SITUACIÓN DE LOS MENORES EN GIPUZKOA (II)

Veinte menores aguardan una familia para los fines de semana

la diputación pone en marcha un programa de apoyo en situaciones de desprotección Los responsables de la iniciativa constatan que el estigma que pesa sobre menores extranjeros condiciona su labor

Diario de noticias de Gipuzkoa, jorge napal, 17-01-2010

Una veintena de menores guipuzcoanos cruza estos días los dedos esperando el gesto. El reloj sigue su curso, los chavales van cumpliendo años en el piso residencial donde viven y cada vez lo tienen más difícil para que una familia abra sus puertas para brindarles la acogida que precisan. La Diputación acaba de aportar su granito de arena, con un programa que busca familias que compartan su tiempo y cariño los fines de semana y periodos vacacionales con chavales a quienes la suerte le ha sido esquiva.

Por el momento, son una veintena los menores que aguardan en la rampa de salida. Pero su número no deja de crecer, tal y como apunta la psicóloga Leticia Martín, de la Asociación de Familias Acogedoras de Gipuzkoa, Beroa. “Al decantarse por la adopción, los padres siempre solicitan que sean bebés o, en su caso, niños de no más de siete años”, explica, consciente de que quienes rebasan esa edad lo tienen complicado, por no decir crudo, para dar el salto.

La nueva iniciativa también va dirigida a aquellos chavales que ya eran acogidos por familias pero que, por toda suerte de circunstancias, se ven inmersos en una crisis que exige poner distancia con sus padres temporales.

El nuevo proyecto no ha hecho más que comenzar a andar. Por lo pronto, son tres las familias que ya han sido valoradas por los servicios técnicos de la Diputación y otras dos aguardan también para obtener el certificado de idoneidad. Pero es precisa la implicación de más familias, en un contexto social en el que, además, el gesto altruista de la sociedad es más timorato que nunca, y guarda relación directa con los cambios sociales que se vienen operando en los últimos tiempos.

A 22 de noviembre, son 220 los menores guipuzcoanos acogidos por 183 familias en el territorio. Otros 326 residen en los pisos residenciales gestionados por la Diputación. En el 90% de los casos, son chavales que han tenido que dejar de convivir con sus padres biológicos por haber nacido en el seno de familias desestructuradas, anegadas en alcohol, sometidas al continuo vaivén emocional de las drogas o cualquier otra dependencia que lastra la convivencia.

Hasta ahora ése era el perfil del menor acogido en Gipuzkoa. Pero la irrupción de los menores extranjeros no acompañados ha despertado en el seno de la sociedad un temor infundado que pone en solfa el otrora gesto altruista. “Es triste, pero es así. Lo primero que te pregunta cualquier familia interesada en la acogida es si el chaval es extranjero o no. Les acompaña muy mala fama. Ha habido siempre chicos de etnia gitana, que también despiertan recelos, pero nunca había existido tanto rechazo”, admite la psicóloga Martín, que ha trabajado como educadora social con buena parte del colectivo y no comparte los prejuicios que de ellos se tiene.

Este sistema de acogida, en el que siempre ha destacado la sociedad guipuzcoana por su entera disposición, sirve así de botón de muestra de los cambios sociales que se vienen operando. “Lo que antes era visto como un gesto altruista despierta ahora un creciente rechazo”, suscribe Luis Miguel Bayón, de 52 años, que junto a su mujer Izaskun Ugarte, de 50, juntó hace seis años a sus dos hijos biológicos en torno a la mesa para decirles que iban a acoger a una chica. Esa chica, Begoña, cumplirá quince años la semana que viene, y el día de mañana será una joven que, al menos, gracias a aquel gesto que tuvo este matrimonio donostiarra, dispondrá de los mimbres suficientes para enfrentarse a la vida. Una base de valores, que raramente podría haber adquirido en un piso, según dicta la experiencia.

La convivencia que reina hoy en el hogar de los Bayón, tras el inevitable encaje inicial, va miel sobre hojuelas, y tanto Miguel como Izaskun son dos voces acreditadas para ensalzar las bondades del sistema de acogida. Y desde esa convicción animan a las familias que puedan leer este artículo a que prueben con el nuevo programa. El contacto con los chavales se hace poco a poco. Un día es un encuentro en el patio del colegio, otro una comida, hasta que se da el salto para convivir con ellos un fin de semana. “Es una buena manera de iniciarse en la acogida y, quizá, al que le guste, puede decantarse después por la acogida familiar a largo plazo”, aventura el padre de familia.

Los datos demuestran, además, que el gesto de familias como la de los Bayón es mucho más. Tras la década de experiencia que acumula la psicóloga Martín, tan sólo ha conocido un caso en el que el menor haya regresado finalmente al hogar de sus padres biológicos. La experiencia refiere un deterioro tal, que volver a casa es muy complicado, por eso se antoja tan necesaria la colaboración de estos padres y madres altruistas.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)