Náufragos (des)conocidos

El Mundo, OLGA R. SANMARTÍN, 08-07-2009

Reconstruyen las vidas de los 160 muertos en la peor tragedia de un cayuco rumbo a España, que en su día pasó inadvertida Madrid


El 23 de abril de 2007, un cayuco zarpó de Casamance (Senegal) y volcó en mitad de la travesía. Murieron sus 160 ocupantes. Es el mayor naufragio de una embarcación con destino a España, pero hasta ahora había sido ignorado. Las autoridades senegalesas nunca lo investigaron, el Gobierno español escurrió el bulto y los medios de comunicación apenas le dedicaron unas líneas.


El siniestro pasó tan desapercibido que no se empezó a hablar de él hasta que transcurrieron seis meses. Con tan mala suerte que por aquel entonces, en octubre de 2007, otra tragedia en alta mar acaparaba toda la atención de la opinión pública: un pesquero español rescató en aguas de Cabo Verde una balsa con un superviviente, siete cadáveres en descomposición y 49 desaparecidos.


Del naufragio fantasma no se había vuelto a hablar hasta ayer, cuando el periodista canario José Naranjo presentó en rueda de prensa Los invisibles de Kolda (Península), el libro en el que se reconstruye la tragedia y se ponen nombre y apellidos a los 160 desaparecidos. Se da la circunstancia de que todos procedían de la misma región de Kolda (al sur de Senegal) y todos se conocían.


Naranjo y el fotógrafo Magec Montesdeoca viajaron a esta zona, de las más pobres del país africano, y contactaron con buena parte de los familiares a partir de las necrológicas manuscritas que éstos enviaron a la radio senegalesa, pequeñas esquelas para ser leídas y reproducidas a través de las ondas.


Las estadísticas se convirtieron en individuos con sueños propios. Los reporteros españoles fueron conociendo quiénes eran Mamadou Balde, Mokhtar Diallo, Amadou Kande, Ibrahima Diallo, Nourou Balde… y por qué decidieron abandonar sus estudios o dejar sus empleos de pescadores y agricultores, y emprender una arriesgada ruta.


«Deciden migrar por la falta de expectativas. Se ven condenados a vivir la vida de sus padres y abuelos, en una tierra que no les garantiza la supervivencia. Sus allegados que partieron a España les cuentan relatos fabulosos y les visitan ataviados con sus Nike, sus relojazos… Ése es el verdadero efecto llamada», apuntaba ayer José Naranjo, reportero freelance experto en África que ha recibido, entre otros galardones, el Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española.


Y explicaba la razón de ser de su libro: «Nuestro objetivo era poner nombre y apellidos a un naufragio con 160 muertos, ir más allá de la fría cifra. Siempre que se habla de inmigración nos quedamos en la espectacularidad de la llegada y ya está. Pero, así, la historia está incompleta».


Tan incompleta como se quedaron algunos pueblos después de la silenciosa tragedia. Talto, por ejemplo. Esta aldea se vació de jóvenes. Primero fue la guerra, después el sueño europeo. Entre los que emigraron y los que fallecieron en el cayuco fantasma, no hay nadie allí menor de 30 años. Al alcalde no le ha quedado más remedio que suspender el torneo de fútbol.


El libro fue presentado en la iglesia de San Carlos Borromeo, en Entrevías (Madrid), cuyo párroco, Javier Baeza, recordó que «las regulaciones legislativas tan represivas con los derechos ciudadanos como la directiva de la vergüenza no podrán conseguir que España deje de ser una puerta entreabierta para el sueño de toda una generación de jóvenes africanos».


A su lado le escuchaba una decena de supervivientes del gran sueño: inmigrantes que han logrado llegar a nuestro país sin un rasguño. Souleymane Sonara, de Thies (Senegal) se salvó de milagro en septiembre de 2006, cuando se dirigía en un cayuco a El Hierro. Ayer lo contó a EL MUNDO: «Murieron 54 chicos. Yo nunca había visto a nadie muerto. Los arrojamos por la borda. Yo creí que me iba a morir muchas veces. No había agua ni comida y murieron de sed. Yo bebí un poquito de agua de mar y así aguanté. Así estuvimos durante 15 días».


Con nombres y apellidos


>Omar Balde. Con 16 años, era el mejor estudiante del instituto de Kolda. Se quedó fascinado con el relato de su primo, residente en Lérida. «Yo también me quiero ir», le dijo. Éste intentó disuadirle. Pero fue inútil.


>Los cuatro primos Diallo. Mustafá (que cumplió 24 años a bordo del cayuco mortal), Ibrahima (22 años), Mokhtar (25) y Alassane (20) prometieron a sus familiares que, en cuanto llegaran a España, enviarían dinero para arreglar la carretera del pueblo. Era lo único que les importaba.


>Souleymane Balde. Se quiso subir al cayuco, pero le rechazaron en el último momento porque ya estaba lleno. Fue el que confirmó el número de ocupantes (160) y la fecha exacta del naufragio: 23 de abril de 2007.


Supervivientes


En primer plano, los reporteros José Naranjo y Magec Montesdeoca, rodeados de sin papeles llegados a España en cayuco en los últimos años. Entre otros, Mussa Dafe (segundo por la derecha), procedente de un pueblo cercano a la región de Kolda (Senegal) y pariente de algunas víctimas del mayor naufragio de la Historia. A pesar de ello, vino a nuestro país por este mismo sistema.

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