Vic

La Razón, 20-01-2010

Un Ayuntamiento no puede poner en jaque y ridículo al Gobierno de la Nación. Al escribir Nación me refiero a España, no a la que se pretende en el Preámbulo del Estatuto. Las leyes se cumplen. Grita, más que murmura, una corriente de xenofobia por las soterras de Cataluña. Han olvidado muchos catalanes que, como el resto de los españoles, ellos también han sido emigrantes. España le debe mucho a América. Pero no son los provenientes de naciones americanas los que han extremado  la intolerancia de los munícipes de Vic. Son los negros. Y según leo, otros ayuntamientos –no sólo de Cataluña– actúan solapadamente de la misma manera que el de Vic. El problema es agudo y de muy difícil solución. Le Pen, el dirigente de la ultraderecha francesa, no llena sus cestas de votos en los barrios ricos, elegantes y conservadores. Lo hace en la periferia de las grandes ciudades donde convive la clase media – baja francesa con la inmigración africana. El buenismo de «papeles para todos» tenía que convertirse en el «boomerang» de la estulta demagogia. Pero la ley hay que acatarla y cumplirla. Años atrás, la esposa del que era presidente de la Generalidad de Cataluña, doña Marta Ferrusola de Pujol, arremetió contra la negritud. No es cierto que los inmigrantes estén dejando sin trabajo a los españoles. Trabajan en lo que los españoles rechazamos. Y han sostenido la Seguridad Social, al menos los que vinieron de Ecuador, Colombia, Perú, Bolivia y demás países americanos. Con ellos no hay problema de raza, que es el fondo de la trifulca. No reconocerlo es de avestruz. España es la puerta de Europa, la puerta del sueño, para los desesperados de África. Muchos suben y otros se quedan. Durante décadas, las bellísimas flores del Maresme se han plantado, regado,  florecido y empaquetado por baratas manos negras. Europa es el sueño, y también la decepción. Putas y esclavos. Los españoles somos, en una gran mayoría, xenófobos respecto a los africanos. Más contra el moro que contra el negro, quizá como consecuencia de nuestra Historia. Pero no se pueden cerrar las puertas de la mínima prosperidad a quienes han sobrevivido al éxodo de la esperanza. Los tratamos como si  fueran ganado. Ven aquí, zorra, ven aquí yegua, ven aquí negro, ven aquí esclavo. Los cristianos respetamos la piel de cualquier ser humano. Y si no  lo hacemos, faltamos con los principios de la igualdad y de la caridad. Pero también es indiscutible que la excesiva presencia de inmigrantes, muchos de ellos cerrados a aceptar nuestras costumbres e imponer las suyas, crea tensiones sociales insostenibles. El deber de los gobernantes es el de buscar fórmulas de solución a los grandes problemas, no huir de ellos con buenismos de cara a la galería y dulces amaneceres inventados. Zapatero ha sido un desastre también en este aspecto. Y el racismo ha saltado, y mucho me temo que se extenderá más allá de la comarca de Vic.  De la hoguera del odio, los únicos inocentes son los que vinieron hasta aquí a buscar el pan que no encontraron en sus tierras calcinadas.
Laporta, el presidente del «Barça», ha dicho que su club es más catalanista que nunca. También universal. Lo segundo se acepta. Hagan los nacionalistas lo que ha hecho Laporta en sus primeros equipos de fútbol y baloncesto. Abrirse a la inmigración y llenarlos de negros. Claro que los del «Barça» tienen papeles y son ídolos para los munícipes de Vic.

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