Sarkozy inicia una cruzada contra el integrismo misógino

Considera que el burka es «un problema de libertad y de dignidad de la mujer»

La Verdad, FERNANDO ITURRIBARRÍA, 23-06-2009

«Quiero decirlo solemnemente: el burka no será bienvenido en el territorio de la República Francesa». Nicolas Sarkozy puso ayer la prenda que oculta por completo el cuerpo de la mujer en el índice del Estado laico. El presidente francés no se pronunció sobre la oportunidad de prohibir por ley su uso, como ya ocurre en la escuela y la administración públicas con todos los signos religiosos, incluido el velo islámico. Pero avaló la reciente iniciativa de un grupo de parlamentarios de abrir un debate que ya divide al país entre tolerantes e intransigentes. En el lanzamiento de su cruzada contra el integrismo misógino, Sarkozy eligió un acontecimiento histórico: la primera intervención en persona de un jefe del Estado ante el Parlamento francés desde 1848. En el palacio de Versalles, residencia del rey Sol y escenario de las coronaciones monárquicas, Nicolás II – como le rebautizó el diario Libération – arremetió contra la jaula textil de las mujeres en uno de los pasajes de su discurso más aplaudidos por los asistentes, incluida su esposa Carla Bruni desde la tribuna de invitados. «El problema del burka no es un problema religioso, es un problema de libertad y de dignidad de la mujer», proclamó el jefe de un Estado que tiene inscrita en la ley la separación entre el poder político y todas las iglesias desde principios del siglo XX.

A su juicio, tanto la prenda de origen afgano como el nigab – indumentaria que sólo permite llevar descubiertos los ojos – no son signos religiosos sino símbolos de esclavitud y sumisión. «No podemos aceptar en nuestro país mujeres prisioneras tras una rejilla, aisladas de toda vida social y privadas de toda identidad.

No es la idea que la República francesa tiene de la dignidad de la mujer», enfatizó entre los aplausos de los diputados y senadores conservadores puestos en pie. Los parlamentarios de la oposición socialista permanecieron impasibles en sus escaños mientras que los comunistas y ecologistas boicotearon la sesión. Sarkozy se preocupó por enmarcar su posición en una defensa de la laicidad tolerante con las creencias religiosas y hostil a toda tentación islamofóbica. «La laicidad no es el rechazo de todas las religiones», observó. «La laicidad es un principio de neutralidad y un principio de respeto», insistió.

Clericalismo

«No estamos amenazados por el clericalismo, lo estamos más por una forma de intolerancia que estigmatizaría toda pertenencia religiosa», contextualizó. «Lo digo pensando en especial en los franceses de confesión musulmana: no debemos equivocarnos de combate. En la república, la religión musulmana debe ser tan respetada como las demás religiones», agregó en alusión a la segunda fe de Francia por número de adeptos, unos cinco millones. El mensaje presidencial fue plenamente aceptado por Dalil Boubakeur, rector del instituto musulmán de la Gran Mezquita de París. Este representante del islam moderado, mayoritario en el país frente a las minorías fundamentalistas, saludó la «posición de equilibrio y de una gran consciencia laica» de Sarkozy y su «juicio muy motivado, pleno de sentido y de dignidad humana». El debate sobre el burka ha arreciado a raíz de la petición de una comisión de investigación parlamentaria sobre la cuestión presentada la semana pasada por un grupo de 58 diputados de derecha, centro e izquierda. El comunista André Gerin, impulsor de la iniciativa, sostiene en la exposición de motivos que ese atuendo «encierra literalmente el cuerpo y la cabeza de la mujer que lo lleva, convirtiéndose en un verdadero calabozo ambulante».

Los firmantes de la propuesta defienden la erradicación del burka, el niqab y otras vestimentas similares por ser «una afrenta a la libertad de la mujer y a la afirmación de su feminidad». «La mujer se encuentra en una situación de reclusión, de exclusión y de humillación intolerables», argumentan en apoyo a su solicitud de que se estudie su supuesta proliferación en Francia. Aunque se ve cada vez más por las calles de París, el uso del burka es un fenómeno muy minoritario y muy poco extendido en comparación de otras ciudades europeas cercanas, como Ginebra.

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