La escuela será la principal institución en la que el alumno recién llegado tendrá que adquirir las herramientas para convertirse en miembro de una sociedad. Por eso, si una escuela se dedica a dar tantos por ciento de inmigrantes no está haciendo ningún favor a la cohesión en sus aulas. De entrada, hablar de niños inmigrantes es una absurdidad flagrante: los niños no cogen las maletas y van a escolarizarse a otro país. Y extranjero tampoco significa nada: un alumno sin nacionalidad española puede llevar 10 años en una escuela catalana y seguir formando parte del tanto por ciento.
Quien debería dar ejemplo para dejar de lado tanta distinción es el Departament d’Educació. Por el contrario, el pasado sábado, en este mismo periódico, se anunciaban los datos aportados por el conseller Maragall sobre el descenso de alumnos extranjeros en las aulas, y ya se interpretaba que era debido a la crisis y al incremento de la natalidad de autóctonos. Yo, que no sé dónde empieza y termina la línea entre unos y otros, me hice las preguntas que llevan 20 años sin respuesta: ¿quiénes son los autóctonos y por qué son tan importantes?, ¿por qué hay que diferenciar entre unos y otros?, ¿se puede cambiar de inmigrante a autóctono o de autóctono a inmigrante?, ¿el incremento de la natalidad de los autóctonos significa necesariamente un descenso de los inmigrantes?, ¿si los niños nacen en Catalunya pero sin nacionalidad española, son autóctonos o inmigrantes?, ¿se puede nacer inmigrante? La vocecita paranoica inmigrano – céntrica que siempre me acompaña me responde que el anuncio buscaba un resoplido de alivio colectivo, pero hoy intentaré no hacerle caso.