«No me acuerdo de la última vez que fui al cine con mi hija»

La Voz de Galicia, J. C., 06-09-2009

JOSEFA MONTOYA | Limpiadora en A Coruña

Los mil euros con los que deberían vivir Josefa y su hija de doce años se convierten el día 1 en 750. El 25% restante, sencillamente no aparece. Es la pensión que el padre de la niña debería ingresar y que no llega nunca desde hace más de un año. Así que Josefa de mileurista solo tiene el título, no los mil euros. Y un montón de problemas para llegar a fin de mes. Las cosas se han torcido tanto que la propia Josefa se vio inmersa en una depresión que la tuvo postrada hasta hace un par de meses. El día 1 de octubre se incorporará al trabajo y, la verdad, septiembre no está siendo un mes precisamente fácil: el adelanto del coste de los libros de texto (231 euros) y el uniforme de la niña (250) han destartalado un presupuesto que se mueve siempre en el filo de la navaja.

De los 750 euros con los que se maneja esta familia de dos mujeres, 324 se van directamente al pago del alquiler. Y desde ahí suma luz, butano, móvil, y el comedor de la niña, que cuesta 150 euros y sobre el que Josefa ha echado mil cuentas: «Si comiéramos las dos juntas en casa no me saldría más económico».

La amenaza de un horario que le impediría hacer algún trabajo extra por las mañanas la tiene preocupada. Muy preocupada, porque las cuentas no salen nunca: «Un niño siempre tiene gastos», dice, como justificando la cuadratura imposible de los ingresos y los gastos.

Con el alta ya, tras la depresión, Josefa recuerda con humor cómo la psicóloga le ofrecía que saliera por ahí, a divertirse un poco: «¡Qué bonito, salir por ahí a divertirse! Pero ¿con qué?». Si hace buen tiempo, Josefa se va con su hija a dar una vuelta por el Orzán, a la playa cuando pueden y, alguna vez, se permite darle algún capricho a su hija: «Un menú infantil en el McDonald’s, que le encanta». La niña se fue este año por primera vez en mucho tiempo de vacaciones, a un campamento con la parroquia. Ella, ni se acuerda. Ni de ir al cine o a bailar, «que me encanta». Su objetivo, que a su hija le falte lo menos posible, le impide procurarse lujos. Ni los más pequeños. Ahora está dejando de fumar: «Solo después de las comidas».

- ¿Por salud?

- Más bien por economía.

El truco para estirar los 90 euros que le quedan de sus gastos fijos y poder afrontar algunos imprevistos está en las dos extras anuales de 800 euros que recibe: «Estiro la una hasta que llega la otra», explica no sin orgullo: «Y puedo decir que estoy sacando adelante a mi hija a base de trabajo».

Su hija, que no para de crecer y demanda cada poco ropa nueva; su hija, que la arropaba por la noche cuando la medicación la hacía quedarse dormida en el sofá; su hija, que es el motor que la obliga a echar cuentas una y otra vez y a estirar los euros como chicle; su hija, que el año pasado no pudo ir a la excursión de fin de curso porque aquel mes no podía permitirse los 14 euros que costaba: «Este año ya me han dicho que me echarán una mano y que la niña irá donde vayan sus compañeros».

Josefa es una buena muestra que lo del mileurismo va por barrios y que no pinta igual para todos. Preguntarle qué parte de su presupuesto dedica al ocio resulta casi impúdico: «No me acuerdo de la última vez que fui con mi hija al cine. Ella va cuando la invita alguna amiga».

El futuro no lo ve especialmente brillante. La denuncia que pesa sobre su ex marido para que le restituya la pensión sigue en curso, pero sin resultados de momento, «Es algo con lo que no puedo contar». Y los trabajos extra, escasean: «Yo creo que la inmigración afecta mucho porque si tú cobras ocho o nueve euros la hora, vienen otras que lo hacen por cinco o seis». El discurso del miedo, más comprensible que nunca.

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