«Las políticas española y europea de inmigración son propaganda»

El Mundo, ALFONSO MATEOS CADENAS, 28-12-2009

El misionero Jerôme Dykiya acoge en Mauritania a africanos camino de Europa Madrid


Ésta es la historia de un hombre que vive en las de miles de hombres. Un sacerdote nigeriano sin alzacuellos que se instaló en Nuadibú (Mauritania) siguiendo los designios de su Iglesia en 2003. Que llegó, vio y decidió, pero que no intenta vencer. Es la historia de un hombre que viaja un poco con aquellos que llegan a Canarias en cayuco, pero también muere un poco con los que no logran sobrevivir a un mar mortal.


Jerôme Ottitoyomi Dykiya (Nigeria, 1968) puede contar cosas como que conocía personalmente a 3.000 personas que, en 2006 y 2007, salieron en cayucos de Nuadibú rumbo a España. Pero también otras como que, si existiese libertad de movimientos, esos mismos inmigrantes irían y volverían después a sus países.


Jerôme dirige una misión católica en la ciudad mauritana. Al llegar allí, se dio cuenta de que había un problema con los inmigrantes y decidió que trabajaría con y para ellos. Desde aquellas costas han partido centenares de miles de personas en los últimos años hacia la próspera Europa.


Su trabajo, su experiencia, sus esfuerzos, convierten a Jerôme en un perfecto conocedor de la realidad de la inmigración africana. Desde su reducto en Nuadibú convive con quienes huyen de todo en busca de algo. Pero él muestra que hay más: no todos los inmigrantes que acuden a la ciudad costera quieren llegar a Europa, al menos eso defiende.


En su misión acoge a quienes llegan de lejos. Les ofrece un techo, una cama, comida y compañía. Pero también la oportunidad de aprender idiomas o algún oficio. El trabajo que realiza Jerôme, financiado por Cáritas y la Fundación CEAR, le ha hecho merecedor de una mención de honor del Premio Juan María Bandrés a la Defensa del Derecho de Asilo y la Solidaridad con los Refugiados. Pasó hace unos días por Madrid a recogerlo y recibió a EL MUNDO. Su experiencia permite abordar el tema de la inmigración desde una óptica distinta. Su opinión, autorizada por el día a día del trabajo desinteresado, arroja luz sobre un drama al que casi siempre se atiende sólo cuando se ve. Pero Jerôme recuerda que, aunque desde Europa se intente, «nunca se podrá cerrar el mar» y, pese a que los ojos de muchos no lo vean, continuará habiendo gente arriesgando su vida por llegar hasta aquí.


Hace cosa de tres años, Mauritania y Nuadibú comenzaron a ser familiares para los españoles. Las pateras que cruzaban el estrecho habían dejado paso a los saltos de las vallas que separan las occidentales Ceuta y Melilla de la parte pobre del mundo. Pero entonces comenzaron a llegar embarcaciones a las Islas Canarias. Al paradisíaco y turístico archipiélago arribaban grandes y coloridas embarcaciones llenas de subsaharianos. Y Nuadibú apareció en el mapa de los españoles.


Por aquel entonces, Jerôme llevaba tres años al frente de la misión. Pese a que dice no ser «un profeta», cuenta cómo advirtió lo que ocurriría. «Cuando en 2006 se cerró Ceuta y Melilla, supe que esa gente viajaría al sur y buscaría otros lugares desde los que cruzar». En la frase, sur es sinónimo de Mauritania, no tan cerca de Canarias como Marruecos, pero entonces menos controlado.


Jerôme afronta su trabajo con una idea clara y no quiere caer en la trampa occidental de ver a los inmigrantes únicamente como viajeros hacia Europa. «En Nuadibú tenemos seis grupos diferentes», explica. Por un lado están los refugiados – «que huyen de la guerra» – , también hay criminales – «llegan huyendo de la Justicia» – , víctimas de los traficantes de hombres – «especialmente mujeres, la mayoría metidas en la prostitución» – , pero también hay inmigrantes económicos – «que llegan para hacer sus propios negocios» – y, finalmente, los que usan Nuadibú como última o penúltima escala de su viaje.


Él trabaja con todos, pero tiene un trato especial con quienes fijan su mirada en Europa. Jerôme cuenta que su trabajo no es convencerles de que no viajen. Pero sí se empeña en que conozcan bien los riesgos. Vídeos, fotografías, historias reales de quienes partieron y nunca regresaron, visitas a cementerios… Si asumen el viaje, que sepan a qué se enfrentan. Y, siempre, la petición de que mantengan contacto.


Al preguntársele por las mafias se ríe. No asocia el concepto y hay que explicarle que hablamos de tráfico humano. Al fin y al cabo, es lógico: «No se esconden, no son clandestinos, todo el mundo sabe quiénes son, cualquiera puede señalarlos y mostrarte luego la casa que se ha construido». A la mafia le llaman connection y los traficantes de hombres son connection men, literalmente, hombres contacto.


¿Y qué piensa de las políticas española y europea de inmigración? «Es propaganda política». Razona: «Los africanos que entran en Europa suponen el 5% de toda la inmigración» Y no entiende el «ruido» que se genera. «Es como si toda África fuese a venir a Europa».


Pero, aunque no lo dice, también le huele a hipocresía. «Siento que se está jugando con la vida de mucha gente» y rememora lo que desde aquí analizamos como cambios en las rutas de salida de la inmigración y él ve como chantajes y «políticas de propaganda». Apunta a 2006: «Nadie puede convencerme de que las autoridades mauritanas no podían controlar la llegada de gente a Nuadibú e impedir su salida». Y acusa: «Dejaron llegar a mucha gente para coger los cayucos y morir en el mar». ¿Por qué? «Sólo para hacer fotos y hacer propaganda diciendo ‘un montón de gente quiere ir a España, tenemos que pararles y tenéis que darnos dinero’». Y concluye: «Esto es hacer propaganda con la política y jugar con vidas humanas».


¿Y la Alianza de Civilizaciones? «¿Qué papel tiene África ahí?» ¿Y el impulso de África en los foros internacionales? «No es un problema de europeos y africanos». Es algo más básico. La única solución es «un mundo verdaderamente libre».


Jerôme mantiene que si se dejase ir y venir sin trabas, la gente emigraría sólo de forma temporal. Y lo argumenta: «Hace pocos años que Polonia ha entrado en la Unión Europea y hubo gente que decía que si Polonia pasaba a formar parte de la UE, los polacos entrarían en Europa y no volverían. Hoy, es al contrario, los polacos se quedan en Polonia, son libres para viajar y volver a su país y no han aterrizado en Europa como se esperaba».


La clave para él es libertad de movimientos, «sin importar el color, sin importar los conflictos, sin arrastrar nada. Libertad». Mientras, Jerôme seguirá atendiendo a quienes esperan su oportunidad para llegar.


Los que llegan son el 30% de los que salen


El discurso de Jerôme parte de una lógica: África es en sí misma y sus problemas no pueden verse desde el prismático europeo. No todos los que llegan a Nuadibú son una preocupación para España. Al menos, antes de llegar a serlo, son un problema de África. Por eso, es reticente a decir cuánta gente aguarda ahora en su ciudad esperando para poder dar el salto. «Si me preguntas cuántos inmigrantes hay te lo puedo decir, pero si lo que me preguntas es cuántos van a ir a Europa, no puedo decírtelo porque no conozco la mente de la gente». Lo dice tranquilo, sin resquicio alguno de malicia, pero transmite seguridad y contundencia. Aún así aporta un número: «Creo que la población de Nuadibú es de 90.000 personas. Pues el 20% son inmigrantes». Aunque ahora Mauritania no es una ‘zona caliente’ de salida de inmigrantes hacia España, Jerôme recuerda las cifras oficiales de 2006, cuando sí lo fue. «Hablan de 48.000 personas». Pero matiza, esos son los que salieron… y llegaron. Él tiene su propio porcentaje que parte, una vez más, de su experiencia. De los 3.000 que conoció personalmente y salieron hacia Europa, sólo llegaron el 30%. El resto desapareció en el mar o fue interceptado y repatriado. La correlación es sencilla. Pero por si acaso, Jerôme especifica: «Esos 48.000 sólo son el 30% de los que partieron de Nuadibú».

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