La Iglesia se enroca ante una Europa laica y diversa

Público, DIEGO BARCALA, 21-12-2009

El ensalzamiento de la raíz cristiana de la construcción europea igual sirve para mantener los crucifijos en las aulas, prohibir los minaretes en las nuevas mezquitas, vetar el uso del velo o pelear contra el aborto. El Vaticano tiembla ante el avance de una Europa más diversa y sobre todo más laica. En su cruzada por recuperar el peso político de siglos pasados la Iglesia católica ha radicalizado su influencia con los partidos democristianos. Para defender su discurso reaccionario no duda en resucitar el debate de la separación de la fe y la razón.

El integrismo ha sido la respuesta católica ante una Europa que empezó a cambiar hace un siglo. “El crecimiento de otras opciones religiosas está detrás, pero, sobre todo, influye que el pensamiento basado en la razón y la secularización ha alcanzado en Europa su grado más alto”, analiza el presidente de la asociación Europa Laica, Francisco Delgado. “El discurso de Ratzinger sobre el desvío moral de Europa terminó con la Ilustración”, analiza el presidente de la Fundación Cives, Victorino Mayoral.

Sin embargo, algunos sociólogos sostienen que la esencia del modelo republicano francés defiende la tolerancia, no las prohibiciones. “En el fondo de esas medidas está el mismo mensaje de los que dicen: no soy racista, pero el islam atrae problemas de integración”, explica el sociólogo de la Universidad Rovira i Virgili, Jordi Moreras.

La reacción de Francia ante el debate no sorprende a los expertos en laicismo que mantienen su fe en una tradición centenaria de Estado laico. “Su modelo sigue vigente pese a la reacción que la derecha tiene ante la presencia del islam en Francia, donde esta minoría es la mayoritaria de Europa. Mezclar el Estado laico con la integración de los inmigrantes se le volverá en contra a Sarkozy”, opina Mayoral.

“Benedicto XVI asegura que las mezquitas tendrán derecho a crecer en Europa cuando permitan construir iglesias en Arabia Saudí. Es un mensaje terrible a la sociedad”, añade Moreras. “Es necesario recalcar que algunas parroquias hacen una tarea encomiable en la integración de los inmigrantes en la sociedad, lo que no se corresponde con los mensajes lanzados por el Vaticano que corresponden más a una clave política”, matiza Moreras.

El origen cristiano de la creación de Europa volvió al púlpito tras la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo del pasado 3 de noviembre. El fallo afirmó que los símbolos religiosos en las aulas atentan contra la libertad de conciencia de los padres a educar a los hijos en las creencias que ellos elijan. El Vaticano aseguró que los símbolos están “profundamente ligados a la identidad histórica, cultural y espiritual del pueblo italiano”, en palabras del portavoz papal, Federico Lombardi. “No es por este camino como se ayuda a amar y compartir la idea de Europa”, concluyó el portavoz de Ratzinger.
España más radical

La máxima expresión del integrismo católico está presente en la jerarquía católica española. La sentencia de Estrasburgo, que tiene un proceso paralelo en los tribunales españoles con otras denuncias contra los crucifijos, fue calificada por los portavoces del episcopado español como “un ejemplo más de la cristofobia actual”. El Gobierno socialista se ve obligado con frecuencia a advertir que su papel social no es influir en la política.

Sin embargo, la alianza entre altares y parlamentos ha alcanzado grandes éxitos en la política española actual. “La opción laicista supone una confrontación ilimitada en nuestro país de tradición, ascendencia e historia esencialmente cristiana”, argumentó la pasada semana el juez de Castilla y León Francisco Javier Zataraín para oponerse a la retirada de los símbolos en los colegios. Con las mismas palabras defendió el diputado del PP Juan Antonio Trinidad idéntica postura en el Congreso.

“El problema del integrismo es que lucha contra un adversario imaginario en el que sitúa a los que defienden las reglas básicas del respeto y las libertades”, analiza Mayoral.
El miedo al islam en Europa

ELENA ARIGITA, experta de Casa Árabe-IEAM. Autora de ‘Musulmanes en España’.

El referéndum suizo para prohibir la construcción de alminares ha reavivado en Europa el debate sobre el miedo al islam. Parece haber consenso en que la consulta pertenece en exclusiva a Suiza, pero su impacto permite analizar en clave europea los elementos comunes y distintos de cada país. Entender las dinámicas que alimentan el miedo al islam y su articulación en Europa y en los contextos nacionales es indispensable para combatirlo.

Aunque la consulta sería impensable en otros países, algunas situaciones a nivel local dificultades administrativas para construir mezquitas y puntual rechazo vecinal contra estas hacen pensar que el miedo que ha movilizado el voto en Suiza puede tener un poso común en Europa, aunque haya consenso en calificar los incidentes como islamofobia, maurofobia o xenofobia. ¿Importa cómo calificar esas manifestaciones de rechazo a las mezquitas y al islam? Definitivamente, sí. Es importante trazar la genealogía de esa fobia temor irracional a desvelar las lógicas que la alimentan, y de qué maneras se articula para abordar potenciales conflictos sociales.

La islamofobia es un fenómeno nuevo que se construye en dos niveles, global y nacional, entrelazados, retroalimentados y que permiten justificar el temor. En el nivel global, el orden geopolítico internacional alimenta la percepción esquemática de que el islam es incompatible con los valores democráticos y los derechos humanos, esencializados a su vez como patrimonio exclusivo de Occidente. En los contextos nacionales, ese debate se ve legitimado por la construcción histórica del islam como el “otro” ajeno a Europa.

Desde otra perspectiva, que a menudo sirve para reivindicar posturas antiislámicas, la intolerancia en países musulmanes hacia otras religiones no puede ser una coartada que justifique la discriminación de los musulmanes en Europa, pues esa actitud erosiona el marco democrático, plural y de libertades que reivindicamos en las sociedades occidentales.

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