Un boliviano que sufrió abusos laborales en Buenos Aires diseña moda y abre una escuela para chicas

El Periodico, 22-12-2009

En Argentina hay unos 15.000 talleres que elaboran 250 millones de piezas de indumentaria al año. Una persona confecciona 50 camisas durante una esclavizante jornada de más de 14 horas. Los dueños de esas fábricas de la piratería suelen contratar inmigrantes sin papeles, en su mayoría bolivianos. Guido Fuentes fue uno de ellos. «Al principio no sabía ni como apretar el pedal de la máquina de coser», explica.
Con el tiempo, sin embargo, Fuentes se convirtió en diseñador vocacional. Ahora tiene su propia agencia de modelos en la Villa 31. Ese universo de chabolas está apenas separado por la avenida Libertador de una de las zonas más ricas de la ciudad de Buenos Aires. «Quiero que todo el mundo vea que acá también hay chicas lindas», aseguró el creador, como si en ese acto de visibilidad tratara de refutar una vieja sentencia clasista atribuida a la escritora Beatriz Guido: «La belleza es una propiedad formal de la derecha».
La 31, como se la conoce, es uno de los espacios urbanos más codiciados de la capital argentina. El metro cuadrado valdría unos 2.500 euros, toda una fortuna para los valores de la industria de la construcción de este país. Pero en esas 20 hectáreas a la vera del ferrocarril viven unas 30.000 personas de bajos recursos. En su mayoría son trabajadores y provienen de Bolivia, Perú y Paraguay. A veces, los habitantes de este asentamiento no tienen agua o puede faltarles la luz. En esa villa, donde el hampa y la droga tratan de escribir sus propias reglas, Fuentes abrió la escuela Guido Models para dar a 30 jóvenes y adolescentes «una nueva perspectiva de vida». El diseñador sacudió los cimientos emocionales de la comunidad el día que realizó un desfile de moda «por la integración» sobre un terreno en el que se suele jugar a fútbol. Mientras las chicas se deslizaban con garbo por la improvisada pasarela, unos altavoces escupían la misma música que se utiliza en los eventos de Dolce & Gabbana.
La 31 no solo es conocida por la crónica policial. Allí se celebra uno de los más coloridos acontecimientos de la inmigración boliviana: la procesión de la Virgen de Copacabana, la patrona de ese país. El ritual contribuye a atenuar la sensación de desarraigo y marginalidad. En las calles de la villa se reza, pero también se come, se bebe, se baila y proliferan los disfraces. A contramano de esa tradición, Fuentes consideró que el modelaje podía ser, más que una posibilidad de ascenso social, una forma de defender la identidad de los que viven en ese otro Buenos Aires, a pocos metros del selecto Patio Bullrich y el Palais de Glace, asiduos escenarios de la alta costura.
Fuentes gastó sus ahorros en adquirir dos máquinas de coser con las que diseñó la ropa que usaron las modelos. Tardó cinco meses en enseñarles a ellas a desplazarse con estilo sobre los tacones de aguja y mirar al público como futuras celebridades.
Al principio se le rieron en la cara. El primer día de clase en su escuela solo tuvo tres discípulas. Claro que un par de semanas más tarde la convocatoria llegó a 30. Las chicas, de entre 8 y 21 años, aprendieron a desfilar, a girar sobre sus talones y a contonearse, en el estrecho pasillo de su casa. «Quiero ser modelo. Estoy segura», dijo Karen, de 13 años, al diario Perfil.
«Tengo miedo de caerme en medio del desfile», confesó la púber Carla, antes de pavonearse frente a los vecinos. Enseguida superó el pánico escénico. Fue una de las más aplaudidas. El desfile terminó siendo todo un acontecimiento y Fuentes no pudo escapar a la lógica de la frivolidad.
Fuentes es admirador de Benito Fernández, el modisto de algunas de las prendas que utilizaron las actrices de Sex and the city en su última película. «Es osado, como me gusta a mí: con escotes y minifaldas», dijo sobre su colega. Gracias a su desfile contra la discriminación, el boliviano pudo conocer al estilista argentino.
Mundos paralelos
Esos mundos paralelos de la alta y baja costura están separados por pocas cuadras. La boutique de Fernández queda en la selectísima calle Arroyo. Para llegar a ella desde la villa, solo hace falta cruzar la avenida Libertador. «Eres el ídolo de mis empleadas: te han visto en la televisión», le dijo Fernández al recibirle. Fuentes le contó de sus planes para fortalecer la agencia y los diseños que ya imagina.
Mientras tanto, en la Villa 31, Melissa, una de las top model, siente también que algo ha cambiado en su vida. «Me empezaron a pedir autógrafos», aseguró.

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