SITUACIÓN DE LOS MENORES EN GIPUZKOA (y IIi) > SITUACIÓN DE LOS MENORES EN GIPUZKOA (y IIi)

Hacia una nueva vida

Cumplir los 18 años no es precisamente emocionante para los menores extranjeros no acompañados. Es el caso de Amín, que cruza los dedos mirando al futuro.

Diario de noticias de Gipuzkoa, J. Napal , 18-01-2010

lA entrevista tiene lugar junto al mar, a cielo abierto, en un ambiente de salitre y libertad, a la que aspira el chaval. Amín es natural de Fez (Marruecos), y un buen día se metió en un camión junto a su colega del alma. Huyeron los dos agazapados, en uno de tantos tráilers que engullen en su panza los barcos que unen Melilla con Málaga, cargados de alimentos y de ilusiones, las de sus polizones. Resulta sorprendente la naturalidad con la que el chaval refiere aquella hazaña, hace ahora cinco años, tiempo transcurrido sin ver de nuevo a sus seres más queridos.

La fuga no fue flor de un día. Llevaban varios días ideando la partida. Tomaron las medidas exactas de la anchura del camión, conocían a la perfección su diseño, y no se les ocurrió mejor ingenio que colocar en la parte trasera del vehículo una chapa que pintaron del mismo color para no despertar sospechas. Era una prolongación del vehículo que pasó desapercibida. Ganaron con ella un metro en el que cobijarse, y cubrieron ahí escondidos, cruzando los dedos, la distancia entre la sordidez de su Fez natal y los sueños aún por materializar. “Hablábamos bajito, no sé ni cuánto duró el viaje”, dice con un hilo de voz el marroquí, como si estuviera todavía metido en aquel cobijo. Eso es pasado. El chaval inicia ahora un nuevo ciclo. En dos meses dejará de ser un menor.

el momento clave

A un paso de la madurez

La charla se prolonga por espacio de una hora larga. Son varios los paseos de ida y vuelta, y los silencios, por la playa donostiarra de La Zurriola donde sopla un aire fresco que hace del recorrido una gratísima experiencia.

La teoría dice que Amín está a punto de completar su proceso. Se enfrenta a un momento clave en su aventura migratoria que, en buena medida, le da respeto y cierto pavor. El cese de tutela de la Diputación, su paraguas durante los últimos años, está cada día más cerca de concluir, y se tendrá que sacar las castañas del fuego.

A punto de dar el salto, no resulta nada emocionante la nueva situación para un chaval que, lejos del calor de la administración, se topa ahora con una afiladísima espada de Damocles en forma de desempleo.

Lo sabe bien Juan García Barriga, director de programas de emancipación para jóvenes de Cruz Roja en Gipuzkoa. “Es un momento clave, pero hay chavales que no encuentran salida a sus expectativas. Si las cosas vienen mal dadas, en muchos de ellos nace una percepción de acorralamiento, y de ahí surgen comportamientos disruptivos porque están como perdidos. No ven cuál es el siguiente paso que deben dar dentro de su proceso”, describe este profesional con una década de experiencia en la atención a estos perfiles.

Por el momento, son firmes los pasos que sigue dando Amín, como se ve en la fotografía, calado con su gorra, como acostumbra, acompañado de ese andar algo oscilante, que puede parecer hasta un poco chulesco, nada más lejos de la realidad. “Me quedan dos meses para acabar el segundo año de Mecánica. Lo sé todo sobre coches, ahora sólo me hace falta el trabajo”, apostilla el chaval, con una misma disposición de ánimo pareja a su humildad.

Se postula incluso como educador de chavales acogidos en centros de la Diputación. Tiene algún diploma relacionado con ello y, sobre todo, la mayor experiencia del mundo por su propio recorrido vital en tantos pisos en los que ha estado acogido.

de ciudad en ciudad

Como alma en pena

El transcurrir del tiempo desde aquel 24 de noviembre de 2008, cuando puso sus pies en Gipuzkoa por vez primera, parece una eternidad o instante, según se mire. Fue abandonar las tripas de aquel ferry que partió de Melilla y entregarse a la aventura, deambulando como un alma en pena por ciudades como Málaga, Madrid y Barcelona.

Y llegó después a Donostia, con 16 primaveras, indocumentado. La Policía no tardó en trasladarlo al centro de Tolosa, ya clausurado después de un lamentable episodio que acabó por soliviantar los ánimos de buena parte de los vecinos de la localidad. “Estuve tres meses, aquello no era vida, y luego me mandaron al centro de Uba”. Eran días de aquí para allá que por fin han quedado atrás.

Desde que el marroquí marchó a Arrasate, donde reside ahora con otros compañeros, dice que ha vuelto a nacer, aunque sabe que deberá abandonar la residencia en breve, una vez que cumpla la mayoría de edad. “En febrero me comunicarán el piso de emancipación al que me marcho. No sé, estoy esperando”.

García Barriga, director de Cruz Roja, explica que el plazo que se suele dar a los chavales hasta que, mal que bien, consiguen colocarse en algún empleo, se está demorando por el contexto de crisis que sacude Gipuzkoa. “Están encontrando muchísimas dificultades para acceder a pisos de alquiler”, expone el profesional a modo de ejemplo.

Entretanto, el paseo con Amín por la playa de La Zurriola continúa. Nuevo alto en el camino.

- ¿Seguirás aquí, Amín, cuando seas mayor de edad?

El chaval patea con desgana un montoncito de arena, fija su mirada más allá de Urgull, y se sume en un silencio sobrecogedor que rompe en breve. “Es mi intención. Me gustaría encontrar un empleo, pero tengo un montón de diplomas que igual no me sirven para nada. No sé, quizá lo mejor sea volver a Fez”.

Sabe que encontrar un permiso de trabajo es complicado, que una vez cumplidos los 18 tacos acabará convirtiéndose en un inmigrante más, y tiene dudas por todo ello, pero no descarta nada.

- ¿No te hace sentir mal volver a casa sin nada, después de tanto esfuerzo?

El chaval responde que sí, que regresar a Marruecos con telarañas en los bolsillos no estaba en el guión previsto, que ni siquiera está bien visto. “¡Pero es que jamás pensé que las cosas iban a estar tan mal!”, se justifica elevando por vez primera el tono de voz por encima del hombro.

La vida, como el paseo por la playa, prosigue. Y mientras se dirime el conflicto interno que vive él y tantos otros chavales que, llegados a la mayoría de edad no han materializado sus sueños, Amín se entrega en cuerpo y alma a sus estudios, de los que saca todo el provecho. Sólo el tiempo le dirá si mereció la pena lanzarse a una aventura que aún continúa.

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