo. «En algunos sitios se ha reducido el precio que los clientes deben pagar. Hay descuentos». Y es que, reconocen, en época de crisis lo primero que se deja es «aquello de lo que creemos que se puede prescindir».

Circunstancia que le sirve al colectivo que trabaja directamente con estas mujeres a afirmar que entonces «no se puede decir que sea una necesidad, como afirman algunos» y por tanto, tampoco tiene por qué ser legalizado. Este colectivo se opone a ello.

También ahora la movilidad de las prostitutas es mayor. Tan pronto pueden estar ejerciendo en un Miranda como en el sur o en Levante. Un fenómeno actual que no tiene que ver con la crisis ni con la idea de acudir a donde haya mayor demanda, si no con el miedo a ser expulsadas del país. La mayoría están en una situación administrativa irregular y «la actual Ley de Inmigración hace que cada vez tengan más miedo» a registros policiales.

Riesgo menos presente quizá cuando la prostitución se ejerce en pisos, viviendas sin rótulos o carteles, en los que también el control es más difícil. Clubes en la ciudad hay dos y a ellos no tienen ninguna dificultad para entrar las voluntarias de la agrupación de Cáritas.

Vuelta atrás

Sí está directamente vinculado a la crisis y al aumento del paro el regreso a la actividad. «Muchas que habían hecho un proceso de abandono de la prostitución están volviendo porque han perdido su trabajo y las que se habían marcado una fecha para dejarlo están viendo que es imposible porque no pueden obtener dinero en otro sitio».

Y es que esta asociación de apoyo no duda que la prostitución obedece a «un problema eminentemente económico». Sí hay una estadística exacta que les gustaría tener sobre la mano es la de «cuántas mujeres con otro trabajo en la mano se dedicarían a eso. Con las que nosotras hablamos, lo cambiarían». Ningún dato tienen sobre si en la provincia existe alguna chica que haya llegado víctima de la trata. Ahora se están haciendo muchos protocolos de intervención pero «cuando se habla de mafias es muy difícil cuantificar nada, ni número, ni países de origen».

De momento, el colectivo de apoyo sigue con su labor de acompañamiento a todas aquellas que quieren dejar atrás esa vida. Con ellas trabajan aspectos formativos, con cursos de español, cocina, peluquería… pero sobretodo temas sanitarios, de autoestima y equilibrio emocional «sin entrar a juzgar por qué se dedican a la prostitución. Muchas están porque es la mejor alternativa que encontraron en su momento. Vienen buscando un futuro mejor, pero sus expectativas se ven truncadas».

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