Cuestión de lenguas

El Periodico, CARLES Duarte, 06-07-2009

La difusión reciente de los datos del pasado año de la encuesta de la Generalitat sobre usos lingüísticos demuestra hasta qué punto es injustificada e irresponsable la posición de quienes querrían crear un ficticio conflicto lingüístico en Catalunya por la aparente persecución del castellano. Las cifras son elocuentes: el castellano lo entiende el 99,9% de la población, lo sabe hablar el 99,7%, lo sabe leer el 97,4% y lo sabe escribir el 95,6%. Los políticos y los medios que se escandalizan ante una hipotética desaparición del castellano en Catalunya deberían planteárselo, valorando con serenidad una realidad tan nítidamente reflejada y alejada de sus vaticinios amenazantes.
En cuanto al catalán, los datos porcentuales son ciertamente peores: lo entiende el 94,6%, sabe hablarlo el 78,3%, sabe leerlo el 81,7% y sabe escribirlo el 61,8%. Y es cierto que, comparando los datos de 2003 con los de 2008, hay una gran disminución porcentual del conocimiento del catalán: lo entiende un 1,9% menos y lo sabe hablar un 3,3% menos. Aunque tampoco en este caso quedan fundamentados porque, a pesar de que el incremento de población derivado de la inmigración ha reducido los porcentajes de personas que conocen el catalán, del 2003 al 2008 el número de personas que lo entienden ha crecido en más de 400.000, y el de personas que lo saben hablar, en 240.000.
Resulta evidente que hay que continuar dedicando energías para impulsar el conocimiento del catalán, que podría quedar arrinconado porque parte de la inmigración que domina el castellano puede considerar innecesario aprenderlo, o porque quienes no conocen ni catalán ni castellano pueden tener la tentación de concentrarse en el aprendizaje del castellano, pensando que les puede ser útil también en otros territorios. Pero es esencial que los nuevos inmigrantes se den cuenta de que el catalán es una puerta decisiva para compartir de manera plena el país con los que ya vivían en él cuando llegaron ellos.
El catalán es una lengua con una historia, que nos remonta a Ramon Llull, pero, por encima de todo, es una realidad totalmente viva y definitoria de la sociedad catalana actual, como factor de identificación y como herramienta de comunicación y participación en la modernidad. Los agoreros lo tienen crudo, porque ninguna lengua muere mientras aumenta el número de personas que la entienden y la hablan. Además del trabajo de las instituciones, es determinante el de las entidades, las escuelas o los medios para incorporar a los recién llegados a la realidad lingüística del país.
Tradicionalmente, Catalunya ha sido un país con capacidad de integración. Y de nuevo hay que reforzar la apuesta por una identidad no cerrada en sí misma, sino abierta al mundo, que se reconoce en una lengua propia, que valora la importancia del castellano y que aspira a un amplio dominio de otros idiomas.

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