Un oasis para los mayores chinos

El Mundo, PABLO HERRAIZ, 10-07-2009

En la calle Olvido de Usera está el primer centro de mayores de la comunidad china. Lo pagan entre sus compatriotas, organizan fiestas y juegan al ‘ping pong’. Un pedacito de su país en el ‘Chinatown’ madrileño En pleno corazón de Chinatown no falta de nada. Los ciudadanos chinos del distrito de Usera no tienen que salir de sus barrios si no quieren. Pueden llevar la misma vida que en su país de origen, porque allí lo tienen todo, incluido un centro para personas mayores, el primero de España y hasta ahora el único conocido.


Está en la calle Olvido, y los que han ido dicen que es como un pedacito de China. El señor Pao (todos aquí se llaman «señor» algo) es el presidente de este club de jubilados chinos, donde, por otra parte, tampoco faltan jóvenes. Al tercer día de visitarlo por fin hemos coincidido, y por su parte, él ha montado una demostración de todas las actividades que hacen para entretener a los más mayores de su comunidad.


El centro es un local amplio, limpio, decorado con espejos y adornos chinos, y tiene un pequeño escenario al fondo, donde tarde tras tarde sus visitantes se arrancan a cantar algo en el karaoke.


Hoy es el señor Qo, que a diario ejerce como portero y encargado del local, el que distribuye las tareas. Entramos todos juntos y él los va sentando. Encienden los ventiladores y el aire acondicionado y reparten sillas y vasos de agua. Mientras, a un lado del escenario van poniendo en marcha un potente equipo de música.


El señor Pao, como presidente del centro, lo tiene perfectamente organizado: nada más llegar a la entrada del local hay 30 ó 40 personas. «Ni hao» [hola], corean. Vienen muy arreglados, sobre todo las mujeres, y saben al milímetro lo que deben hacer. Uno de los voluntarios del centro, el señor Li, toma el micrófono y se dirige al escenario decorado con dos abetos navideños y unas telas rojas.


Lee en voz alta un papel en chino y, mientras, la señorita Li (este Li es nombre propio, el del señor Li es apellido, aclara) va traduciendo. «Lo primero es baile, después taichi, después baile con abanicos, luego cantamos, después kung – fu, ping pong y al final una foto todos juntos».


Vuelta a la ciudad natal


El Centro de Mayores Chinos en España es un local que pagan entre todos los comerciantes de Usera. Muchos han tenido a sus familiares más ancianos allí, y antes de que este centro existiera, se dieron cuenta de que hacía falta un lugar para ellos. En Madrid no se ven muchos mayores chinos, pero es normal, porque cuando envejecen casi todos se quieren volver a su ciudad natal para pasar sus últimos años.


Muchos ya llevan varias décadas en la ciudad y no quieren regresar. Para ellos, las tardes en este local son su principal fuente de ocio. Los domingos, según cuenta Li, son los días estrella del centro, cuando más gente va y más actividades realizan.


Suenan canciones en chino y el programa avanza como un reloj. Unas cuantas parejas, en ocasiones sólo de mujeres, salen a la pista de baile y se mueven a un ritmo que recuerda a un vals o a los bailes de salón, pero con un toque oriental. Días antes la poca gente que había se animaba más a bailar, pero con una cámara de fotos delante parece que les da algo de corte.


Según se termina la primera canción salen tres mujeres al escenario, una de ellas muy mayor, vestidas con kimonos de seda blanca. Se mueven por el escenario con lentitud, pero con una agilidad inusual para gente de su edad. Los demás mientras ríen y aplauden.


Apenas dos minutos después, una mujer con dos abanicos rosas baila sola mientras los menea. Después hacen lo propio tres mujeres ataviadas con trajes tradicionales de telas doradas y brillantes. La música china no cesa.


Al final de cada actuación hay aplausos y risas, mientras el señor Qo sigue organizando al personal. Uno de los momentos estelares llega con el karaoke. Sale una mujer tímida que sorprende con una espectacular voz de soprano. Y después de ella, otra, y al son de su música un hombre danza con movimientos de kung – fu. Otra mujer, también con traje tradicional, susurra una canción y baila despacio.


El tiempo ha volado y el señor Qo llama a todos los asistentes, los junta en el escenario y llega la foto de familia, para recordar un día que considerado por ambas partes como un acontecimiento.


Al principio tenían algún recelo en salir en la prensa, porque ya están hartos de que sólo se hable de la mafia china cuando se escribe algo de ellos. Todos dicen que en su distrito vive mucha gente, y la inmensa mayoría sólo quiere ganarse la vida de forma honrada, sin dar problemas a nadie.


Una vez que acaba la ceremonia llega el momento de divertirse como siempre. Sacan las raquetas de ping pong (juegan como ases) y dejan que las canciones suenen una tras otra. Ahora sí que va saliendo la gente a bailar en el pedacito de China más madrileño que hay.


El distrito con más orientales


Usera es el verdadero ‘Chinatown’ de Madrid, sobre todo en tres de sus siete barrios. Según datos del Ayuntamiento, en enero de 2009 había 5.815 chinos empadronados en todo el distrito. Almendrales, con 2.010, Pradolongo, con 1.449, y Moscardó, con 1.137, concentran a la mayoría.


En toda la capital, según las mismas fuentes, hay 27.421 chinos empadronados. Puente de Vallecas y Carabanchel son los siguientes distritos con mayoría china, con algo más de 3.000 personas cada uno.


A principios de año, el Observatorio de Inmigración de la Comunidad de Madrid tenía contabilizados a 40.257 chinos en toda la región.


Por cantidad, son la séptima nacionalidad extranjera mayoritaria en la región (el primer lugar es de los rumanos); mientras que en Madrid ocupan el sexto puesto (en la capital, la población mayoritaria es la de Ecuador).

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