Puertas abiertas a la integración

Diario Vasco, 09-09-2009

DV. ¿Qué ocurre con los menores extranjeros no acompañados cuando alcanzan la mayoría de edad? ¿A dónde pueden acudir? La inquietud por la situación de los chavales que quedan a sus expensas tras cumplir los 18 años ha movido a la asociación intercultural Kolore Guztiak a firmar un convenio con el Departamento foral de Política Social para establecer en Gipuzkoa un punto de encuentro abierto al que pueden acceder todos aquellos jóvenes de entre 18 y 23 años que así lo deseen, sean de otro país o autóctonos.

El nuevo centro se inauguró la semana pasada en San Sebastián, en el barrio de Berio, y es diferente a otras iniciativas y soluciones ya existentes. En el punto de encuentro no sólo se apoyará a quien acuda a él, si así lo solicita, a encontrar trabajo y alojamiento, sino que además se le orientará y se le acompañará o ayudará a realizar trámites en los diversos organismos públicos, tarea que hasta la mayoría de edad de los chicos realizaban sus educadores o tutores.

Además, el punto de encuentro ofrece un espacio en el que, sencillamente, los jóvenes pueden estar, pasar el tiempo, hablar y encontrarse con sus amigos. Allí pueden tomar café, utilizar los ordenadores del local o leer los periódicos. Además, aunque este espacio se asemeja a una sala de estar, en este mismo lugar en breve se ofrecerán diversos cursos de formación o talleres para aprender el idioma o nuevas tecnologías, entre otras.

«Pensamos en los jóvenes que cumplen 18 años, que salen ya del centro de menores y no pueden entrar en un piso tutelado», relata Xabi Burguera, de 28 años, y encargado junto a Sara González, de 26, del punto de encuentro donostiarra.

Ambos afirman que estas personas componen un tipo de perfil de usuario que probablemente acudirá al punto de encuentro, pero que éste está orientado a todo tipo de jóvenes, no sólo a los inmigrantes que abandonan los centros tutelados. Está abierto a todos aquellos chavales que no sepan a dónde ir. «Se les ofrece un lugar en el que pueden estar tranquilos y recibir apoyo para encauzar su vida», apuntan.

Crear una red de apoyos

Además, el espíritu del centro no se satisface únicamente con su apertura y con las actividades que proporciona, ya que lo que pretenden es «formar una red creciente de apoyos y colaboraciones entre todas aquellas personas y organizaciones que quieran y puedan echar una mano, como Cáritas, que ya lo ha hecho», explica Sara.

Ambos profesionales relatan que algunos jóvenes se sienten incómodos, fuera de lugar e incluso marginados cuando intentan pasar el tiempo en algunos lugares comunes de la ciudad, como «bibliotecas o incluso en gaztelekus», más frecuentados por chicos guipuzcoanos. «Se trata de jóvenes que igual no hablan bien el idioma, o que sienten que les miran mal y que se desconfía de ellos… El punto de encuentro es un lugar donde intentaremos que se sientan cómodos», apuntan. «Pero esto no tiene vocación de convertirse en un gueto – aclara Sara – sino en un centro de cohesión social, dinámico y abierto que vaya formando una red de sinergias con otras organizaciones para buscar soluciones que les ayuden a ser autosuficientes», aclara. No es lugar, pues, de «hacerles las cosas», sino de ayudarles en el tránsito a ser realmente autónomos y de canalizar su tiempo libre.

«Muchos no saben cómo deben hacer las cosas cuando salen de los centros. Aún son jóvenes y han estado bajo una tutela. Así que les ayudamos para que puedan alcanzar la autosuficiencia», añade Xabi.

Sin conflictos

Los problema surgidos con algunos menores extranjeros han desplegado una sombra sobre todo el colectivo inmigrante. Desde Kolore Guztiak, Sara y Xabi creen que al hablar de inmigrantes hay que dejar de ver una cara, una nacionalidad, y adentrarse en la situación de la persona, en las circunstancias que le han llevado a Gipuzkoa. «Es fácil criticar desde el amparo de una red social, con las necesidades cubiertas, pero hay que tratar de ver más allá», pide Sara.

Y, lo cierto, estima Xabi, es que de 100 jóvenes, solo 10 son conflictivos. «Muchos ya lo eran antes de venir, otros se han hecho así después de sufrir injusticias o cuando se sienten rechazados por la sociedad».

Su experiencia con los jóvenes es positiva, coinciden, y el punto de encuentro ha sido «bien recibido» entre los vecinos de la zona, a quienes buzonearon información sobre la iniciativa días antes de la apertura del centro.

Allí mismo, en el local, Bilal, de 18 años, un tímido chaval natural de Tánger, echa una mano con los preparativos de la inauguración y confiesa que la iniciativa le gusta mucho. «Vendré al centro», apunta. «Aquí tengo amigos».

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