La muerte vuelve al Estrecho

Nueve fallecidos y 152 inmigrantes rescatados en dos semanas. Estos datos revelanel mayor repunte de pateras en la costa gaditana desde que se instauró el SIVE

Diario Sur, ANTONIO MONTILLA, 12-07-2009

Viento flojo y variable. Mar en calma y sol de julio. Una climatología tan benigna anuncia la llegada de nuevas pateras. Daniel Iglesias basa este pronóstico en algo más que una intuición. Dirige, a sus 28 años, el Equipo de Respuesta Inmediata y Emergencias de la Cruz Roja en Tarifa. Conforman las primeras manos que auxilian a miles de hombres, mujeres y niños que, desfallecidos y asustados, apenas pueden caminar tras más de siete horas hacinados en una embarcación pensada para cuatro personas, pero que transporta a casi cuarenta.

Nieves García también sabe que llegarán más embarcaciones con seres humanos en condiciones precarias. De hecho, lleva 21 años denunciando este drama que tiñe de sangre las costas gaditanas. Culpa a las mafias, pero responsabiliza también a los gobiernos de la Unión Europea que, a su juicio, han cometido la aberración de catalogar a una persona de «ilegal», por el mero hecho de carecer de documentación. Nieves es militante activa de la Asociación Pro Derechos Humanos en Tarifa.

Francisco Salvatierra asiste al nuevo repunte de muertes en El Estrecho de Gibraltar con preocupación. Lleva pocos meses como sepulturero en el cementerio de Tarifa y aún no le ha tocado enterrar a ningún emigrante. Sus compañeros le han dicho que, desgraciadamente, sólo es cuestión de tiempo. Su tarea ahora es vigilar los sueños de decenas de hombres y mujeres que arriesgaron su vida y perdieron. Una fosa común repleta de cadáveres anónimos o un nicho con lápida, pero sin nombre, es ahora la morada de esos sueños.

Zona Cero

Daniel, Nieves y Francisco son vecinos de la verdadera ‘zona cero’ de la inmigración en la costa andaluza. Los 14 kilómetros que separan el faro de Tarifa de tierra marroquí la convierten en un improvisado puerto eterno. El despliegue en 2004 del SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior) supuso un punto de inflexión en la llegada de pateras a las inmediaciones de las costa gaditana. El porcentaje se redujo de forma drástica. Las rutas, que recuerdan a las de la esclavitud de siglos pasados, se orientaron a las Islas Canarias y a las provincias andaluzas de Almería y Granada o al levante español.

En la última semana de junio y en la primera de julio, sin embargo, se ha producido un inesperado repunte de esta macabra actividad: nueve muertos y 152 personas rescatadas en aguas de Tarifa y Barbate en alta mar son cifras que, sin llegar ni de lejos a la de hace cuatro o cinco años, suponen un notable incremento.

Más allá de la polémica sobre si el SIVE tiene zonas de ‘sombra’ o a las nuevas técnicas que emplean las mafias que trafican con seres humanos, esta crisis arroja un debate novedoso. «La sociedad ya no se conmueve al ver a gente perder la vida en su intento por alcanzar una vida mejor». Esta reflexión la realiza José Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz. Añade que siente «enfado personal» cada vez que naufraga una patera, porque considera que se trata de «muertes programadas».

Chamizo, en este contexto, califica de «vergonzosa» la «respuesta» que está ofreciendo la Unión Europea a la encrucijada de la inmigración, al tiempo que critica a Marruecos por «no controlar» la salida de embarcaciones hacia España. Recuerda que un mayor control en los países del África subsahariana ha supuesto un descenso notable de las pateras que llegaban a Tenerife.

Ley de Extranjería

Nieves García comparte el análisis de Chamizo, pero va más allá. Entiende que la Ley de Extranjería, tanto la actual como las anteriores, es en parte responsable de tanta fatalidad. «Se criminaliza a un ser humano por no tener ‘papeles’, algo que no deja de ser una falta administrativa», comenta esta luchadora incansable por los derechos de los subsaharianos y magrebíes que coquetean con el infortunio en un intento de labrarse una vida mejor. A Nieves, licenciada en Geografía e Historia y profesora de instituto, le enerva que ella, al igual que cualquier español, con sólo pagar sesenta euros obtenga un pasaje para cruzar el Estrecho de forma cómoda, rápida y segura en ferry.

Nieves, como otros de sus amigos, desafían a la Ley y dan cobijo a los inmigrantes que se encuentran vagando por playas o campos. «Lo hago por justicia, porque tras estar a punto de morir, el Gobierno los mete 60 días en cárceles y los deportan, a veces a países que no son ni el suyo, por eso lo volverán a intentar», comenta.

La Asociación Pro Derechos Humanos estima que, en las dos últimas décadas, el Estrecho ha sesgado la vida a más de 7.000 emigrantes. También realizan otro cálculo escalofriante. Aseguran que en los últimos diez años, el negocio del tráfico de personas ha podido generar 2.000 millones de euros, a razón de entre 500 y 3.000 euros por emigrante. La lucha de Nieves recuerda con exactitud cuándo y por qué comenzó esta lucha. Fue un 2 de noviembre de 1988, tras ayudar a recoger 18 cuerpos sin vida que aparecieron en la playa donde su ubica su casa.

Vocación de auxilio

Daniel Iglesias intenta contar supervivientes, pero el primer cadáver de un emigrante lo sacó del agua con 15 años. «Antes, todo se improvisaba, la gente del pueblo se echaba a la orilla con mantas para rescatar emigrantes, ahora tanto los Cuerpos de Seguridad del Estado como la Cruz Roja estamos mucho más preparados», explica.

Lo que más le irrita es cuando descubren que los que guían las pateras empujan a los subsaharianos para que salten al mar. «A veces están a pocos metros de la playa, pero como no saben nadar y vienen casados, mueren», abunda Daniel. La afección más común de los que llegan es la hipotermia. Literalmente se mueren de frío, tras un mínimo de siete horas de travesía.

A Daniel le suena el teléfono móvil. No, en esta ocasión no se trata de ningún avistamiento. La próxima llamada tal vez sí sea, por eso siempre lo tiene conectado.

Una vez al año, en el cementerio de Tarifa se organiza un acto en recuerdo de las víctimas de esta sin razón. En el camposanto, desde donde en días claros se puede ver las costas de Tánger, existe una fosa común y varios nichos con una misma inscripción en la lápida: ‘Inmigrante fallecido en El Estrecho’ y el año de la muerte. A Francisco Salvatierra, le entristece que los familiares de muchos de estos difuntos ni siquiera sepan que ya no siguen con vida. Explica, a su estilo y con sus palabras, que el protocolo dice que, cuando se da sepultura a un subsahariano, hay que colocar el cuerpo mirando al sol, es decir, orientado hacia La Meca.

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