REPORTAJE

Las dos vidas del jardinero

Este inmigrante de Bangladesh recorrió cuatro países, escapó de un centro de internamiento y sobrevivió en un monte de Ceuta antes de llegar a Madrid

El País, ANAÍS BERDIÉ, 12-09-2009

En Dhaka, a 8.600 kilómetros de Madrid, Jahid (26 años) creció planeando un futuro lejos de su país, Bangladesh. A los 22 años se subió a un avión rumbo a Europa. O eso creía. “Pagué 10.000 euros. El compromiso era que me mandaran a Italia. Luego cambió la ruta”.

Jahid Uddin habla con calma para elegir bien las palabras en español. Cuenta su historia en su restaurante indio preferido de Lavapiés. Por el barrio camina saludando a compatriotas y conocidos. En el último año se ha asentado, ha conseguido un contrato temporal de jardinero y, con él, el ansiado permiso de trabajo. Pero su odisea empieza en 2005, en Níger. Ésa fue la primera parada de un viaje que le iba a llevar durante tres años por cuatro países africanos, el desierto del Sáhara, un centro de internamiento de inmigrantes y un monte de Ceuta. En una hora resume tres años de miseria.

“El avión me dejó, con otros cuatro compañeros, en Níger, donde estuvimos un mes. De allí viajamos a Malí en coche. Pasamos un control de fronteras, pero los militares no nos preguntaron, sólo hablaron con la mafia”. Así se refiere Jahid a los traficantes que organizaban el trayecto. Después de tres meses en Malí llegó el momento de cruzar a Argelia. “Fue un viaje muy duro por el desierto del Sáhara, donde estuvimos una semana de ruta. Allí no hay agua, ni casas, ni gente. Sólo arena. Tenía mucho miedo. Ellos saben dónde están los controles militares y por eso teníamos que andar por la noche”.

Tras Argelia vino Marruecos. “El coche nos dejó cerca de la frontera y la tuvimos que pasar corriendo, por la noche. Llegamos a una casa y ése fue el último día que pude ver el cielo. Desde entonces estuvimos encerrados allí un mes. No podía ni hablar, porque si lo hacía me gritaban y, a veces, me pegaban…”.

Tras varios intentos fallidos de entrar en territorio español y otros cinco meses recluidos, por fin una de las expediciones llegó a buen puerto. “Pasamos con otras 12 personas en una patera muy pequeña, tumbados unos encima de otros. Llegamos a Ceuta y preguntamos por la policía. Ellos nos dieron un permiso para entrar al CETI”, concluye.

Pero el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) no era lo que imaginaban. Ellos, que ni siquiera sabían que Ceuta no estaba en la Península, se tuvieron que acostumbrar a vivir con el continuo temor a la deportación. Durante dos años.

“Un día fue gente de nuestra embajada para identificarnos. Todos los bangladesíes nos escondimos en el bosque”, recuerda Jahid. Durante la segunda mitad de 2007 se convirtieron en 37 supervivientes en el monte de Ceuta, en el mismo lugar donde ahora acampan unos indios que siguieron su ejemplo cuando ellos se fueron. Dos cineastas de Madrid, Alberto García Ortiz y Agatha Maciaszek, trabajan en un documental sobre las historias nacidas en aquel monte, que han bautizado Los Ulises (losulises – documental.blogspot.com).

A muchos kilómetros de allí, en Lavapiés, E’ahí, un compatriota, conoció su historia y removió cielo y tierra para que alguien ayudase a los bangladesíes. La red de Ferrocarril Clandestino, una plataforma de ayuda a inmigrantes del barrio, tomó las riendas. Después de varios viajes, recogidas de firmas, un encierro y varias reuniones con el Ministerio del Interior, lograron permisos para todos. “Se había tramitado su expulsión y repatriación”, explican desde el ministerio, "pero en ese momento, y por la situación excepcional de su país

[donde había lluvias torrenciales e inundaciones], se les concedió un permiso de residencia de un año por motivos humanitarios".

La mayoría recalaron en Lavapiés, donde vive más del 70% de los 3.686 bangladesíes empadronados en Madrid en 2008. Una veintena de ellos aseguran haber renovado los papeles como Jahid. Él vive ahora con uno de los compañeros de Ceuta, otros dos paisanos, y E’ahí, cuya pasión por ayudar a los suyos le ha llevado a crear la asociación Valiente Bangla. Desde ella trabajan por solucionar sus problemas laborales y de todo tipo. Ahora se han embarcado en una nueva “lucha”, palabra que E’ahí repite casi en cada una de sus frases. “El 27 de abril entregamos 15.000 firmas al Ministerio del Interior para conseguir papeles para otros 63 bangladesíes que llevan tres años en el CETI de Melilla”. Pero Interior afirma que se están siguiendo los trámites para devolverles al país del que huyeron.

Jahid no ha vuelto a ver a su familia desde que dejó su tierra. Les envía todo el dinero que puede para saldar los préstamos que le hicieron para salir de Bangladesh. En el futuro le gustaría montar una tienda de material informático en Lavapiés. Quién sabe. También soñó de niño con vivir en Europa.

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