El número de extranjeros se ha multiplicado por ocho / Representan ya el 12 por ciento de la población

Diez años de avalanchas y regularizaciones masivas de inmigrantes

La Razón, 26-01-2010

La crisis ha frenado la llegada de inmigrantes, que registran tasas de paro del 28 por ciento.

España  ha dejado de ser solo blanca, católica, castellanohablante. En sólo diez años la inmigración la ha cambiado el rostro y ha contribuido a crear una sociedad multicultural, ha modificado el mapa religioso, el lingüístico y hasta ha puesto nueva cara al comercio. Y es que en sólo una década hemos sido testigos de un fenómeno singular. En ningún país europeo ha crecido tanto la llegada de extranjeros en tan poco tiempo como en España. En diez años, el número de foráneos se ha multiplicado por ocho. Si en 1998 había 637.085 inmigrantes inscritos en los ayuntamientos, que suponían el 1,6 por ciento de la población, en 2009 había 5.598.69, que representan el 12 por ciento. España figura a la cabeza de Europa en cuota de inmigrantes y siete de cada diez llegan para quedarse. Los alumbramientos de madres extranjeras suponen más del 16 por ciento, casi la misma proporción de matrimonios mixtos (español – extranjero) que se producen. Hoy ya más del 13% de los jóvenes que viven en España son de procedencia foránea y el 10% del alumnado que acude a las escuelas, ocho veces más que  hace diez años.
¿Por qué han venido tantos extranjeros? «Las regularizaciones extraordinarias y las políticas migratorias pueden haber influido, pero el desarrollo económico y la demanda de mano barata ha sido el factor fundamental que ha regulado las migraciones», explica Tomás Calvo Buezas, presidente del Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo de la Universidad Complutense. Paralelamente ha ido creciendo entre la población el rechazo hacia los nuevos vecinos. De 1986 a 2008 se ha multiplicado por cinco el índice de xenofobia, según las encuestas escolares realizadas por Calvo Buezas, aunque no ha crecido con la misma fuerza que las llegadas. Fechas clave en la que se disparó la islamofobia fueron el 11 de septiembre y el 11 de marzo de 2004, coincidiendo con los atentados de Madrid. 2001 fue otro de los momentos críticos, coincidiendo con los crímenes de Pozuelo protagonizados por el moldavo Pietru Arcan. Fue cuando se empezó a generar en la sociedad una asociación confusa entre inmigración y delincuencia que no termina de superarse. El año 2006 pasará a la historia como el de la avalancha de pateras o cayucos a Canarias: llegaron 31.245 «sin papeles», cifra sin precedentes y siete veces más que en 2005. Es la cara más dramática y conocida de la inmigración, aunque la mayoría de los que se lanzaron a la conquista de Europa llegaron por los aeropuertos y los Pirineos.
En ese afán por regular un fenómeno nuevo se han ido improvisando regulaciones. La Ley de Extranjería ha sido modificada en numerosas ocasiones y en diez años ha habido siete regularizaciones, la más importante la realizada por el PSOE en 2005, que dio papeles a casi 700.000 inmigrantes con contrato y supuso una importante inyección económica a la Seguridad Social. Hoy, la crisis ha frenado las llegadas, y ahora es precisamente la inmigración la más castigada por la situación, con tasas de paro del 28 por ciento.

La buena y la mala noticia
La llegada de inmigrantes a España «ha favorecido la economía y que las clases medias y hasta bajas tengan a alguien que cuide de los ancianos y los niños. De hecho, esto ha facilitado que muchas mujeres hayan podido trabajar. Con los inmigrantes han llegado otras comidas, gustos musicales, culturas, religiones… España se ha convertido en una sociedad pluricultural mucho más rica y variada», explica el experto en Inmigración Tomás Calvo Buezas, entre las aportaciones positivas del fenómeno. La cara más sombría la muestran «los problemas de convivencia que se han generado con nuestros nuevos vecinos. Han venido muchos, pero no se han previsto suficientes recursos públicos y eso ha generado conflictos».

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