Sarkozy afirma que los minaretes son «ostentosos»

El Mundo, RUBÉN AMÓN. CORRESPONSAL, 09-12-2009

El presidente francés pide «comprensión» para los suizos que rechazaron el símbolo París


Nicolas Sarkozy ha renunciado a dejarse llevar por su primer impulso en la polémica de los minaretes. Podría haber reaccionado en caliente al conocerse el desenlace del referéndum suizo, pero se ha concedido 10 días de prudencia y de reflexión interiores.


El veredicto final constaba ayer en las páginas del vespertino Le Monde y, en realidad, se atiene bastante a las expectativas. Empezando porque el jefe del Estado francés considera que los minaretes son un «ejemplo ostentoso» y terminando porque «comprende» la reacción plebiscitaria de los helvéticos: resulta que el 57% de sus vecinos han votado no contra la erección, valga el ambiguo término, de alminares musulmanes.


«Los pueblos europeos son acogedores, tolerantes […] y no quieren que su marco de vida, su modo de pensar y sus relaciones sociales sean desnaturalizadas […] porque el sentimiento de pérdida de identidad puede causar un profundo sufrimiento», escribe Sarkozy.


Es la respuesta a la controversia suiza y la manera de ganar terreno en el debate identitario que él mismo ha inaugurado valiéndose del sudor de Eric Besson. Así se llama el ministro de Inmigración e Identidad Nacional, aunque la oposición francesa lamenta coralmente la «amalgama ideológica» que define a la propia cartera gubernamental.


No le importan a Sarkozy semejantes reproches, entre otros motivos porque el acopio de la patria, de la identidad, de la seguridad y de la inmigración son las bazas que airea y maneja con soltura cada vez que se aproxima una cita electoral más o menos comprometedora.


En este caso se trata de las regionales de marzo, aunque los comicios en cuestión preocupan bastante más a las filas socialistas. No sólo por la división interna y por los progresos de los verdes que lidera Cohn – Bendit. También porque la izquierda francesa se desenvuelve con incomodidad en la cuestión identitaria, en la partitura de la Marsellesa y en los problemas relacionados con la inmigración y la comunidad musulmana.


De ahí el interés que había suscitado el referéndum de los minaretes. François Fillon, primer ministro con uniforme de bombero, había realizado el viernes un elogio de la religión musulmana y una condena del islamismo radical, pero Nicolas Sarkozy ha sido más contundente a propósito de los valores republicanos.


«En lugar de criticarlos [a los suizos] deberíamos comprenderlos […] La identidad nacional es el antídoto contra el comunitarismo y el tribalismo […] Cada cual debe saber guardarse de toda ostentación y de toda provocación y, consciente de la suerte que tiene de vivir en una tierra de libertad, debe practicar su culto con humilde discreción», señala la carta abierta.


Abierta y cerrada, toda vez que la oposición francesa y algunas personalidades de la derecha sostienen que Sarkozy excluye a la comunidad musulmana de la identidad nacional – seis millones de personas – y abre de manera inconsciente la caja de Pandora.


Sirva como ejemplo el caso de Dominique de Villepin, ex primer ministro, a la vez que compañero de Sarkozy en el partido gubernamental (UMP), y ahora más que nunca enemigo político del presidente: «El artículo del jefe del Estado es una trampa absurda y autoritaria, más allá de las evidencias electoralistas y de la escasa idoneidad con que Sarkozy puede criticar la ostentación».


Se refiere el poeta y el delfín de Jacques Chirac a la opulencia del presidente de la República. Tan evidente y tan sospechosa que se le conoce en Francia como Sarkozy bling, bling. Una expresión onomatopéyica que proviene simbólicamente del ruido que hacen las cadenas de oro al chocar las unas contra las otras cuando se llevan colgando en la pechera.


La metáfora se añade a otros comentarios de indignación que se han sucedido al hilo del controvertido artículo del presidente francés en Le Monde. La socialista Ségolène Royal, por ejemplo, acusa a su antagonista de convertir la polémica en una manera de pescar votos en el caladero del Frente Nacional, mientras que otras voces más radicales, como el izquierdista Jean – Luc Melechon, equiparan la demonización de los minaretes a la persecución de las sinagogas en el preámbulo de la II Guerra Mundial.

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