Tribuna Abierta

La Unión Europea y las minorías nacionales

Por José Ramón Scheifler, * Profesor emérito de Teología de la Universidad de Deusto -

Diario de noticias de Alava, , 13-01-2010

LA Unión Europea, desde aquel primer intento de lograr la paz tras dos desastrosas guerras mundiales y la amenaza de otra más devastadora, con el escueto pero sabio boceto del Plan Schuman, ha evolucionado a trancas y barrancas hasta la presente Unión de Estados Nacionales. Hay Europa de los Estados para rato y la Europa de los Pueblos aparece como una utopía lejanísima y de casi imposible gobernabilidad. Al menos con los esquemas y criterios de hoy.

Por caprichos o lógica de la historia ha sucedido que la recuperación de anteriores Estados o nacimiento de nuevos ha tenido lugar en Europa antes de su incorporación a la Unión o de su empeño para lograrla. Para entonces, por ejemplo, Chequia se había desprendido de todos los alemanes los sujetes, hoy revividos, población mayoría en su territorio; lo mismo la nueva Polonia con parecida expulsión de los alemanes y de la parte de la Prusia anexionada, amén de los judíos que eran un gran tanto por ciento de su población de preguerra.

Ambos Estados han evitado así la existencia de territorios étnica, cultural y políticamente conflictivos. Kosovo logró reciente y unilateralmente su independencia de Serbia por el consejo del Delegado de la ONU, el apoyo incondicional de EEUU y el reconocimiento de la mayoría de los Estados de la Unión, pero no de España. Tampoco de Rusia.

Fuera ya de la UE, han continuado las independencias: además de las repúblicas ex soviéticas, están recientes las de Abjasia y Osetia del Sur por voluntad unilateral y el apoyo decisivo y armado de Rusia. El no reconocimiento internacional acabará dragándolas o propiciando su incorporación concertada a Rusia. El pueblo checheno fue masacrado democráticamente, pero los pocos supervivientes siguen mostrando que viven, matando.

A pesar de toda esa expulsión de minorías o limpieza étnica, como la de los alemanes de Europa central y oriental y otras semejantes, aún quedan otras muchas en Estados ajenos que, sin embargo, no emigraron al propio por la razón que sea, como la minoría húngara en Eslovaquia, la albanesa en Macedonia, las rusas en Estonia y Letonia, la serbia en Kosovo, o las minorías kurdas en seis Estados porque nunca se les ha permitido formar el propio.

Con vistas a todas ellas la UE hizo suyo el criterio de Copenhague, adoptó el Convenio Marco para la Protección de Minorías Nacionales y la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias. Sin embargo, es voz común que nada de eso se cumple una vez más, el papel todo lo aguanta y que la Unión no tiene manera “ni de hacer cumplir esas normas, ni de controlar su incumplimiento”, como dice Albert Branchadell.

A la vista de esto, mi pregunta y preocupación es: ¿cuál será la actitud de los Estados con alguna parte de su territorio en el que sus habitantes, en buena o mayor parte, por su diferencia étnica y lingüística o cultural, por su historia o por su simple voluntad democrática aspiran a la independencia y formación de un Estado propio o, por lo menos, a una soberanía compartida dentro del Estado actual? ¿Se limitarán esos Estados a ignorar las normas de la Unión o de la simple razón y del humanismo? ¿O aplicarán contra aquéllas los inmensos poderes uniformadores de los Estados modernos: los medios de comunicación machacones en todo el Estado contra lo demoníaco al estilo de Goebbels; la eliminación en las escuelas del antiguo, internacional, demográfico y apolítico nombre de Euskal Herria; el cierre práctico de las delegaciones vascas en el extranjero; la creación de leyes arbitrarias ex profeso… con el objeto de erradicar del País Vasco todo elemento diferenciador e identitario? ¿Acaso no lo estamos viendo y palpando ya?

¿Qué postura tomará una Unión Europea de los Estados con intención de fosilizarlos, y mientras tanto arroparlos y defenderlos sin molestarlos lo más mínimo, y sin inmiscuirse en sus asuntos domésticos, cada vez más domesticados?

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