Javier Fesser: “La gente del desierto tiene algo que no se puede comprar en Ikea”

El Periodico, NACHO PARA, 06-09-2009

El sol se desploma sobre las jaimas de Dajla, uno de los campamentos de refugiados saharauis en Argelia. Javier Fesser corre, cámara en mano, persiguiendo a unos niños que juegan al fútbol. Está rodando el que será el nuevo videoclip de Macaco, tras el exitoso Moving. “Claro, papá, a mí no me dejas salir porque soy blanquita”, bromea una de las hijas del realizador. Bajo el turbante azul, la mirada de Fesser resplandece. Está en África, el continente que más le estimula. Lo demostró ya en Binta y la gran idea, extraordinario corto encargado por Unicef que fue nominado al Oscar en el 2007. Ahora quiere ir todavía más lejos. Está convencido de que África tiene mucho que decir y está dispuesto a hacer de altavoz.

–Sin entrar en la trama, ¿por dónde irán los tiros de su nuevo proyecto?
– – Cuando preparaba Binta tuve un contacto directo con las escuelas. En un aula sin techo repleta de niños descalzos, asistí a una clase magistral sobre la resolución de conflictos por la vía de la no violencia. Trabajaban una técnica, como asignatura esencial, que les permitiría solucionar problemas entendiendo que en una negociación han de salir ganando todas las partes. Pensé que algo tan valioso tenían que conocerlo urgentemente nuestros hijos, ya que estamos tan desarrollados que las escuelas no tienen tiempo para esas chorradas. Lo importante es el inglés. Todo esto puede tener formato de película, aunque quizá sea más para escuelas que para cines, pero quién sabe…

–¿No es la violencia una parte consustancial al ser humano?
–La violencia explícita es muy llamativa, nos escandaliza de forma inmediata y la condenamos sin miramientos. Pero a mí me gustaría ayudar a destapar también la violencia invisible, esa que casi siempre está disimulada con buenas acciones, con éxito empresarial, con desarrollo e innovación, cuando realmente lo que esconde es explotación y situaciones de extrema injusticia en donde la negociación no beneficia más que a una parte. Admiramos el dinero y la influencia de quien lo posee sin preguntarnos de dónde proviene ni en qué circunstancias ha sido generado.

– – En Camino apareció como telón de fondo el Opus Dei. ¿Dónde cree que hace más daño el fundamentalismo religioso, en el primer o en el tercer mundo?
– – El fundamentalismo hace daño en general, sea religioso o de cualquier otro tipo. Negar la razón y no aceptar que somos diferentes es el camino irremediable hacia la injusticia, la desigualdad, la violencia, la incomprensión y otras 400 cosas más. Los radicales se aprovechan de la ignorancia, del miedo y de la pobreza ajenas.

–¿Es el tiempo el gran capital perdido de las economías occidentales, mucho antes y muy por encima de la crisis monetaria?
–Es que mientras aquí pretendemos asegurarnos un futuro feliz, allá intentan ser felices hoy mismo. La obsesión por medir el tiempo a base de relojes sincronizados por satélite nos hace esclavos de algo de lo que en aquel otro mundo están bastante liberados. Por eso es tan cuestionable nuestro sentido del progreso y del bienestar. Además, el conocimiento del tiempo meteorológico y su actualización permanente en los medios informativos es inversamente proporcional a su influencia en nuestras vidas. Cuando las lluvias marcan tu labor diaria o la presencia de un árbol proporciona una sombra imprescindible, el ser humano se siente parte de la tierra y no de Wall Street.

–Un camerunés que lleva siete años intentando llegar a Europa dice que la mayor perversión del colonialismo fue darles educación y negarles el futuro.
– – No es la ampliación de su cultura lo que les frustra sino el engañoso conocimiento de nuestro mundo. Nosotros ya tenemos datos y experiencia para saber que el iPod, la tele de plasma y el alicatado hasta el techo no dan la felicidad, pero no podemos pedir a quien jamás ha tenido acceso a ellos que llegue a la misma conclusión. Nuestro mundo consumista provoca fascinación y viene rodeado de eslóganes prometedores, pero así como hay lugares en el mundo con gravísimas carencias, también los hay con gravísimos excesos. Los países ricos lo son, entre otras injusticias, por haberse aprovechado de otros ilegítimamente, a menudo disimulando con la idea de educar.

–Dice Binta que los pájaros cogen lo mejor del norte y lo mejor del sur. ¿Qué es lo mejor del norte y lo mejor del sur? ¿Y lo peor?
– – Si aceptamos que habitamos el primer mundo, y otros, el tercero, estamos dando por hecho que nuestro modelo es el válido y son los otros los que han de acercarse a este. Pero cuando viajas y conoces a quienes habías mirado con cierto paternalismo, entiendes que la elegancia no la otorga la corbata ni la sabiduría te la suministran en Cambridge.

–En África se aprenden otras cosas.
–África, primer exportador mundial de sonrisas, es una potencia en el sector del optimismo, contra la depresión. Y no es demagogia. El know how del pueblo africano en el sector de la solidaridad es un valor altamente exportable. Si no queremos adquirirlo es porque, con tanta tecnología, somos incapaces de que la Bolsa lo valore y lo asocie a un número concreto de dólares. La relación de lo que ocurre con su repercusión económica es una simplificación muy burda y aburrida de nuestro lugar en el mundo. No tengo ninguna duda de que naciendo en una aldea dogón de Mali es más fácil vivir digna y plenamente que naciendo en las colinas de Beverly Hills.

–¿Es Binta un alegato contra la inmigración?
–Hay muchos lugares en el mundo donde la vida es insoportable. Hay lugares donde la supervivencia es el único objetivo y donde el ser humano tiene imposible desarrollar la más mínima inquietud personal. Lugares en donde la decisión de emigrar no podría jamás empeorar la situación. Pero también es verdad que hay otros muchos lugares de los cuales se marcha la población más joven abducida por una idea falsa de mejorar su vida, de medrar, de ser alguien. Nuestro virtuosismo en las artes del márketing proyecta en ellos la idea de Occidente como el mundo feliz con chalecito, automóvil con GPS, móvil con variadas melodías y apartamento en la playa. Pero la realidad suele convertir su pobreza en miseria. Es evidente que a los habitantes de una aldea mandengue de Casamance les queda muy lejos un centro comercial con multicines, pero ¿para qué quieren ir a un centro comercial? ¿Qué necesidad tienen de ver escaparates o de sufrir a un tío reventándole la cabeza a 40 semejantes igual de malos que él?

–¿Qué sensación le han dejado los campamentos saharauis?
–La situación del pueblo saharaui es dolorosa e indignante y su actitud es admirable. Cuando uno consigue abstraerse de sus demoledoras circunstancias se encuentra con que, estando en uno de los lugares más duros e incómodos del planeta, quiere permanecer allí, prolongar la estancia sin fecha de vuelta. Es un misterio que cada vez que he tenido la suerte de estar allí he sido incapaz de resolver. El desierto y su gente tienen algo especialmente confortable que no se puede comprar en Ikea.

–¿Cree que la autodeterminación del pueblo saharaui es un asunto tan pequeño y enquistado que el poder no moverá un dedo?
–Reconozco que tiene mala pinta, pero también reconozco que jamás hay que dejar de intentarlo. Marruecos tiene el poder, el Ejército, la influencia, la fuerza. El pueblo saharaui, la razón. Las películas que más me emocionan son aquellas en que el más débil se impone al fuerte, sobre todo cuando lo hace restableciendo la justicia. El Gobierno español podría y debería ayudar a solucionar esta insostenible situación y confío en que los amigos del pueblo saharaui seguiremos trabajando para que así sea.

–Usted ha viajado a Dajla con sus hijos. ¿Es una estrategia de educación?
– – Yo no considero que les llevo a un lugar espantoso ni lo hago para que valoren lo que tienen en Madrid. Les llevo porque deseo que compartan una experiencia de la que yo solo he aprendido cosas hermosas. Se lo recomiendo a cualquiera; creo que es un viaje difícil de olvidar. Y, por cierto, es divertido y apasionante.

–¿Cómo surgió la idea de rodar un videoclip con Macaco?
– – Dani (Macaco) me lo sugirió. Enseguida comprendimos que nos apetecía mostrar lo que ambos veíamos en aquel lugar: sonrisas. Todo lo demás es muy fácil en un lugar como Dajla. Donde haya gente generosa con ganas de jugar, que se quiten las reuniones de preproducción, los storyboards y las ideas geniales. El vídeo tiene solo dos cosas: una canción bonita y unas sencillas imágenes que desprenden buen rollo. Con esos ingredientes ¿quién necesita efectos, cortinillas o correcciones marcianas de color?

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