Siete navajazos por una riña

ABC, TATIANA G. RIVAS | MADRID, 30-01-2010

Siete puñaladas por echarles de un local. Así zanjaron la disputa los españoles David G.L., de 33 años; Borja L.G., de 20, y Alberto A.L., de 27, con el marroquí Hicham Hirach, de 30.

Eran cerca de las cinco de la madrugada. Hicham se encontraba en el bar de una amigo, el Saint James, situado en la Carretera de Canillas, 15. Minutos antes del cierre entraron los tres españoles. Según testigos que estuvieron con Hicham, éste les instó a que salieran. Así se desencadenó la trifulca en el interior. Finalmente, cada uno se marchó por su lado al cierre del pub.
Según informan desde la Jefatura Superior de Policía, Hicham montó con dos hombres y una mujer en un coche. Los atacantes subieron a un Peugeot 207 plateado. Parecía que todo había acabado, pero a un kilómetro de distancia del lugar donde se originó la disputa, el cruce de la calle del Mar de Aral con Mar Menor, el Peugeot se interpuso en el camino del vehículo donde iba Hicham. Éste se bajó para increparles. Pero David, Borja y Alberto, también.
Sin apenas mediar palabra, David le asestó siete navajazos: dos de ellos en la espalda y el resto en el hemitórax, según Emergencias Madrid. Los sanitarios no pudieron hacer nada por su vida.
Los agresores huyeron rápidamente en su vehículo, pero se toparon con una patrulla de la Policía Nacional que hacía el servicio de noche. En seguida se les identificó y comenzó una persecución, dándoles alcance en la calle Gomeznarro. Fueron detenidos inmediatamente. Por la tarde se negaron a declarar ante la Policía.
Tanto David como Alberto tenían antecedentes. el primero por lesiones y el segundo por robo con fuerza y hurto. La víctima también contaba con un historial delictivo por menudeo con drogas.
«Era muy trabajador»
Hicham, casado y padre de dos niños de 8 y 3 años, vivía en el barrio de toda la vida. Todos los que le conocían tenían buenas palabras para él. Sin ir más lejos, en el mercado de la calle donde murió, donde había trabajado como vigilante y donde solía realizar sus compras: «Era muy trabajador, muy cumplidor y muy buen compañero», relata apenado el guarda José Atienza.
Sus amigos y su cuñada lloraban junto a su casa de la calle Manizales. «Siempre miraba por el bien de la gente. No quería peleas», decían sin entender lo sucedido. Diego, otro amigo, estuvo con Hicham en la noche de su muerte hasta las dos de la madrugada. «Todo iba bien. Él era un hombre tranquilo», asegura sin dudar.

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