Un hombre mata a su cuñado de un tiro en una reyerta familiar

El País, PILAR ÁLVAREZ, 19-07-2009

El chico mira una y otra vez al suelo. No para de repetir que su barrio es el Bronx. Lo dice apoyado en un coche con la ventana abierta y la radio reventada, sobre la acera en la que apenas unas horas antes, en la madrugada del sábado, un hombre murió desangrado después de que su cuñado le pegara presuntamente un tiro en la rodilla para defender a su hermana. Ambas familias son de etnia gitana.

José Antonio Caldera, de 39 años, disparó con una escopeta de caza a Ramón Serrano, de 53 y casado con su hermana Pilar, delante de su casa, a unos metros de donde un grupo de vecinos lo cuentan todo sin dar nombre, dicen, por miedo a represalias. La familia del que disparó abandonó de madrugada el piso de la esquina de la avenida de Buenos Aires con la calle de Tánger (Puente de Vallecas). Se marcharon poco después de que la Policía Municipal detuviera a José Antonio. Los agentes llegaron rápido porque recibieron una llamada de la zona que alertaba de que un hombre iba a ver a su ex mujer con la intención de matarla.

Todos (los padres y los hijos del agresor, que vivían en dos pisos del mismo bloque) se fueron de allí después de que el Samur intentara salvar sin suerte a Ramón, tirado en la calle con una herida que le entró por detrás en la rodilla izquierda y le alcanzó de lleno la femoral. Dejaron la ventana entreabierta. Dicen los vecinos que han huido para evitar un ajuste de cuentas. Porque tienen miedo. Otra ventana, la que da al patio, está quemada. El chico apoyado en el coche asegura que la familia del muerto intentó prender la casa poco después del suceso. A la policía no le consta. Y los del otro lado lo niegan.

Tampoco hay ni rastro en el bloque de los familiares del muerto. Algunos viven en el mismo edificio, pero todos se marcharon por la mañana al Tanatorio Sur a velar a su pariente.

Ramón Serrano y Pilar Caldera tenían cinco hijos de entre 31 y 9 años. Él se dedicaba a la venta ambulante, igual que el cuñado, pero hacía tiempo que le había dejado el negocio a los niños. El matrimonio llevaba un par de años peleado. La familia de ella le contó a la policía que él maltrataba y pegaba a la mujer por celos, según una portavoz de la Jefatura Superior de la Policía, que indicó que no consta ninguna denuncia por maltrato. Ramón tenía antecedentes penales por lesiones y estafa pero no por agredir a su mujer. Es lo que repite, vestido de negro de arriba abajo, el sobrino de la víctima, Eduardo Serrano, de 40 años. Parado en los alrededores de la sala del tanatorio, atestada de familiares, defiende al fallecido: “Tenía un pronto, pero no era agresivo”, asegura con los ojos rojos.

Él llegó cuando el hombre ya estaba tirado en el suelo. Cuenta que su tío llamó a casa de los parientes de Pilar para decirles que pasaría a hablar con ella. “Se juntaban y se separaban, llevaban así más de dos años, pero no le pegaba”. Otro primo le interrumpe: “Eso sería imposible con las leyes gitanas. Nadie permitiría que se pegara a una mujer”. Eduardo sigue. Cuenta que tenían sus peleas porque ella no le respetaba, aunque no sabe explicar cómo es esa falta de respeto de la que habla.

Ramón se presentó en la casa. Forcejeó con el suegro, según los vecinos. Y el cuñado apareció con una escopeta. Forcejearon también. Y hubo un disparo de un arma en la que quedaban cinco cartuchos más.

Después llegaron los gritos, las lágrimas, las amenazas. “Claro que les dije que se fueran de allí o se iban a enterar, uno suelta muchas cosas en caliente porque no hay derecho a que maten a un hombre así”, admite el sobrino del fallecido. Junto al piso vacío, en la acera en la que aún quedan restos de sangre, los chicos aseguran que no esperan ver en mucho tiempo a los familiares de José Antonio, que ayer seguía detenido. Dicen que no volverán por la cuenta que les trae.

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