SE DEJARON APRISIONAR en un callejón que parecía no tener salida, cayeron en una trampa que les hacía traicionar los que han sido siempre sus principios y caer en métodos xenófobos. Pero, aunque no supieron ver la zancadilla, aunque han tardado en reaccionar, los socialistas catalanes dieron ayer un paso adelante para salir de la encrucijada en que actualmente está sitiada Vic. Y, con su respuesta, acertaron también en poner entre la espada y la pared a sus máximos rivales en la carrera hacia las autonómicas de octubre: Convergència i Unió.

Los del PSC han ordenado a sus regidores en Vic que voten contra la normativa de no dejar empadronar a los inmigrantes sin papeles. Y, con su huida, obligarán a los de CiU, que ocupan la alcaldía de la capital de la comarca de Osona, a votar junto con Plataforma per Catalunya si quieren que la medida prospere. Un pacto contranatura que difícilmente podrá explicar Artur Mas a muchos de sus futuros votantes. Porque, aunque en tiempos de crisis como los que vivimos los inmigrantes siempre hayan sido y serán chivos expiatorios, tiene difícil justificación para un partido que dice situarse en el centro el coincidir con una formación que se enmarca en la derecha más extrema y que tiene en la xenofobia su principal arma de batalla de cara a las urnas. Así que si los regidores socialistas de Vic acatan las órdenes, Mas no tendrá otro remedio que mover ficha y llamar a filas a su alcalde. Eso o hacer seguidismo de Josep Anglada.