La última de Air Comet

Barajas. Marta y su bebé de tres meses, Juan Felipe, han pasado cuatro días junto al mostrador de la compañía de Díaz Ferrán tras perder su vuelo 25 a Argentina. Ayer, funcionarios de la embajada les consiguieron un hotel y vuelo a Barcelona, donde vive

El Mundo, PABLO HERRAIZ, 29-12-2009

Para Marta el viaje acaba hoy. Si todo va bien. Podría decirse que esta colombiana de 27 años es la última de Air Comet, después de pasar innumerables horas en Barajas, tumbada junto al mostrador de la aerolínea en quiebra. Marta cuida de su bebé de tres meses, Juan Felipe, y con humor le dice que ya es «famoso» porque sale en la tele y los periódicos. Ha pasado cuatro días en la Terminal 1 de Barajas, hasta que ayer le dieron plaza en un hotel.


Marta tenía previsto viajar a Argentina el pasado día de Navidad, pero como a los demás afectados por el cierre de la compañía, su viaje se le truncó. Ella ha pasado todo este tiempo intentando que le paguen el viaje, pero por ahora no ha tenido suerte.


«Quería ir a Argentina para ver a algunos familiares míos que viven allá, y además está allí el padre del niño», explica. Pero de momento no va a poder irse.


Como ha sido madre hace tan poco tiempo, todavía está de baja maternal. «Hasta que el no tenga seis meses no quiero trabajar», cuenta. Ha pasado todo el tiempo apoyada en una columna que hay frente al mostrador, y allí ha montado un pequeño campamento compuesto sobre todo de mantas para que duerma el niño.


La comida del niño


Juan Felipe, mientras, se retuerce en su cama improvisada porque tiene hambre. La madre sufre una odisea cada vez que le da de comer. El pequeño está tomando leche en polvo para bebés, que hay que diluir en agua tibia. «Pero no puede beber agua del grifo, hay que ir a por ella».


Así que la tarea es difícil: primero conseguir agua que no sea del grifo (hay una caminata hasta el agua mineral más cercana), dejando el equipaje al cuidado de alguien; después echar la leche del bote, que se va acabando ya; por último, ir al bar, que está en la otra punta de la terminal, a calentarla un poco.


Marta no está muy enterada de lo que ha pasado. Sólo sabe que su billete le salió al cambio por unos 1.300 euros. «No ha sido ninguna oferta, sino muy caro. Por eso me duele tanto que me hayan dejado tirada», se queja.


Ella ha visto cómo los ciudadanos de Ecuador y otros países latinoamericanos se iban marchando del aeropuerto para posponer su protesta. También ha visto que a otros les pagaban un billete para que se pudieran ir a sus países, pero ella no ha conseguido nada de esto.


«Me han dicho que vendrán hoy [por ayer] a llevarme a un hostal donde cenar y pasar la noche. Mañana me llevan a Barcelona», dice con cierta inseguridad. Marta reside en Barcelona y por eso le han dicho que se vuelva allí, para que por lo menos esté en su casa hasta que se sepa si puede viajar a Argentina.


«¿Usted no sabe si se hacen cargo de mi billete?», pregunta con la desconfianza de quien ya ha sido engañada una vez. Se teme lo peor, que no va a viajar ni a recuperar el dinero, como tantos otros. En lo que días atrás era el campo de batalla de los afectados por la aerolínea de Gerardo Díaz Ferrán ya sólo queda ella, y a ratos aparece un joven chileno también un poco despistado, que tenía que ir a Santiago y se ha quedado en tierra.


Otra de las personas que de vez en cuando le hace compañía es uno de los muchos habitantes permanentes que tiene Barajas. Se trata de un inmigrante que sobrevive vendiendo bolsas a los turistas para llevar el equipaje de mano. Son iguales que las que daban en algunos aeropuertos desde que en Heathrow (Londres) hubo un conato de atentado que, al final, quedó sólo en alarma. «Yo he vivido todo lo de Air Comet, porque estoy aquí todos los días, y esto no es nada, ya sólo queda esta pobre chica», cuenta.


Poco antes de las cuatro de la tarde la joven colombiana vislumbra una pequeña esperanza: llega un conductor para transportarla hasta el hostal, como le prometieron los funcionarios de la Embajada. Le dice, además, que cree que el billete a Barcelona también se lo pagarán. El de Argentina ya es otra guerra. Juan Felipe se anima y empieza a devorar el biberón, y vuelve a casa habiendo vivido en un aeropuerto cuatro días y saliendo en la prensa. A sus tres meses.


«¿Usted no sabe si se van a hacer cargo de mi billete?», pregunta con desconfianza


«El billete ha sido muy caro, por eso me duele tanto que me hayan dejado tirada»

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