Convivencia rota en un barrio inmigrante

Diario de noticias de Gipuzkoa, jorge napal, 10-07-2009

El Consistorio contacta con la Dirección de Inmigración para establecer un servicio de mediación entre las partes

errenteria. Frente al escenario del intento de violación ocurrido hace una semana, un vecino del barrio Iztieta de Errenteria detiene el paso y toma aire. “Aquí fue; es lo que nos faltaba. Este último episodio ha acabado por encender los ánimos del vecindario, pero la historia venía de atrás”, confiesa el hombre retomando el bidegorri que circula en paralelo al río Oiartzun, en dirección a la plaza del barrio.

Desde hace una semana, se reúne a diario en este mismo lugar un nutrido grupo de vecinos que, cansados de la situación, se concentran ante tiendas regentadas por inmigrantes para protestar por la inseguridad que campa a sus anchas en el barrio. En el ojo del huracán se sitúa el colectivo de magrebíes.

Hasta ahora eran marchas más o menos espontáneas, pero ayer la protesta estuvo secundada por medio millar de vecinos que dicen no aguantar más. “Lo que está ocurriendo jamás lo habíamos vivido. No es normal que haya personas que revienten tres persianas en una misma noche para robar en tiendas. Ha habido muchas agresiones. Las peleas son constantes. La gente está acojonada. Son chavales que vienen y van. A la noche hay que andar con tiento antes de pasear con los críos”, asegura Sergio, vecino de la calle Astigarraga del barrio, testigo de algún que otro episodio violento.

El ambiente de convivencia que siempre ha reinado en la zona está seriamente tocado. La semana ha sido pródiga en palabras subidas de tono rodeadas de un ambiente de lo más caldeado. El martes, una patrulla de la Ertzaintza se vio obligada a utilizar material antidisturbios para abrirse paso ante una multitud exaltada.

Dar una vuelta por el barrio es suficiente para palpar el hastío de sus habitantes por el clima enrarecido que sobrevuela desde hace algún tiempo. Y hay quien ha proferido amenazas a inmigrantes residentes en el barrio que nada tienen que ver con la espiral de episodios delictivos. Estas personas, que han visto cómo esta semana algunos vecinos recorrían los locutorios al grito de “fuera, fuera”, decidieron no sumarse a la manifestación de ayer, aunque comparten la misma preocupación.

Hablar de un brote de xenofobia no se ajusta a la realidad, pero hay quien ha comenzado a tomar la parte por el todo, y los llamamientos a la calma son insistentes en los últimos días. La Junta de Portavoces del Ayuntamiento de Errenteria aprobó ayer una declaración institucional en la que pide que la ciudadanía mantenga “la calma y el sentido común” de modo que no caiga en injustas generalizaciones hacia el colectivo de inmigrantes.

El diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano, hizo un llamamiento en el mismo sentido para acabar con esta dinámica que “no tiene recorrido” y que, además, “es injusta con las personas que trabajan a diario”. El Consistorio ha contactado con la Dirección de Inmigración del Gobierno Vasco para establecer un servicio de mediación entre las partes con el fin de volver a la normalidad y a la convivencia pacífica entre todos.

“a vuestro puto país” En la concentración convocada hace unos días por la Asamblea de Mujeres de Errenteria para protestar por la presunta violación, participó una docena de miembros del colectivo magrebí del barrio. Ellos, como la mayor parte, comparten el pesar por lo que viene ocurriendo. Pero las amenazas que reciben son diarias y, en ocasiones, se ven obligados a escuchar insultos de toda naturaleza, como “iros a vuestro puto país”.

En el barrio, a pesar de la indignación por ver quebrada la tranquilidad, el tono de las arengas parece ir rebajándose conforme pasan los días. “La primera concentración en la que salimos a la calle gritábamos ¡moros fuera! Pero no es así. Nadie está en contra de la inmigración, sino de la delincuencia impune”, confiesa Javier, integrante de la movilización vecinal.

Errenteria y, en concreto, el barrio Iztieta, siempre se ha caracterizado por ser un lugar de acogida de inmigrantes. La convivencia entre vecinos de distintas culturas es una seña de identidad de este enclave obrero, como lo acreditan los diez años de existencia pacífica de la mezquita.

“Es una pena. Me siento mal por todo lo que está ocurriendo”, se lamenta el senegalés Diop, de 46 años, propietario del locutorio Baobab, en la esquina de la plaza de la Diputación del barrio. Desde hace 18 años vive en Errenteria, casado con una de sus vecinas. Le conoce media localidad.

Diop hace un intento por rebajar el ambiente de crispación que se respira. “Hace años también había robos e intentos de violación. El problema es que ahora somos muchos los extranjeros que vivimos aquí, y en cuanto ocurre algún delito nos salpica a todo el colectivo”, reflexiona el hombre.

El hombre se muestra crítico con el modo en que saltó la chispa de las movilizaciones espontáneas. “Vivimos esta situación con mucha preocupación, pero los vecinos se tenían que haber sentado con nosotros para dialogar. No hemos podido participar en las protestas tal y como nos habría gustado porque es imposible hacer al grito de extranjeros fuera”, resume apenado el empresario. El paquistaní Yousaf F. Bilal, de 36 años, es otra muestra de que no es precisamente el colectivo inmigrante el que debe quedar en entredicho. “A mí mismo me han robado, es algo que ocurre con cierta frecuencia”, confiesa ante la barra del Kebab que abrió hace cuatro años. “Que no, que no es un rollo contra los inmigrantes”, insiste un cliente frente a él, que valora la capacidad de trabajo del tabernero islámico.

El Consistorio abundaba ayer en la misma línea. “El problema no está en la inmigración en sí, sino en los comportamientos incívicos o delictivos de grupos minoritarios de inmigrantes”, precisa en la declaración institucional.

Pero no todos opinan igual. Hasta ha llegado a despertar recelos el número creciente de locutorios que se abren en el barrio. Algunos vecinos sospechan que estos establecimientos se han convertido en tapaderas de actividades ilícitas. “No sé, vivo al lado de uno de esos locutorios y nunca veo entrar a nadie. ¿De qué viven?”, se pregunta un vecino que, como tantos otros, ha solicitado al Ayuntamiento que se revise “seriamente” la facturación de estos negocios por si pudiera descubrirse alguna anomalía.

La insistencia ha sido tal, que el departamento de Urbanismo del Consistorio se ha comprometido a realizar inspecciones técnicas en algunos de estos locales comerciales para comprobar que “no se han alterado las condiciones iniciales” de las licencias de apertura.

El Ayuntamiento ha convocado para la próxima semana al vecindario de Iztieta para responder a cada una de las solicitudes que está recibiendo estos días. Además, para garantizar la seguridad ciudadana, la consejería de Interior se ha comprometido a colaborar activamente con el Ayuntamiento, reforzando la presencia de la Ertzaintza en la localidad. El Consistorio dice que el conflicto social supera su competencia y solicita una mayor colaboración institucional.

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