Con veintiséis y veinticuatro años, respectivamente, Luis Montoya y Margarita Gabarres se enfrentan desde hace días a la que, sin duda, es la situación más dura que les ha tocado vivir.

Descendientes de una familia dedicada al comercio ambulante que, según quienes los conocen, ha sabido acumular una notable cantidad de dinero y algunas posesiones, Luis y Margarita siempre se han visto apoyados por los patriarcas para educar a sus hijos, que comenzaron a nacer cuando ellos eran poco más que dos adolescentes.

De hecho, fueron los abuelos paternos de Moisés quienes, hace unos años, se comprometieron a ocuparse del chico y a velar por que su régimen fuese el que marcaban los pediatras. Bajo el cuidado de sus antecesores, Moisés empezó a acudir a un centro de día y su salud empezó a mejorar, obteniéndose grandes avances en su estado hasta que su abuela se puso enferma.

A partir de ahí la situación cambió. Ante la obligación de cuidar de su esposa hospitalizada, el abuelo de Moisés se vio imposibilitado para seguir ocupándose de su nieto, que regresó entonces junto a sus padres. Así comenzó a empeorar de nuevo sin que los servicios sociales pudieran hacer nada por evitarlo.

Ellos mismos han reconocido ahora, quizás demasiado tarde, que fueron «inconscientes» e incluso «malos padres», pero de lo que no hay duda es que parecen haberse dado cuenta de su error y de que están dispuestos a hacer lo que sea para evitar perder a su hijo. Ello pese a que saben, y más desde ayer, que las consecuencias de su decisión pueden ser gravísimas.

Juego mediático

Entretanto, el drama de Luis y Margarita se ha convertido ya, por su controversia, en uno de los argumentos mediáticos más jugosos de los últimos meses. Decenas de medios de comunicación de todo el territorio nacional se han interesado por el tema y no han tardado en surgir rumores sobre la venta de exclusivas. Ayer mismo, Montoya salió al paso de esos rumores y aseguró de forma tajante: «Jamás negociaremos imagen alguna del niño».