JORDI BATLLE CAMINAL
Independence day, Mars attacks!, Hombres de negro o La guerra de los mundos son películas de invasiones alienígenas más o menos recientes, todas ellas de mucho tirón en las pantallas, muy distintas entre sí pero con un denominador común: sus fuentes nutricias son los clásicos de la ciencia ficción de los años 50, verdadera edad de oro del género. En las tripas de District 9,uno de los éxitos sorpresa de la cartelera estadounidense (o no tan sorprendente: Peter Jackson produce y avala el evento), también se pueden detectar rastros de clasicismo, pero su carrocería, su factura, son hijos de su tiempo. Que la acción se sitúe en Johannesburgo (ciudad natal del debutante Blomkamp) ofrece una lectura sociopolítica muy corrosiva. Resulta que a la ciudad sudafricana llegó hace veinte años una enorme nave extraterrestre, que se averió y quedó suspendida sobre la urbe. Casi dos millones de alienígenas (los llaman gambas por su parecido con los crustáceos) permanecen desde entonces hacinados en el distrito del título, algo así como un campo de refugiados atiborrado de barracas miserables, donde viven en pésimas condiciones. Un apartheid para marcianos.

La singularidad suprema de esta historia está en su exposición, que se aparta de la formulación clásica para abrazar la estética del cine bélico de Black Hawk derribado (el excelente tratamiento del espacio) o Redacted (el hiperrealismo). Sus primeros treinta o cuarenta minutos, otra sorpresa, tratados en clave de reportaje televisivo (con entrevistas, imágenes de archivo…), son pura comedia ácida, brillante, ingeniosísima, uno de los mejores arranques del cine reciente. Le sigue un inesperado giro cronenbergiano, casi el remake en tono documental de La mosca.Y a ese otro de médula verhoeviana (o Starship troopers en manos de un equipo de Informe semanal).Y, al final, ecos de Transformers.Ahí la cosa anda ya un tanto encallada/ agotada, visiblemente le sobra media horita al artefacto de Blomkamp. Pero su originalidad es de veras llamativa.