Memorias del nazismo Un ciudadano alemán, descendiente de africanos y sobreviviente del cataclismo, cuenta el significado de ser diferente

¿Mamá, yo no soy ario?

Hans J. Massaquoi Testigo de raza. Un negro en la Alemania nazi Traducción de JesúsCuéllar PAPEL DE LIAR 540 PÁGINAS21 EUROS

La Vanguardia, , 17-06-2009

LOLITA BOSCH
La primera vez que escuché hablar de Testigo de raza. Un negro en la Alemania nazi,no quise leerlo. El subtítulo del libro me pareció poco seductor. No me interesaba la historia de alguien por el simple hecho de ser negro. Ni siquiera en la Alemania nazi. Pensé que estos libros, a menudo, tienen poco que ver con la construcción literaria y que son simples anécdotas destacables y, por lo tanto, libros que suelen ser efímeros. Libros que pasan y que apenas recordamos meses después de haberlos leído.

De modo que decidí no comprarlo.

Pero me equivocaba.

Y unos días después, tras pasear por la Rambla tratando de elegir con cuidado qué comprarme por Sant Jordi, fui al stand de Contexto y me regalé el libro que pocos días atrás había descartado. Porque al comenzar a leerlo en medio de la multitud, no pude dejarlo. De modo que escribí en la primera página: “Barcelona. Sant Jordi 2009”. Y luego me fui a casa y continué leyendo.

Y constaté: en verdad es un libro que no puede dejarse.

En apariencia Testigo de raza. Un negro en la Alemania nazi son las memorias de Hans J. Massaquoi, nacido en 1926 en Hamburgo, residente en Alemania hasta 1950, emigrado a Estados Unidos tras una estancia en Liberia, dos años de ejército, guerra de Corea, universidad de periodismo para veteranos y reportero y luego redactor jefe de Ebony:la publicación afroamericana de referencia durante muchísimos años. Hoy Hans J. Massaquoi vive en Nueva Orleans y en las fotografías del libro aparece orgulloso junto a sus dos hijos: uno doctor, el otro abogado. Todo esto y sus encuentros con figuras destacadas de las luchas por la defensa de los derechos civiles en Estados Unidos, como Martin Luther King o Diana Ross, nos lo cuenta el propio Hans J. Massaquoi en primera persona. Y empieza su historia con la de sus abuelos: rey de los Vais de Liberia uno, minero muerto en un accidente el otro, hasta llegar a su nacimiento. Para que el lector pueda entender, como si fuera una situación tan normal como lo fue para él, que Hans J. Massaquoi era uno de los pocos cientos de negros que habían nacido en Alemania antes del III Reich. Y para entender también por qué él, a diferencia de los negros que fueron esterilizados en los campos de concentración, pudo crecer libre durante la guerra y más tarde salir de allá inmune.

Aunque esta sigue siendo una anécdota. Única, pero circunstancial. Y lo cierto es que Testigo de raza. Un negro en la Alemania nazi va más allá. El libro está narrado en primera persona, lo que le da un tono que podría incluso ser falso. Y este es precisamente su logro: que pueda leerse como si fuera una novela. Como si todo fuese inventado. Y, en verdad, en ocasiones lo parece.

“¿Mamá, yo no soy ario?”, le pregunta Hans J. Massaquoi a su madre cuando tiene ocho años. Y esta es la pregunta que sustenta todo el libro: cómo es, contado de un modo tan subjetivo como sólo lo permite la literatura, el descubrimiento de la diferencia. Que de hecho en otra escena se evidencia de un modo mucho más desconcertante para el protagonista. Sucede justo después de que sus abuelos hayan regresado a Liberia y él se haya quedado finalmente solo en Hamburgo con su madre. Ella debe empezar, entonces, a trabajar todas las horas posibles y tiene poco tiempo para pasar con su hijo. Pero en una ocasión van juntos al zoológico y entre los animales descubren, en una jaula al aire libre, a una familia africana que ha sido trasladada a Alemania para que los alemanes puedan maravillarse con sus primitivas costumbres. Y sin poder entender lo que está a punto de suceder, Hans J. Massaquoi es uno más de los niños que se acerca, con miedo, a la jaula de los africanos. Hasta que alguien, de entre el público grita: “Han tenido un hijo”. Y lo señala a él. Es entonces cuando Hans J. Massaquoi se siente por primera vez estigmatizado y trata desesperadamente de encajar en un mundo del que pronto querrá zafarse.

Aunque lo cuente con un aplomo que sitúa al lector en el limbo de la incredulidad. E, incluso, le permita pensar qué sucedería si todo lo que está leyendo fuera mentira. Si en verdad no fuera la crónica de la diferencia a través de una línea de historia del mundo occidental. Si fuese falso.

Pero el lector sólo se hace esta pregunta para deducir que no le importaría en absoluto. Que el verdadero logro de Testigo de raza. Un negro en la Alemania nazi es que podría ser una narración inventada. Porque su calidad literaria no radica en la incuestionable veracidad de las anécdotas, sino en el hecho de que su narrador se convierta a sí mismo en personaje.

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