MAQUINACIONES

Y del ciudadano, ¿qué?

Diario Vasco, www.maquinaciones.infoMIGUEL CHAVARRÍA, 13-10-2009

La idea de asimilar o integrar a los emigrantes se presenta de ordinario referida a un marco territorial. Así se dice, po ejemplo, que deben integrarse en España, o en Euskadi, en Barcelona o en Coscurita del Río Tirón. Sin embargo, la asimilación como proceso y como resultado sólo puede darse cuando hay interacción entre grupos humanos. La asimilación de un grupo humano a un territorio más sería aclimatación que otra cosa.
Hoy en día, en vez de asimilación se prefiere emplear la palabra integración, a la que se asocia con las excelencias de la democracia. Pero si consideramos que integración social equivale a la asimilación y participación de las personas y de los grupos parciales en las tareas, obligaciones y derechos de la sociedad total, comprenderemos la vacuidad de esa distinción, basada, por cierto, en el doble sofisma de que la igualdad de naturaleza entre los seres humanos conlleva la igualdad en todos los órdenes también en el cultural y de que la proclamación jurídica de esa pretendida generalización de la igualdad basta para hacerla efectiva.
Pero ningún escamoteo léxico, ni ninguna declaración jurídica formal pueden anular las diferencias de todo tipo que existen entre los grupos humanos y entre los individuos. Igual de inútiles a ese efecto son las simplificaciones, que consisten en clasificar sin más a los recién llegados como fuerza de trabajo para forzar su admisión; o en dramatizar sobre su condición de víctimas, de necesitados o de discriminados, para hacerlos objeto de compasión; o en cubrirlos con el impreciso nombre de extranjeros con el fin de mantenerlos aislados.
Son las diferencias reales las que convierten en necesaria una política de asimilación, y las que al mismo tiempo hacen de ella una tarea difícil. En contraste con el bla bla bla del multiculturalismo oficial y oficioso, el día a día le está diciendo al ciudadano lo que los políticos se niegan a escuchar: dadas las proporciones del fenómeno, es preciso que la admisión de inmigrantes se atenga a una escala de similitudes, de coincidencias y convergencias. El precio de no hacerlo es crear nuevas fuentes de desarticulación social.
Ni el Estados de las Autonomias ni las Autonomías del Estado, están llamados a asumir el papel de beneficencia mundial atribuible a las oenegés, y tampoco es su papel el remedar a la Iglesia en materia de obras de misericordia como es la de dar posada al peregrino. ¿Es mucho pedir esto en momentos de crisis?

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