Luces y sombras del Poble Sec

El incivismo y la marginalidad amenazan con quebrar la convivencia del popular barrio barcelonés Algunos problemas del Raval encienden las señales de alarma tras cruzar la avenida Paral · lel

La Vanguardia, , 04-12-2009

LUIS BENVENUTY – Barcelona
Suciedad, incivismo, gritos, tirones, jeringuillas… Vecinos del Poble Sec alertan de que algunos de los problemas más truculentos del Raval están cruzando el Paral

· lel, minando lentamente, desde primeros de año, la cohesión social y el orgullo del barrio. El Ayuntamiento ni lo niega ni baja la guardia. La experiencia en Ciutat Vella ilustra lo difícil que es recuperar el control de un barrio abandonado. Los problemas vienen fraguándose desde hace años. El Poble Sec fue de los primeros rincones de Barcelona en beneficiarse de la ley de Barrios por el riesgo de degradación que presentaba.

Georgidan es un habitual de la narcosala. Por la noche sus párpados se derrumban en un colchón junto a la plaza de las Tres Xemeneies. Dice que en el Poble Sec se duerme más tranquilo que en Ciutat Vella. Entre tanto, una mujer de provecta edad increpa desde su ventana de la calle Blai a unos jóvenes caribeños. Les dice que no griten, que no puede dormir. “El Raval se ha puesto peligroso – dice el rumano Georgidan-,muchos te roban la droga. Duermo aquí desde hace cuatro meses y no me ha pasado nada”. Los caribeños insultan a la mujer. Las angostas calles amplifican el eco. Las groserías corren por el barrio. “En el Raval consigues droga y comida…, pero estoy más a gusto en el Poble Sec. ¿Me das cinco euros?”.

Una piedra rompe en pedazos los vidrios de un balcón de donde pende una pancarta que, con una tipografía similar a la que prolifera por el Raval, reza “Volem un barri digne”. El Chino amenaza con extenderse al Poble Sec. También es cierto que el barrio está de moda como nunca. Como el Raval. Los artistas le han echado el ojo. Dicen que será como el Soho del Nueva York de los 70. Los locutorios y los negocios de envío de dinero se suceden de modo monótono, alternando con restaurantes de calidad y galerías.

Los contenedores y las papeleras rebosan desde primera hora de la tarde. Apestan como los parterres llenos de excrementos. La dejadez administrativa se trufa con el ir y venir de la ciudadanía. Los árboles necesitan una poda. Son tan frondosos que ocultan las farolas.

La Unió de Veïnsdice que el incivismo está erosionando la convivencia del Poble Sec. Por ello, llamaron a la plataforma Raval per Viure y les encargaron las pancartas. Las discusiones, las peleas y los robos violentos no cesan de crecer, sobre todo en la calle Blai y alrededores, en el corazón del barrio. En ocho meses, doce ancianos denunciaron ante los Mossos atracos a la salida del banco. Al caer la tarde, las esquinas se llenan de grupos de dominicanos de todas las edades. Según la Unió, estas reuniones originan las quejas.

Más abajo, entre las sombras de los jardines Hortes de Sant Bertran y Walter Benjamin, junto al mar, Andrea y su novia, dos italianos veinteañeros que hasta hace poco tenían el colchón en el parque de Sant Pau, en Ciutat Vella, se buscan en las piernas venas que no estén encallecidas. Siniestras sombras hacen lo propio en las faldas de Montjuïc.La heroína siempre ha estado presente en este rincón de la ciudad. Aquí paraba el que llegó a conocerse como yonquibús,el 38, camino de Can Tunis. Pero Can Tunis no es lo que fue y los italianos dicen que huyen de otros drogadictos del Raval que se dedican a robar a los solitarios. En las proximidades, se cuentan dos coches con un cristal roto. La Guardia Urbana despierta a los indigentes a las siete de la mañana.

“Llegué al barrio hace cinco años. Entonces estábamos más tranquilos. Ahora es necesaria más policía”, explica el caribeño Daniel Sánchez en su peluquería de la calle Margarit. Aquí puede uno escuchar los noticieros dominicanos, enterarse de quién ofrece un empleo o quién realquila una habitación. Las peluquerías latinas son puntos de encuentro yde reunión. “Algunos de los últimos en venir no saben comportarse. Hay uno que va siempre gritando y molestando, enseñando un cuchillo. Tanta pelea no es buena para el negocio. Además, los pisos aún son muy caros, y por culpa de la crisis hay menos trabajo: la gente tiene que compartir las viviendas. No están acostumbrados a vivir con tan poco espacio y pasan el día en la calle. Pensaban que la vida en Europa sería más sencilla”.

El Poble Sec, según el padrón municipal, suma unas 16.500 viviendas. De ellas, al menos un millar están ocupadas por una cifra de cinco o más adultos, y más de doscientas por nueve o más personas que moran en ellas.

Aquí viven unos 41.000 vecinos. Casi una tercera parte son inmigrantes, una proporción a medio camino entre la media barcelonesa y la del Raval. “Pero en este barrio no hay racismo – retoma Sánchez-.Tengo muchos clientes catalanes. Aquí no va cada uno por su lado según la piel. Hay una minoría incívica que padecemos todos”.

En el Poble Sec las señoras mayores del barrio de toda la vida se paran en la calle para celebrar con las inmigrantes lo guapos que son sus bebés. La encargada de la carnicería Roser, Carme Surren, explica que nadie entra en las tiendas en función del origen del dependiente. Todo el mundo deja una lata en la caja donde se recoge comida para las familias más afectadas por la crisis. Los mayores lamentan que ya no hay respeto y que no se puede andar de noche por la calle. Pero la solución no se reduce a incrementar la presencia policial y despertar a los indigentes a las siete de la mañana.

La Coordinadora d´Entitats del Poble Sec rechaza colgar pancartas porque entiende que ya viven en un barrio digno. Con todo, advierten que es necesario organizar más campeonatos de futbito, aprovechar los patios de los centros educativos, abrir la biblioteca los sábados por la tarde y los domingos, traer más educadores sociales y mediadores, redoblar los esfuerzos para que las entidades ciudadanas se acerquen aún más a los recién llegados… De lo contrario se corre el peligro de echar a perder la cohesión social y el orgullo de un barrio donde la gente aún baja la basura en bata de boatiné porque la calle sigue siendo una prolongación del hogar. La desafección va en aumento. Cada vez son más quienes dicen que todo es una porquería.

En el bar Como en Casa la bandera dominicana luce junto a la de los castellers de Poble Sec. “No basta con más policía – dice tras la barra Luis Carlos Paula-.Hay que cambiar unos comportamientos que están dañando los negocios, ofrecer alternativas para que la gente no pase tanto tiempo en la calle. En el Poble Sec se vive muy bien, caminas por la calle con el pecho abierto, sin miedo. Pero ahora hay más incertidumbre e intranquilidad que nunca”. Y el cubano Samuel Salabarría le dice a Luis Carlos “menos penas y promocione sus boleros”. Luis Carlos dice que el bolero nunca pasa de moda: “Cada vez más añejo… Canto y toco la guitarra con Los Tainos, antes en el Portal de l´Àngel, pero ahora sólo en el Café da Madeira, en Via Laietana, porque cantando a pelo en la calle necesitas un amplificador y ya están prohibidos”.

“Yo soy pintor – retoma el cubano-.Vine hace dos años a buscarme la vida porque esto es muy barato, como el Soho de antes de que llegaran los yuppies de los años ochenta. Ya están viniendo los de la Quinta Avenida a abrir galerías de arte. Hay gente importante de primera línea y otros que nos abrimos paso”. Su obra es habitual en el Horiginal, un bar ubicado frente al Macba.

Como ya explicó La Vanguardia recientemente, los precios de los locales y la centralidad han traído al barrio a músicos como Jaume Sisa, artistas del calado de Benet Rossell, espacios culturales del tipo de La Fábrica, La Frutería, Iluminarte… o compañías de danza caso de la Sol Picó. Este es uno de los lados más positivos de la ravalización.No obstante, Mateo Pérez, uno de los dueños del café teatro Picasso Music Hall, “un restaurante donde desde hace un lustro recuperamos el espíritu de El Molino”, se queja de que “el barrio no ayuda”. “El Poble Sec – añade el empresario-está cada día más de moda, cada día hay más bares y restaurantes de calidad. Pero este interés no se da entre la mayor parte de su gente de toda la vida”. No, entre la mayor parte de la gente del barrio crece la desafección.

LOS VECINOS TEMEN REPRESALIAS POR SUS ACTOS DE PROTESTA www.lavanguardia.es/ ciudadanos
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