Las criadas extranjeras en el Líbano empiezan a atreverse a denunciar el maltrato que sufren

El Periodico, 27-01-2010

Golpeadas, humilladas, privadas de alimento, las empleadas de hogar extranjeras en el Líbano se van atreviendo poco a poco a hacer oír su voz recurriendo a la justicia local, e incluso logran algunas raras victorias. Muchas reciben un buen trato, pero otras son esclavizadas, hasta el punto de que Etiopía, Filipinas y Madagascar han prohibido que sus emigrantes trabajen en ese país.
Nanda es srilankesa y ha reunido valor para denunciar a un responsable de su agencia de colocación que le dio una paliza. «Los dos primeros meses, la señora solo me daba una rebanada de pan al día, y a veces algunas sobras. Siempre tenía hambre», explica. «Me decía ‘estás gorda, no te hace falta comer mucho’», recuerda esta joven de 22 años, acogida por Cáritas.
Sin pasaporte y sin cobrar
Como la mayoría de las 200.000 empleadas domésticas extranjeras en el Líbano, Nanda se vio con el pasaporte confiscado y trabajando los siete días de la semana. «De las cinco y media de la mañana hasta la medianoche, y sin cobrar», dice, pese a que su contrato estipulaba ocho horas diarias y un salario medio mensual de 128 euros. «Nunca pude llamar a mi familia», explica esta madre de una niña de 8 años, a quien dejó con su marido, soldado, en Sri Lanka. Los hijos de la casa, de 6 y 12 años, también la pegaban si no cedía a sus caprichos.
Las humillaciones verbales eran habituales. «No entendía el árabe, y a menudo me llamaban ‘charmouta’ [puta]. Lo entendí más adelante», explica Nanda con lágrimas en los ojos. Trató de recuperar su pasaporte, pero, al acudir a la agencia, solo logró que la señora la abofeteara. Posteriormente, tras huir de otra patrona «violenta», le localizó un responsable de la agencia, que la apaleó con un bastón.
«Esperamos que la justicia la escuche», dice Dima Hadad, asistenta social de Cáritas. Como escuchó a Jonaline Malibagu, una filipina cuya patrona fue condenada en diciembre a 15 días de cárcel por maltrato. «Otra criada que no recibió su salario durante años también ha sido indemnizada», explica Hadad.
Ninguna ley protege a las criadas en el Líbano. Un decreto del 2009 obliga a los empleadores a pagarles íntegramente los salarios y a concederles un día festivo a la semana, pero muy pocos respetan esas condiciones. «El decreto habla de un día de fiesta, no de un día de salida, lo que permite que algunos mantengan a la criada confinada en la casa», afirma Hadad.
Para Nadim Houry, de Human Rights Watch (HRW) en Beirut, «el problema es cada vez más visible, pero muchas víctimas no denuncian por miedo o porque no tienen papeles», y los abusos, que a veces llegan hasta la violación, empujan al suicidio a un número inquietante de criadas. Cada semana, la prensa informa de la «misteriosa» muerte de una etíope o una srilankesa. «Cuando te sientes acorralada puedes llegar al suicidio», resume Nanda.

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