emigración

Un larguísimo viaje para reposar eternamente en la playa de Malpica

La Voz de Galicia, Cristina Viu, 12-11-2009

Una mujer uruguaya cumplió el último deseo de su marido, que quería que sus cenizas descansasen en Area da Vila, el arenal del que le hablaba su madre

Una mujer uruguaya cumplió el último deseo de su marido, que quería que sus cenizas descansasen en Area da Vila, el arenal del que le hablaba su madre

María Inés Figueredo partió ayer de regreso a Montevideo. Trabaja en el laboratorio de la Facultad de Medicina y nunca había estado en Galicia. Se casó hace 30 años con Ramón Antonio Castro Fraga, el único hijo varón de un carballés y una mujer de Oza dos Ríos que marcharon a trabajar a Uruguay y jamás regresaron.

Ramón vino por primera vez a Galicia esta semana. Llegó en los brazos de su esposa, en forma de cenizas. Antes de morir, el hombre, de 79 años, le dijo a su mujer que quería descansar en la playa de Malpica. Nunca la había visto, pero su madre, que vivió durante un tiempo en Carballo, le habló muchas veces del mar de la Costa da Morte.

Con la intención de cumplir los deseos de su «adorado Ramonito», María Inés se trasladó a casa de unos amigos que se jubilaron en Ribadavia. Precisamente allí quería envejecer la pareja, que tiene un hijo natural trabajando en Barcelona y otro adoptado que acaba de llegar a la mayoría de edad.

Llevaban cinco años preparando el viaje, «para no volver más». Habían comenzado a vender sus propiedades para pasar sus últimos años en una Galicia que solo conocían por las historias de sus padres y por las referencias de amigos y conocidos que habían viajado recientemente. Cuando a ella le quedaba solo un año para jubilarse, la enfermedad lo torció todo. María Inés tenía muy claro que no iba a permitir que Ramón se quedara sin regresar a su adorada y desconocida Galicia, a la que siempre se sintió muy unido.

En autobús y taxi

Desde Ribadavia, la mujer inició un viaje complicado hasta Malpica. Se fue en taxi a O Carballiño y desde ahí se desplazó en autobús hasta A Coruña, donde cogió otro a Malpica. Preguntó por la playa y allí aventó las cenizas, pero no contaba con el temporal, que la caló hasta los huesos. María Inés agradece el cariño con el que el dueño del bar Jumbol se la llevó para que tomara un café caliente y el aprecio que le dispensó su esposa al hacerle la comida.

La mujer no hace más que hablar de las ganas que tiene de abandonar Uruguay, a pesar de que, en teoría, ya nada la liga con Galicia. Su esposo, que nació y murió en el país americano, ejerció siempre de gallego. Pertenecía a todas las sociedades, votaba en las elecciones e incluso se carteaba con el alcalde de A Coruña, Javier Losada, al que conoció en un acto en ultramar.

María Inés y Ramón Castro apenas tienen familia. Ella es hija única y él tuvo una hermana que murió. Es posible que haya en Carballo o en Oza dos Ríos familiares de este hombre cuya esposa recorrió medio mundo para cumplir el deseo de reposar en el mar de sus padres.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)