La derecha 'ultra' intenta reventar el 12 de octubre

Grupos organizados pitaron e insultaron a Zapatero con una intensidad sin precedentes. Mientras Ruiz-Gallardón y el entorno de la familia real muestran su "malestar", Rajoy evita pronunciarse

Público, JUANMA ROMERO, 13-10-2009

Los 12 de octubre no importan ya por el desfile militar, ni por el número de autoridades que acuden a Madrid a celebrar la Fiesta Nacional, ni por las filigranas de la patrulla Águila dibujando la bandera en el cielo, ni por los aplausos a la Guardia Civil y a la cabra de la Legión. Todo eso ya no importa. Los 12-O, en los últimos años, sirven para otra cosa.

Ahora son el mejor escaparate para que la derecha más radical escupa su malestar contra José Luis Rodríguez Zapatero. Ayer no podía ser menos. El presidente recibió abucheos y pitos en la hora y media que se prolongó la parada militar. Como ilustró el propio jefe del Ejecutivo, “ya forman parte del rito”, de la estampa del 12 de octubre. Pero la imagen contrarió al Gobierno, a la familia real y al mismo alcalde de Madrid. A Mariano Rajoy ni le gustó ni le disgustó. Se le preguntó su parecer. No quiso hablar. “No diré nada de política”, dijo lacónico a la prensa.

El día se llenó de un chorreo de gritos intermitente, impúdico, mucho más intenso que en años anteriores. Incluso cundió la sensación de que estaba organizado. La tensión comenzó a las 10.10 horas, cuando llegó a la plaza de Lima –el escenario del desfile salió de Colón hasta las inmediaciones del Santiago Bernabéu por las obras– María Teresa Fernández de la Vega. Hasta ahora, la vicepresidenta primera del Gobierno se había salvado de los bufidos del público. Ayer no. Por eso sorprendió que le lloviesen los silbidos, que más bien parecieron un ensayo de la tromba que se cernía sobre Zapatero.
“¡Zapatero, dimisión!”

Y así fue. En cuanto el presidente apareció en la plaza de Lima, arreciaron los abucheos. “¡Zapatero, dimisión!”, “¡Fuera!”, “¡Zapatero, embustero!”, coreaban los asistentes ubicados más cerca de la tribuna de autoridades, muchos de ellos pertrechados con pequeñas banderas de España. A los pocos segundos, el eco. Los ciudadanos que seguían de pie el desfile, más hacia arriba en el paseo de la Castellana, reproducían el clamor, los pitos.

Zapatero hizo caso omiso. Se echó a un lado a esperar a la familia real. Con él, Carme Chacón, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón. Comenzaron a charlar, y las cámaras de TVE lo grabaron.

—Ya forma parte del rito –comentó el presidente, quitando hierro a los abucheos.

—Ya, pero podían elegir otro día –respondió el alcalde.

—Entonces serían dos –bromeó la ministra de Defensa–.

Gallardón cabeceó. Les hizo notar su desaprobación: “Si fuese un acto de Gobierno, lo entendería. Entendería que la gente manifestara su protesta contra el Gobierno, pero si es un acto de Estado, no”.

El regidor repitió palabra por palabra el mismo comentario a la prensa una vez concluido el desfile, durante la recepción en el Palacio Real. “Lo podéis poner tal cual, en mi boca –indicó Gallardón a los periodistas–. No me han gustado los abucheos. Son una falta de respeto absoluta”. A su lado, le escuchaba Rajoy. Se le inquirió insistentemente, y en varios corrillos, si secundaba las declaraciones del alcalde. El líder del PP se mostró indiferente. Ni aplaudió ni condenó. “No toca hablar aquí de política”, se excusó. Nada sobre los silbidos al presidente y, por descontado, nada sobre el caso Gürtel.

Hasta en el saludo a los reyes

Sin embargo, los comentarios sobre el rito de la pitada al Gobierno se multiplicaron en el cóctel ofrecido por los reyes. Llamó la atención que Zapatero se llevase las protestas del público no sólo al comienzo y al final del desfile, como sucedía habitualmente casi desde su llegada a la Moncloa. Ayer el presidente fue increpado en varios momentos de la parada militar. El público no perdonó siquiera el saludo del jefe del Ejecutivo a la familia real. Sólo dispensó el homenaje a los que dieron su vida por España.

En la recepción, Zapatero volvió a restar importancia a los silbidos. Pero en círculos del Ejecutivo sí se mostró irritación por lo sucedido.

Quien sí evidenció su “malestar” fue el entorno de la familia real. A la Corona, señalaron, no le gusta nada que año tras año se repitan las imprecaciones contra Zapatero. Es más, “da la impresión”, recalcaron, de que hay “grupos organizados” que quieren reventar los actos del 12 de octubre, que quieren arruinar el homenaje a las Fuerzas Armadas, precisamente en su día más simbólico. Apuntala esta “impresión” el hecho de que los asistentes que abuchean al presidente se ubican próximos a las tribunas de autoridades, en la zona por donde van llegando los coches oficiales.
Nuevo formato de desfile

Al final, la parada militar fue lo que menos importó. Y eso que la de ayer contaba con algunas novedades. La primera, el escenario, la plaza de Lima, en lugar de Colón. La segunda, el orden. Para “matar los tiempos muertos”, Defensa decidió insertar la exhibición aérea entre las dos partes del desfile terrestre –la agrupación motorizada y la infantería y caballería–. Antes iba en el arranque. Y la tercera, el homenaje a las banderas de las organizaciones bajo las que España ha desplegado sus tropas en estos 20 años de misiones internacionales: la OTAN, la ONU y la UE.

Por el paseo de la Castellana desfilaron 4.200 efectivos de los tres Ejércitos, 400 menos que en 2008. Pero todo eso quedó sepultado por la escalada de abucheos de la derecha. Fue una lluvia pertinaz. Y eso que ayer no cayó una sola gota del cielo azul de Madrid.

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