La `Ndrangheta calabresa tiroteó a los africanos para conservar su dominio y apagar la revuelta. Sólo un puñado de jornaleros aguanta en Rosarno

«La mafia ha echado a los inmigrantes»

La Razón, 11-01-2010

Las excavadoras derruyeron lo último que quedaba del rastro de subsaharianos en Rosarno: las chabolas.

La ‘Ndrangheta, como el resto de organizaciones mafiosas italianas, necesita silencio y penumbra para desarrollar sus actividades criminales. El levantamiento social o el foco mediático son casi tan peligrosos como el acoso judicial o de las fuerzas de seguridad, ya que alteran el equilibro existente y ponen en peligro su situación de privilegio.
La mafia calabresa, al igual que sus hermanas, está dispuesta a cualquier cosa para recuperar esa falsa paz social en la que vive y se reproduce. En Rosarno, el pueblo de Calabria que ha mostrado estos días la dificultad de Italia para aceptar a los extranjeros, los inmigrantes molestaban a la ‘Ndrangheta, por lo que decidió echarlos del lugar a tiros. Primero los mafiosos se aprovecharon de los africanos con unos sueldos de miseria y, cuando éstos se rebelaron tras sufrir un primer ataque, mandaron a sus escuadrones para que los tirotearan.
«Los que dispararon fueron probablemente los vástagos de la mafia, pero demostrar que son ellos quienes controlan el territorio», afirma Alberto Cisterna, fiscal sustituto de la Fiscalía Nacional Antimafia, en una entrevista en el diario «Avvenire».
«A algunos jóvenes mafiosos les daría por disparar a los inmigrantes, como distracción, sin darse cuenta de la reacción», cuenta Cisterna, explicando así el incidente del jueves que desencadenó la rebelión.
La respuesta de los africanos fue tal que «la gente se sintió agredida y acudió a los mafiosos, quienes intervinieron» para no perder su situación de privilegio. «Cada vez que una minoría crea dificultades se desata una incursión».
Los últimos incidentes le dan la razón: la Camorra, la mafia napolitana, asesinó a seis ghaneses en septiembre de 2008 para que los inmigrantes de Nápoles aceptaran su dominio.
Tras el zarpazo de la ‘Ndrangheta la mayoría de los africanos ha dejado Rosarno. Ni siquiera han permanecido sus infraviviendas, las chabolas de cartón y plástico que habían construido en el recinto de una fábrica abandonada.
Las excavadoras abatieron ayer estas precarias construcciones, en las que todavía quedaban los utensilios y la ropa que los inmigrantes, expulsados a toda prisa, no pudieron llevarse.
Casi todos se han dirigido a otras ciudades de Italia, aunque unos pocos valientes han decidido quedarse hasta que termine la recolección de los cítricos.
Cuando terminen de recoger las mandarinas y naranjas calabresas se desplazarán, siguiendo las cosechas, a otras regiones italianas, donde sus condiciones de vida seguirán siendo igual de miserables y donde podrían reproducirse estos mismos incidentes.

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