El debate sobre la identidad en Francia está sembrado de minas. Mientras sigue coleando la polémica sobre los minaretes, 104 diputados de la UMP, el partido del Gobierno, han abierto un nuevo frente firmando una proposición de ley que prohíba las banderas extranjeras en las bodas civiles. Para casarse, en Francia es obligatoria la ceremonia en el Ayuntamiento.
Los diputados consideran que, aunque es una práctica aislada, la introducción de una bandera que no sea la francesa «distorsiona la conciencia nacional» igual que los silbidos contra la Marsellesa en los estadios. La propuesta ha añade un elemento más de división entre la derecha y la izquierda en el debate sobre la identidad. La intervención de Nicolas Sarkozy, que ha pedido a los musulmanes que vivan su fe con «humildad y discreción», tampoco ha reconducido las cosas. Los musulmanes le reprochan que los trate como ciudadanos extranjeros.