La violencia prende de nuevo en los suburbios surafricanos

El Periodico, 23-07-2009

Los suburbios más pobres de las ciudades surafricanas han vuelto a estallar. La manifestaciones, en muchos casos violentas, para pedir una vivienda digna y mejor acceso a los servicios públicos se han multiplicado en los últimos días. Las protestas incrementan la presión sobre el presidente, Jacob Zuma, tres meses después de su victoria electoral, para que cumpla con sus promesas de ayudar a los más desfavorecidos.
Barricadas de neumáticos encendidos, cócteles molotov y piedras… y, del otro lado, policías disparando balas de goma y gases lacrimógenos. La televisión surafricana mostró ayer unas imágenes que a muchos les transportaba directamente a la época del apartheid.

PROMESAS / El martes fue el turno de Thokoza, un suburbio en las afueras de Johannesburgo, pero desde hace ya un mes incidentes similares se vienen repitiendo por todo el país hasta hacer saltar las alarmas. La razón es la falta de acceso a servicios básicos como la luz, el agua potable o la recogida de basuras. La promesa de subsanar estas deficiencias se repiten en cada convocatoria electoral, pero para muchos surafricanos nunca acaba de hacerse realidad.
Por si fuera poco, en Mpumalanga, cerca de la frontera con Mozambique, el domingo se volvieron a ver escenas de violencia contra inmigrantes, con incendios de casas y comercios propiedad de extranjeros, que hicieron recordar peligrosamente los disturbios xenófobos de hace un año, cuando murieron más de 60 personas y miles fueron desplazadas. La policía actuó rápidamente para evitar que los ataques fueran a más y ha habido más de 100 detenciones en solo dos días.

LEGITIMIDAD/ Pero todo el mundo es consciente de que la solución no es policial y que las protestas tienen un fondo de legitimidad. Hasta el propio Congreso Nacional Africano (CNA), el partido en el poder, reconoció que «parte de la frustración tiene su origen en las incapacidades de los gobiernos locales». El ministro responsable de las autoridades locales, Sicelo Shiceka, fue aún más lejos y afirmó que «las comunidades han planteado sus cuestiones a las instituciones y nadie las ha atendido. Es normal que al final exploten».
Quince años después del fin del apartheid, aún hay más de un millón de surafricanos viviendo en chabolas y esto a pesar del fuerte crecimiento económico de este período. Ahora, además, el país se enfrenta a su primera recesión económica en democracia.

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