Vic

ABC, CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS, 15-01-2010

Esta que aparece hoy como sede del racismo gracias a un alcalde miserable y a los ciudadanos que le han votado, fue ayer representación mítica de una Cataluña abierta. Cuna del sabio Balmes y del santo Claret , como escribió Verdaguer, Vic ha sido un modelo del compromiso entre la tradición y la innovación. Desde el pasado romano y católico la ciudad iba a mantenerse fiel a sí misma después de un siglo de inmigraciones…hasta estos tiempos de ahora, «democráticos» y etnicistas, en los que son obligatorios «papeles» para dar cuenta de que uno vive en tal o cual sitio.

El Ayuntamiento de Vic ha derribado la buena fama de esta ciudad. «La plana de Vic» era la expresión simbólica de la apertura. Verdaguer la evocó en muchas ocasiones pero, de forma especial, en un poema que escribió en mayo de 1875, en pleno mar, frente a las islas Terceras. Si cantó a Barcelona como la ciudad grandiosa a cuyos pies se porta el mar como un vasallo, a Vic le otorgó las claves de su doble pertenencia a la «patria» catalana y a la «nación» española. «Oh Catalunya! ¡Oh Espanya! ¿Per qué us he amades aixís?» A pesar de haber sido el redentor del catalán moderno, los nacionalistas no iban a perdonarle su capacidad de ser a la vez, y sin merma de ninguna de las dos condiciones, catalán y español. Porque ambas fueron en él expresiones de la misma personalidad. En esta columna recordé en su día la significativa tibieza con la que la Generalitat conmemoró el centenario de la muerte de Jacinto Verdaguer en 1902.

Volviendo al caso del miserable alcalde de Vic, creo que es obligado recordar que los nacionalismos son un campo abonado para el racismo. Por definición predican un blindaje cultural y social que lleva a comportamientos tan inhumanos como este de negar el empadronamiento a los sin papeles. ¿No debería bastar esto para rechazar todo pacto político con partidos de esta catadura?

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