Xenofobia alienígena con aromas de Kafka

Diario de noticias de Alava, , 11-09-2009

Dirección: Neill Blomkamp. Guión: Neill Blomkamp y Terri Tatchell. Intérpretes: Sharlto Copley, David James, Jason Cope, Mandla Gaduka, Vanessa Haywood y Kenneth Nkosi. Nacionalidad: EEUU 2009. Duración: 109 minutos.

Parece cine freakie, alimento de iniciados con obsesiones por la ciencia ficción. Por lo tanto se corre el peligro de tomarlo a broma, de verlo sólo como un guiño inteligente del hermano pequeño hacia quienes le han precedido. El hermano pequeño responde al nombre de Neill Blomkamp, un cineasta sudafricano, bruñido en Vancouver y ahora iniciado con el apoyo del amigo neozelandés, Peter Jackson. La cuestión es que aquí no hay ningún Edipo que resolver sino un deseo que mostrar: diseccionar una de las fobias de la humanidad más demoledoras, el miedo al otro.

Ha sido la película mejor atendida por la crítica neoyorquina durante este verano; uno de esos éxitos que desbordan su presencia mediante hábiles campañas de lanzamiento callejero. Semanas antes de su estreno, las paradas de autobús, de Harlem a Queens, de Manhattan a Brooklyn lucían una amenazadora señal que recordaba que ese transporte público estaba prohibido para quienes no fueran humanos. No era sino una réplica de las que aparecen dentro del filme pero que, sacada de contexto y colocada allí, evocaba viejos fantasmas. Si se recuerda que hace apenas 40 años, muchos de los habitantes de estos barrios estaban discriminados y no podían acceder a todos los sitios de los autobuses públicos, se comprenderá mejor la bomba de relojería que late bajo el paraguas de esa nave espacial que preside el cartel de District 9 . Es de ley: la ciencia ficción se viste de futuro para hablar del presente y denunciar el pasado.

Hemos hablado de hermanos mayores. Blomkamp invoca a muchos en su primera película. Hablaríamos en ese caso de una maravillosa y disparatada familia numerosa en la caben desde Spielberg a Cronenberg, de E.T. a la Nueva Carne pasando, no se puede eludir, por el Scott de Alien , la mirada irreverente del Verhoeven de Robocop y Starship Troopers ; el delirio veraniego de Transformers y, como no, algunos guiños que van desde el decano George Romero al recién llegado Matt Reeves.

De todos ellos sabe algo este District 9 . De cada uno de ellos retoma aspectos, ideas, gestos,… No tanto al estilo del Tarantino enciclopédico que construye las secuencias al servicio de los diálogos, sino al contrario, como una especie de máquina trituradora capaz de fundirlo todo al servicio de una idea central. Y esa idea nuclear que sostiene el filme se compone de capas superpuestas bajo las que se agazapan personajes arquetípicos que devienen en roles y modelos de largo alcance. Si el género se llenó de sombras a partir de Blade Runner , aquí, Blomkamp para su primer filme, acude al sol de Sudáfrica, a esa luz cegadora en la que fue concebido, para obtener un toque de neo-realidad . En el territorio que acuñó el apartheid, Blomkamp (re)inventa un apartheid alienígena que añade horror al horror y un nuevo sentido a la sinrazón.

Hay alguna solución discutible, algunos MacGuffin que se resquebrajan pero hay una serie de poderosas secuencias, unos personajes impagables y una reescritura contemporánea capaz de ser divertida sin olvidarse del valor mítico del más mitificador de los lenguajes artísticos de nuestro tiempo: el cine. Como en Code 46 , el mundo que dibuja District 39 , se llena de tristeza metonímica. Es el suyo el mundo de la distopía con final incierto. Lo que importa no es lo que el filme imagina, sino que las actitudes de sus habitantes resulten inquietantemente cercanas. Y de todas ellas, la más decisiva, se oculta tras la metamorfosis de su principal protagonista, un botarate de escasa cintura, que lleva inscrita en su transformación, la angustia existencial del Gregorio Samsa de Frank Kafka.

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