Munilla, Vic y Anglada

El Periodico, ENRIC Marín, 19-01-2010

T engo la convicción de que todavía puede ser interesante volver a hablar sobre la película Raza, dirigida por José Luis Sáenz de Heredia e inspirada directamente por el propio Franco. Cada vez se hace más evidente que las cuatro décadas de nacionalcatolicismo dejaron más huella de lo que habíamos sospechado. Cuando el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, relativiza la catástrofe dantesca que ha devastado Haití, demuestra una sensibilidad humana comparable a la de una ameba. Es la expresión de un dogmatismo doctrinario que conecta con el núcleo central del ideario del nacionalcatolicismo que dio cobertura moral e ideológica a la dictadura. Pero tiene la importancia que tiene. De hecho, solo es la punta llamativa del iceberg de un fenómeno más amplio identificado con el sistemático rearme ideológico de la derecha en los últimos 25 años. Es un fenómeno global que tiene sus especificidades locales perfectamente marcadas.
Toda lucha por el poder tiene un frente prioritario en la comunicación y el lenguaje. Imponer los conceptos y las imágenes más favorables da una ventaja que a menudo es determinante. Las derechas lo han entendido perfectamente. Un ejemplo muy actual: en un principio podía hacer una cierta gracia desacreditar el pensamiento políticamente correcto, pero más tarde nos encontramos con el buenismo, una especie de calificativo de nuevo cuño con el que se quería identificar alguna ingenuidad más o menos roussoniana. Como categoría conceptual no significa nada, pero el neologismo ha hecho fortuna y si alguien te llama buenista estás perdido. Y si te llaman progresista buenista es como si te llamaran débil mental. Literalmente.
El debate sobre la inmigración no se puede simplificar, pero cuando el gobierno municipal de Vic propone restringir el padrón municipal a los inmigrantes sin papeles no está frenando a la formación xenófoba Plataforma per Catalunya, liderada por el exmilitante de Fuerza Nueva Josep Anglada. El resultado es el contrario: se ha conseguido que la agenda política de Anglada se imponga en Vic y amenace con extenderse como una mancha de aceite fuera de control. Una cosa es reconocer el carácter delicado o conflictivo de las situaciones difíciles que se viven en los barrios en los que se concentra la inmigración, y otra muy distinta es pensar que la solución es condenar a la clandestinidad absoluta a los sin papeles.
El Pacto Nacional por la Inmigración definió un marco compartido válido para definir políticas con visión de país, pero el debate político podría acabar siendo condicionado o dominado por el tono populista de la formación xenófoba de Anglada o similares. Existen precedentes europeos. Conclusión: quizá no nos vendría mal algo de buenismo bien informado para enfocar con un poco de realismo el debate de las consecuencias políticas, económicas y culturales de la última oleada de inmigración.

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