ARTÍCULOS

Crucifijos y mezquitas

El Correo, TEODORO LEÓN GROSS , 09-12-2009

Este puente de diciembre, tan arraigado en el calendario nacional del ‘dolce far niente’, se sostiene sobre dos fiestas desiguales. Y esa suma natural de la Constitución y la Inmaculada tal vez pueda dar alguna pista a Zapatero mientras desactiva la mina sociológica que le ha sembrado su partido en el Congreso con la eliminación de los crucifijos de los colegios a iniciativa de Esquerra. La herencia de la tradición religiosa está en la piel de la vida cotidiana del país, con toda normalidad. Se puede celebrar a la vez la carta de derechos civiles y un viejo asunto de fe, sin conflicto ni asperezas. Por eso este puente es una buena metáfora del río de la Historia; y una lección de normalidad salvo que Esquerra también aspire a eliminar las fiestas religiosas del calendario. De hecho hay hasta seis: Epifanía del Señor, Jueves y Viernes Santo, Asunción, Todos los Santos, Inmaculada y Natividad. Sería una buena tarea de deconstrucción.
El laicismo aún ha de recorrer un largo trayecto en España, sin duda; pero será sobre consensos o no será más que el flujo y reflujo recurrente en la historia cainita del país. Su éxito no va a llegar con la prohibición por decreto de los símbolos y festividades. Esa herencia cristiana forma parte del paisaje cultural, aquí y en toda Europa, como la silueta de los campanarios en el ‘skyline’ de las ciudades. «Con la Iglesia hemos dado», dice don Quijote aliviado cuando caminan perdidos de noche y logran orientarse al ver un campanario.
Y en este paisaje, a pesar de la reacción suiza, también se elevan minaretes de mezquitas, viejas y nuevas sinagogas, templos budistas frente al Mediterráneo. La diversidad es parte consustancial de la sociedad abierta, donde se imponen los códigos de la tolerancia frente a los talibanismos excluyentes y prohibicionistas. Hace un siglo tal vez se requería un cirujano de hierro como Azaña para romper el tabú de la tiranía de las sotanas, pero ya es tarde para ensayar el papel de Juliano el Apóstata prohibiendo la cruz incluso en centros concertados con más de un siglo de tradición religiosa. El laicismo sólo puede ser racional para no convertirse en una nueva inquisición invertida.
Parece claro que La Moncloa autorizó la iniciativa parlamentaria de proscribir los crucifijos, porque no es verosímil que el grupo socialista actuara solo; y fue un error. La maniobra resulta obvia: llevar al PP a una polémica de desgaste. Ésta es seguramente la técnica de márketing político que mejor domina el presidente. En definitiva, según la tesis de Lakoff, el éxito electoral es para quien controle la agenda aun con debates artificiales. Y ahí se sitúa esta polémica. Tal vez así los socialistas ganen puntos, pero el país no.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)