Suma de acentos y colores

El Correo, 20-12-2009

Diversidad, eso es lo que caracteriza a la pirámide poblacional mirandesa. Una ciudad que crece a base de la creación de empresas y el desarrollo de la red ferroviaria forja su carácter con la suma de identidades. En aquellos pretéritos años emergentes a los mirandeses de ‘toda la vida’ se unieron los emigrantes nacionales, hombres y mujeres venidos de todos los rincones del país. Así, la fotografía de Miranda surgía después de reunir rasgos de andaluces y extremeños con los aportados por los procedentes de Aragón o Galicia; todos ellos salpicados por los propios de los llegados de infinidad de pueblos castellanos o de los de La Rioja.

Ahora, ya en el siglo XXI, Miranda sigue siendo un lugar propicio para la suma y para hacer todavía más amplio el abanico de procedencias. Eso sí, unida a la dinámica general, ahora los que recalan aquí vienen de más lejos y, cuando se habla de estos nuevos ciudadanos hay que remitirse inevitablemente a culturas, países y razas diferentes; son inmigrantes de otros países y continentes. La mayoría jóvenes que dejaron atrás sus raíces para buscar un futuro mejor. Y es ahora, en tiempos de crisis cuando este colectivo se convierte en uno de los más castigados por la situación económica que sobrevuela por todos los rincones.

«Salimos de nuestro país para superar las dificultades que teníamos y, ahora, con la falta de trabajo la situación se complica bastante», así lo ve Abdesslam Achouri, que dejó Marruecos hace más de diez años y ahora cobra el subsidio de 421 euros y paga más de 300 «por el alquiler de la casa; así queda muy poco».

Él vive con su familia y forma parte del 14,1% de los extranjeros censados en Miranda, lo mismo que su compatriota Mustapha Boudchiche, que ha trabajado «en la construcción, en fábricas y en todo lo que ha ido saliendo. No sólo aquí, sino en muchos sitios de España»

En el recuento oficial del padrón municipal, de enero de 2009, de los 39.671 ciudadanos, 5.580 eran de otros países; cifra alcanzada tras la gran progresión de los últimos seis años.

Desde enero de 2004 y hasta el primer mes del año 2009 el incremento ha sido del 162%. De los 2.128 hombres y mujeres procedentes de distintos países, se pasó en 2005 a 2.751. En el padrón municipal correspondiente al 2006 la cifra de inmigrantes se elevó hasta los 3.540. Fue al año siguiente cuando se superó la barrera de los 4.000 y, en el 2008, cuando se detectó una mayor afluencia de inmigrantes. En ese momento los 5.306 censados representaban el 13,4% de la población total de la ciudad.

Miranda podría, hoy por hoy, establecer su particular mapa mundi; no en vano por la Ronda del Ferrocarril o en el parque Antonio Machado, en la calle La Estación o en cualquier otro rincón más o menos céntrico pueden cruzarse viandantes de 64 nacionalidades diferentes. El continente más representado es el europeo, con nacionales de 24 estados; como es el caso del alemán Dierk Wege. Él, a sus 53 años ha querido probar fortuna «tras la apertura de los mercados, aunque ahora no es el mejor momento». Su caso es un tanto particular porque ya conocía Miranda, «como turista», y dice que fue como «un amor a primera vista» y, después de dejar la zona del Levante se decidió «por un lugar parecido a Bremen que es de donde vengo. A mí me gustan las ciudades con río; ésta me parece bonita».

Las coincidencias con su país de origen son menores para los que llegan desde Iberoamérica, como es el caso de Liliana Figueredo y Jorge Martínez, una pareja procedente de Paraguay. Llevan año y medio fuera de su país y tras pasar por Murcia y Málaga han dejado atrás sus profesiones de peluquera y conductor de autobús para dedicarse, ella a realizar tareas domésticas y él, a cuidar a personas mayores.

«Vinimos por cuestiones económicas y, como trabajamos los dos, estamos bastante bien, pero nos dolió mucho tener que dejar allí a padres y hermanos». Hablar de ellos entristece la mirada de Liliana, pero se apoya en Jorge y los dos dicen estar «contentos porque aquí la gente nos ha acogido muy bien, no hemos tenido ningún problema».

Los mismos motivos hicieron que la boliviana Katerine Pessoa de tan sólo 23 años lleve ya tres y medio fuera de su tierra. Albacete, Murcia, Valencia, Bilbao y Vitoria fueron sus pasos previos antes de llegar a Miranda. «Aquí estoy con mi bebé y ahora mismo no tengo empleo. Espero que la situación mejores y pueda volver pronto a trabajar».

Ese es también el deseo de Hope Adamu. Es nigeriano y espera que «la crisis acabe pronto». Lleva casi cuatro años lejos de África y en momentos complicados acude a Cáritas donde desde sus servicios jurídicos y programas de empleo «me ayudan mucho».

Liliana, Jorge, Abdesslam, Mustapha, Katerine, Hope y Dierk, emprendieron hace más o menos tiempo un camino forzado por las circunstancias que les ha llevado a recalar en Miranda, ciudad que esperan sea de paso. Están a gusto, pero el sueño de todos es el mismo: «Regresar». Se han adaptado a las nuevas costumbres pero que en Marruecos, Bolivia, Paraguay, Alemania y Nigeria esté una parte importante de sus familias les lleva irremisiblemente a la añoranza.

Hay también entre los inmigrantes otras historias en las que la mirada de sus protagonistas se fija sólo en la posibilidad de establecerse de modo definitivo en Miranda. Ese es el caso de Rocío Andrade Zanetti, ecuatoriana con sangre italiana en sus venas. Hace nueve años dejó Guayaquil y trabaja en la hostelería. «Estoy aquí con mi esposo, mis tres hijos y tengo cuatro nietos, más otra que está en camino». Los más pequeños son mirandeses y eso, unido a que «por fortuna tenemos trabajo, pensamos quedarnos aquí para siempre, mientras no nos echen…».

Nuevas leyes

El comentario, que parece una simple frase hecha, lleva a la reflexión y más aún en un momento en el que la crisis económica general acucia. En tiempos difíciles no es extraño que se busquen culpables y el colectivo inmigrante está acostumbrado a verse señalado como el causante de la falta de trabajo.

En asociaciones como Cáritas, en la que afirman que con la nueva Ley de Extranjera «perdemos todos», lo saben bien. Hasta el pasado 31 de octubre en su asesoría jurídica atendieron a 550 personas a las que ayudaron a renovar sus permisos de trabajo o residencia, «aunque han descendido», o a tramitar cuestiones relacionadas con el arraigo social. Y por el programa de empleo pasaron 161 hombres y 509 mujeres. Eso sí, Soraya Sáiz apunta como dato que «este 2009 se ha producido algo que no ocurría desde hace cuatro o cinco años, hemos atendido a 33 españoles».

El trabajo escasea, es una evidencia incontestable, pero también lo es, según Lidia Andueza, que la afirmación más o menos generalizada de que el inmigrante quita empleos a los nacionales «es totalmente falsa. La ley marca que siempre que haya una persona española en el paro, un inmigrante jamás podrá ser contratado inicialmente en ese trabajo. No conocer la ley hace que nos acabemos creyendo muchos tópicos».

Esta abogada, a la que no le duelen prendas a la hora de argumentar que conocer de primera mano las situaciones personales de los extranjeros implica que no puede ser del todo objetiva, dice que España se ha caracterizado siempre por ser un país solidario. «Seámoslo también en tiempos de crisis y no aprovechemos estas situaciones para criminalizar al inmigrante». Máxime cuando ellos han sido, en momentos de bonanza, «los que con sus aportaciones a la Seguridad Social han ayudado a mantener saneada la economía».

Para los que llegaron a Miranda la suerte ha sido dispar, pero unos y otros eligieron esta ciudad para convertirla en la catapulta hacia la consecución del sueño común de tener un futuro mejor.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)