«Si el chico que iba con Celeste regresa al barrio, le matamos»

El Mundo, D. B., 21-09-2009

Los vecinos de la joven muerta en Valencia acusan a un ex novio Valencia


Los vecinos conocían la última hora casi mejor que la Policía. Se llama Braulio, tiene 20 años, es colombiano y era amigo de la víctima. Incluso, dicen, fueron «medio novios» tiempo atrás. La Policía entró en su casa con una orden judicial porque, al parecer, el muchacho se negaba a abrir la puerta. Sólo querían hablar con él porque era el último que la vio con vida; después, encontraron huellas suyas en el portal donde hallaron a la víctima.


Lo tienen grabado a fuego. «Como aparezca por aquí, lo matamos. Espero que no se atreva», gritaba ayer un grupo de amigos de Celeste. «Hay muchos que le están esperando». De momento, tendrá que prestar declaración esta misma semana.


La indignación reinaba ayer entre los conocidos y vecinos. Muchos se acercaron hasta la casa de la menor y montaron un pequeño altar en su honor. «Era una chica educada, amable, nunca se había metido en ningún lío», dijeron.


Pero siempre hay un pero, y con la misma rotundidad con la que condenaron el crimen, se sinceran: «No entendemos cómo una chica así había cambiado en tan poco tiempo; estaba jugando con fuego», reconocía la propietaria de un negocio.


Jugar con fuego. La expresión se repitió mucho ayer. E intentando dar explicaciones, los testimonios enredaron todavía más una madeja ya de por sí complicada. «Se juntaba con muchos extranjeros, gente conflictiva… la otra noche se marchó de botellón, todos lo vimos». De la fiesta al alcohol y de éste a las sombras. «Se marcharon muy borrachos y en esas condiciones se te nubla la mente», admitió Eric, otro de los vecinos y amigos presentes ayer.


Asfixiada o golpeada


Los datos oficiales van saliendo con cuentagotas, pero el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional aportó algunos más ayer a este periódico. La autopsia de la menor se practicará hoy mismo. Sobre lo sucedido, sólo matizaron que la opción más plausible es que muriera asfixiada o por un golpe brusco en la cabeza. El móvil sexual se mantiene como principal hipótesis.


«Nadie escuchó nada», dijeron, pero lo cierto es que los primeros análisis dicen que Celeste opuso resistencia. ¿Ni un grito? «No lo entendemos: justo al lado hay un retén de policía, pero nadie salió en su ayuda». Una vecina, incluso, criticó con dureza la labor de este servicio, comentando que recientemente un hijo suyo fue víctima de un robo y se encontró con la puerta cerrada.


El panorama ayer era raro. Los presentes pasaban del llanto a la rabia en segundos; otros, más serenos, intentaban buscarle una explicación a lo sucedido. Porque justificarlo es imposible. «No digo que se lo mereciera, pero sí que se veía venir; no me extraña nada lo que ha ocurrido». Los mayores de la zona coincidieron en que el entorno de Celeste no era el más adecuado.


Los jóvenes, los amigos, los compañeros del colegio cercano a la vivienda no lo entendían. «Es imposible. Si había una de nosotras que no se metía en cosas extrañas era ella», afirmó María, también de la zona.


En la parte que cuestiona lo sucedido, un argumento más: «Una niña de 16 ó 17 años no puede estar bebiendo en la calle de madrugada, sola y con dos chicos mayores que ella». La madre trabajaba ese día en un turno de noche. La víctima salió a celebrar las fiestas del barrio. «Como todos», sentenciaron los vecinos.

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