Una escuela de Berlín crea una clase en la que la mitad de los estudiantes serán locales y la otra, inmigrantes

El Periodico, 24-01-2010

A la hora de salida del colegio Gustav – Schulke, en el barrio berlinés de Wedding, apenas se ven padres esperando para recoger a sus hijos. Los pocos progenitores que hay son sobre todo madres, y pocas prescinden del pañuelo en la cabeza. No en vano, Wedding es uno de los guetos turcos de la ciudad. Los demás alumnos corren hacia casa solos o en pequeños grupos. La mayoría no tiene 10 años, pero el aire de independencia y autosuficiencia del que se sabe dueño de su entorno ya impregna la atmósfera del lugar.
La escuela Gustav – Schulke se encuentra a escasos metros del barrio de Mitte, a algunos más del de Prenzlauer Berg, dos de los vecindarios de moda de la capital alemana y dos de los barrios con más demanda de plaza en guarderías y colegios. Sin embargo, la Gustav – Schulke está a la mitad de su capacidad. Los habitantes de los barrios modernos no quieren llevar a sus hijos a una escuela «conflictiva».
¿El motivo? La mayoría de las clases no tienen ni un estudiante alemán. Los padres temen que sus hijos sean los únicos nativos en un entorno de hijos de inmigrantes y que, por eso, su aprendizaje se vea dificultado o sufran algún tipo de marginación.
No a ser el ‘único alemán’
«No me gustaría que mi hijo fuera el único alemán en una clase de inmigrantes». Suena duro, pero es la frase que la jefa de estudios de la Gustav – Schulke, Karin Müller, se ha habituado a escuchar en los últimos años. De su experiencia, entre otras cosas, ha nacido la idea de crear una nueva clase en la escuela que, a sugerencia de los padres del vecindario, deberá repartir al 50% las plazas entre alemanes y no alemanes, no tener más de 24 alumnos, enseñar inglés desde el principio y permitir el acceso solo a los chavales que superen una prueba de alemán.
Deutsch garantiert, (Alemán garantizado), es el lema de esta nueva clase que debe servir para evitar la división racial de los estudiantes del entorno pero, sobre todo, la desaparición de muchas escuelas de la zona, que se han quedado con el estigma de ser centros conflictivos solo por tener un 90% de estudiantes de origen extranjero. La idea, criticada en un principio por clasista, parece empezar a dar sus frutos.
«Estamos preparados para iniciar la nueva clase en verano. Ya tenemos más de 35 solicitudes y el interés de los padres alemanes ha crecido notablemente», explicó Müller antes de Navidad. «Tenemos solicitudes de Mitte, de Prenzaluer Berg, pero también de otras escuelas de Wedding», añadió orgullosa, como muestra de que el proyecto ha sido bien acogido en el barrio.
La Gustav – Schulke está en uno de esos puntos de Berlín en los que el mundo de los trabajadores de ingresos bajos se roza con el de los jóvenes, artistas y vividores.
La calle Bernauer, por la que un día pasó el muro, separa aún una parte de la otra. La división es evidente si uno hace la misma pregunta a uno u otro lado de la calle. «Es estupendo que las escuelas berlinesas empiecen a buscar formas de integración», contesta una joven embarazada del lado bohemio. «Es un poco racista, la verdad. No todas las familias del barrio hablan tan bien alemán como para poder transmitirlo a sus hijos antes de la escuela elemental», contesta una joven con pañuelo.
Proyecto inspirador
Sea como fuere, el proyecto está en marcha y ya ha servido de inspiración a otros colegios de barrios con una mayoría de la población inmigrante para intentar iniciar proyectos similares.
Si la clase del «alemán garantizado» se convierte en elemento integrador o en un nuevo instrumento de separación es algo que tendrá que demostrar la experiencia. «Yo creo que este tipo de iniciativas también sirven para motivar a las familias extranjeras a enseñar a su hijos el idioma del país en el que viven», dicen en un lado de la calle.
«Es discutible, pero que la gente de Mitte lleve a su hijos a Wedding y que estos estudien con los nuestros puede enseñar mucho sobre la vida a los niños de familias acomodadas», dicen en el otro lado. Quizá haya suerte, funcione, y en unos años uno no pueda distinguir de qué lado de la calle procede la gente.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)