CHOQUE ÉTNICO EN XINJIANG Dos familias uigures se refugian en una mezquita para huir de los ataques

Salvados por Dios

La Vanguardia, , 09-07-2009

HERIBERTO ARAÚJO – Urumqi. Servicio especial

“Tenemos miedo y no queremos salir; apenas nos quedan provisiones”, dice un padre de familia
La mezquita de Baitulla, en pleno corazón del principal barrio uigur de Urumqi, presenta una imagen inaudita en plena hora de dhohor,la oración del mediodía. Las risas de los niños, que juguetean sobre las alfombras, anulan el repicar de las marchas militares y el griterío de mujeres que se filtran desde el exterior. Ahmed, el guardián del recinto, se ha atrincherado en el templo junto a sus cuatro hijos y otra familia para evitar que los han les apaleen. “En total hay 20 personas encerradas aquí. Muchos vienen a pedir asilo”, relata a La Vanguardia,que logra entrar en el recinto. “Pero aquí nos sentimos seguros. Rodean el edificio, pero nadie se ha atrevido por el momento a atacar la mezquita, el símbolo de Dios”. En las paredes de la sala de la oración los versos del Corán escapan a la atención de las dos decenas de fieles. Todo el mundo tiene la mirada puesta en la pantalla que muestra las imágenes de las cámaras de seguridad instaladas en el exterior de la mezquita. “Para protegernos”, explica Ahmed.

En las serpenteantes calles que rodean el edificio, la sensación de seguridad es mucho más precaria. Los uigures que residen en este barrio de casas bajas, que sobrevive por el momento a la edificación de rascacielos, temen un nuevo brote de violencia han como el del martes, cuando miles salieron a las calles armados con cuchillos, espadas y barras de hierro para perseguir a la minoría musulmana. “Miles de han irrumpieron en nuestro barrio. La mayoría llevaban armas. Hirieron a cuatro de los nuestros”, declara un hombre de 40 años que prefiere no ser identificado. “Somos menos que ellos. Tenemos miedo y no queremos salir. Apenas nos quedan provisiones”, agrega este padre de dos hijos, encorvado y entre sollozos. Un joven se inmiscuye en la conversación y nos muestra un vídeo grabado con un teléfono móvil en el que se aprecia un gran alboroto y la presencia de fuerzas de seguridad. “No hicieron nada. Les dejaron que entraran y nos pegaron. Están de su lado. Pero hoy estamos preparados”, exclama, apoyado en una vara metálica.

Decenas de miles de chinos han se lanzaron anteayer a las calles de Urumqi en busca de venganza por la revuelta contra su comunidad el pasado domingo. La imagen – inaudita en una China que mantiene un control férreo en lo que se refiere a manifestaciones-se volvió a repetir ayer en las calles de esta urbe de 2,2 millones de habitantes, aunque la presencia militar limitó la magnitud de estas guerrillas urbanas que recuerdan a las del genocidio de Ruanda. “¡Hemos venido a luchar!”, gritaba un joven han que enarbolaba una bandera china y una katana, bajo la mirada de la policía y el Ejército, desplegados en las calles.

Urumqi era anoche una ciudad partida en dos: en una se agrupaban los barrios uigures y en la otra los de etnia han. Los más de 20.000 miembros de las fuerzas de seguridad se esforzaban por separar con decenas de cordones policiales a las dos comunidades con el objetivo de poner fin a los enfrentamientos interétnicos, que duran ya 72 horas y han acabado con la vida de 156 personas, según el Gobierno. Los uigures en el exilio elevan la cifra a 600 sólo en su comunidad y niegan cualquier implicación en el estallido de violencia. Las autoridades, en un intento por atajar el conflicto, recrudecieron su discurso y advirtieron de que todos los culpables de asesinatos serán condenados a pena de muertec

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