EDGAR FRANNS RILLES MELGAR, TRABAJADOR BOLIVIANO

«Esto es una injusticia y necesito ayuda»

Un empresario de Gandía abandonó a la puerta del hospital a un trabajador ilegal que perdió un brazo en una amasadora

Diario Vasco, J. A. MARRAHÍ, 11-06-2009

En algunos momentos hasta saca humor para entonar una canción. En otros se retuerce de dolor, lanza un quejido y se lamenta. «El brazo, el brazo…». Edgar Franns Rilles Melgar, el boliviano de 32 años sin papeles que a finales de mayo perdió su extremidad en una panificadora de Real de Gandia, se recupera en el hospital. La batalla legal ha comenzado. Cuenta a una inspectora de Trabajo cómo la máquina le atrapó durante varios minutos, cómo luchó para liberarse y cómo su jefe lo llevó hasta el hospital en coche y le dijo: «Tú di sólo que has sufrido un accidente». Luego limpiaron la máquina y arrojaron el brazo a un contenedor. La policía necesitó varias horas para recuperarlo y el reimplante fue imposible.
- ¿Cómo se encuentra?
- Voy tirando. Harto ya de estar aquí. Duele mucho, la verdad. Es una sensación rara y no termino de acostumbrarme.
- ¿Cuándo llegó a trabajar a España desde Bolivia?
- En diciembre de 2006. Mi tía, que tiene la doble nacionalidad, nos hizo la carta de invitación para mí y para mi hermana. En Bolivia repartía huevos. Mi ilusión era ir a Japón a trabajar en Toyota, porque tengo pasión por sus coches, pero pensé que aquí podría sacarme algún dinero. Estuve en Murcia, antes que en Gandía. He trabajado en la obra, en un aserradero..
- ¿Cómo era el trabajo en la panificadora de Real de Gandia donde ocurrió el accidente?
- Empecé el 10 de octubre de 2007. Al principio entré cobrando 900 euros al mes por trabajar de doce de la noche a doce de la mañana, de lunes a sábado. Luego me bajaron el sueldo a 700 euros.
- ¿Qué pasó aquella noche?
- Era la una de la madrugada. Estaba trabajando en la máquina de mezclar masa. En ella caben 80 kilos de harina y es donde se baten los ingredientes. Se cayó un sobrecito de levadura y metí la mano para sacarlo (su voz se entrecorta por el dolor del recuerdo). La máquina (sigue con dificultad) me chupaba el brazo hacia abajo, lo succionaba. No podía sacarlo de ninguna manera. Sentí mucho dolor y así estuve varios minutos.
- ¿Nadie le ayudó?
- En ese momento estaba solo. Mi compañero Álex había salido a por varios pedidos de la empresa.
- ¿Y cómo consiguió liberarse?
- Con el brazo derecho busqué como pude el interruptor de la máquina, que encima estaba a la parte izquierda, algo alejado. Tuve que estirarme con todas mis fuerzas para poder desconectarla, porque no llegaba. Casi se me desencaja el hombro. Cuando logré liberarme ya no tenía brazo.
- ¿Qué pasó después?
- Al cabo de un rato, ni me acuerdo cuánto fue, llegó mi compañero Álex y llamó a Raúl, el jefe. Tardó unos quince minutos. Yo lloraba en el suelo y decía: «Mierda».
- ¿Cómo le ayudaron?
- Raúl me llevó en su coche al hospital de Gandia. Cuando estábamos cerca, paró y me dijo: «Baja. Si te preguntan algo tú di sólo que has sufrido un accidente». Después se marchó. Yo lo conté en el hospital y llamaron a la policía.
- ¿Qué hicieron los agentes?
- Según me han contado, llegaron a la panificadora y el jefe había dicho que se limpiara. El brazo estaba, junto con la masa, en un contenedor cercano. Tuvieron que revolverlo todo hasta encontrarlo, pero ya a la mañana siguiente, sobre las doce. Los médicos dijeron que no había nada que hacer. Sólo estaba la mano. El antebrazo estaba deshecho. Casi no quedaba nada y no se pudo reimplantar.
- ¿Cómo se siente?
- Esto es una injusticia. El jefe nunca me hablaba de buenas maneras, pero esto… Se comportó muy mal. Ahora mi hermana y yo necesitamos ayuda. Me he quedado sin trabajo y ella ha dejado el suyo. Cuidaba a personas mayores, pero ahora dice que sólo quiere cuidarme a mí.
- ¿Qué piensa hacer ahora?
- Veo el futuro muy negro. Así no me van a dar trabajo en ningún sitio. Yo quiero volverme a Bolivia, pero mi hermana dice que debemos salir adelante en España, que hemos venido en busca de un futuro mejor y que si nos ayudan podremos conseguirlo.

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