Congelados y sin trabajo a la vista

El País, GINÉS DONAIRE, 09-01-2010

Son casi las dos de la tarde y el albergue de temporeros de Jaén capital cierra sus puertas hasta la noche tras servir unas 200 comidas a otros tantos inmigrantes ateridos por el temporal que azota la provincia. Empiezan a caer copos de nieve y Mohamed, Kalid, Sofí, El Hasam o Abdel se aprestan a recoger cartones y ramas para encender una hoguera con la que poder combatir el frío – apenas un grado – hasta la hora de la cena. Otros prefieren calentarse jugando un partidillo de fútbol y otros, simplemente, callejean por la ciudad.

A esa hora, el exterior del albergue de Jaén es un mosaico multirracial en el que conviven (mejor dicho, malviven) marroquíes, argelinos, rumanos, mauritanos y la muy abundante colonia del África subsahariana. Todos llegaron a Jaén hace varias semanas, procedentes de otras provincias donde habían quedado en el paro, en busca de un trabajo en la campaña de recolección de la aceituna y, desde entonces, han vagado de un pueblo a otro de la provincia sin conseguir su objetivo.

El temporal mantiene paralizada la campaña desde hace casi un mes, pero los inmigrantes se resisten a irse con la esperanza de que, cuando amaine, los empresarios los buscarán para agilizar la recolección de sus cosechas. Pero mientras ese milagro se produce, la ola de frío agrava aún más sus condiciones de vida. “Tenemos hambre y mucho frío”, exclama el argelino Bachir, de 18 años que llegó a España en una patera hace seis meses. Junto a él, otros inmigrantes se quejan de la comida del albergue – “todos los días garbanzos o lentejas” – , de que el agua de las duchas es fría y de que apenas cuentan con una manta por persona.

Los albergues ofrecen dos comidas calientes al día y una cama, pero no hay sitio para todos. A finales de 2009, la Junta informó de que los 23 centros de la red pública de albergues (con capacidad total para 800 plazas) habían registrado más de 18.300 estancias desde su apertura en noviembre, lo que, teniendo en cuenta que la estancia está limitada a tres días, significa que puede haber más de 6.000 inmigrantes deambulando por la provincia.

El condicionante de la estancia (una norma que se han saltado varios ayuntamientos por razones humanitarias) ofrece otras contradicciones tales como que ayer había 160 plazas libres en los albergues y, sin embargo, hay centenares de inmigrantes en la calle que se ven obligados a dormir refugiados en alguna obra, cajeros automáticos o naves abandonadas. Sólo en la comarca de la Sierra de Segura, la plataforma vecinal que los atiende asegura que hay un centenar de temporeros sin un techo.

Y la situación no pinta mucho mejor. No sólo no se vislumbran perspectivas laborales, porque los parados locales coparán los jornales destinados otros años a los inmigrantes y porque el temporal ha reducido la cosecha en un 20%, sino que también se les empiezan a cerrar las puertas de los albergues. Ya lo han hecho los de Bailén y Porcuna, y la Junta de Andalucía ha recomendado que los restantes lo hagan el próximo día 15.

La delegada del Gobierno andaluz, Teresa Vega, ha sugerido que el actual modelo de albergues con financiación pública tiene los días contados y los empresarios tendrán que asumir, vía convenio colectivo, la responsabilidad del alojamiento. “Los ayuntamientos tendrán autonomía para cerrar, pero creemos que el 15 es la fecha idónea para cerrarlos porque muchos inmigrantes ya se han ido”, señaló ayer la delegada de Empleo en Jaén, Irene Sabalete, quien, no obstante, admitió que se preparan recursos de emergencia para cobijar a estas personas en este temporal.

La Junta sostiene que los albergues no son indefinidos y su fin es servir de tránsito entre la llegada de los temporeros y su contratación por parte de los empresarios, pero el parón de la actual campaña olivarera hace temer lo peor a las ONG.

“Los albergues no deben cerrarse, no es cierto que haya menos inmigrantes en la provincia”, indica Pedro González, de Jaén Acoge, organización que ha facilitado más de 600 billetes para que los inmigrantes se muevan por la provincia o regresen a sus provincias de origen.

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