Asier Bastida retrata en la sala Fundación Caja Vital la lucha por la supervivencia de una familia búlgara

Diario Vasco, 29-09-2009

DV. La mirada del fotógrafo vitoriano Asier Bastida se posó hace dos años en una familia búlgara que en busca de una esperanza y un nuevo destino en el que vivir mejor abandonó su país y se instaló en el pueblo navarro de Zúñiga. Su interés por ésta fue tal que decidió hacer un seguimiento de su modo de vida y el resultado de ese viaje, con el que pretende mostrar realidades cercanas, pero a veces desconocidas, se puede ver en la Sala Fundación Caja Vital de la capital alavesa hasta el próximo 12 de octubre.

Fue en mayo de 2007 cuando Bastida conoció a la familia de Stanimir. Entonces diferentes personas de origen búlgaro se asentaron en Zúñiga con sus caravanas para trabajar en la alimentación y en la cría de patos. El asentamiento suponía más del 50% de la población y los medios de comunicación se hicieron eco de que estas personas, empadronadas en Zúñiga, podían decidir las elecciones de esta localidad, hecho que llevó a Bastida hasta ellos.

Pero su pretensión no fue la de hacer un trabajo fotográfico sobre ese hecho, sino la de ofrecer una visión de otra realidad, la de la inmigración, a partir de las andanzas de Stanimir y su linaje. Ahora, medio centenar de fotografías de gran formato y en soporte retroiluminado, acercan al espectador el éxodo de una familia que para conseguir un futuro mejor se ha visto obligada a convertirse en nómada. «Quería hacer un retrato de una familia distinta y también es una oportunidad para conocer otra cultura dentro de la nuestra», apunta Bastida.

Así, Huella de una estrella es el resultado de dos años de duro, pero gratificante trabajo en el que Bastida ha seguido sus pasos muy de cerca, capturando con su cámara tanto su estancia en Zúñiga como su vuelta a Bulgaria, viaje que realizan para reformar su casa con el dinero ahorrado en España.

Recorrido

En un primer momento el visitante se adentra en una sala que le permite conocer el entorno de Zúñiga, la familia de Stanimir y su adaptación a la vida en la granja de cría de patos. Imágenes de sus parientes más cercanos, una panorámica de ocho metros de las caravanas donde viven o instantáneas que muestran actividades tan cotidianas como lavar los platos o la celebración de un cumpleaños comparten espacio con una extensa caja de luz llena de fotografías donde el público puede apuntar las sensaciones que la muestra le sugiere.

Tras este primer recorrido, el espectador acompaña a Stanimir y a su familia en su viaje a Letnitsa, su ciudad natal, deteriorada por el éxodo masivo de sus habitantes. La reconstrucción de su hogar y retratos de personas que todavía viven allí luchando por mantener vivas sus costumbres perfilan esta etapa y llevan al asistente hasta otra realidad poco amable de Bulgaria, la que transcurre en Kanzalak, un poblado tapiado con un muro que separa el pueblo de un barrio de chabolas; algo poco imaginable en pleno siglo XXI, sobretodo teniendo en cuenta que entonces este país ya formaba parte de la Unión Europea. Asimismo, cabe destacar que en las imágenes tomadas en Bulgaria no hay intervención por parte del fotógrafo, ni posados; se trata de «retratos robados, pero con un pequeño permiso».

Los interesados pueden visitar la exposición, diseñada y ambientada por Fernando Martínez de Viñaspre, de 18.30 a 21.00 horas los días laborables y de 12.00 a 14.00 y de 18.30 a 21.00 horas, los domingos y festivos (calle Postas, 13 – 15).

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