CIUDADANOS Una ONG del Raval enseña catalán y castellano a los inmigrantes para que puedan integrarse en Barcelona y abrirse un futuro mejor

El problema es hablar

La Vanguardia, , 08-06-2009

SANTIAGO TARÍN – Barcelona

Sandrine y Harouna señalan que el primer paso para integrarse es comunicarse
Sandrine llegó hace ocho meses de Camerún con la ilusión de estudiar Medicina. Harouna lleva un año y medio en Barcelona, adonde fue a parar por casualidad tras abandonar Burkina Faso. Ahora aprende Administración de Empresas para volver a casa y encontrar un buen empleo. Sus trayectorias son diferentes, pero tienen algo en común: su dificultad para integrarse aquí. Este camino lo recorren de la mano de una ONG, Eica, donde han aprendido catalán y castellano.

Los caminos que ambos han recorrido hasta llegar aquí son muy distintos. Sandrine Scursó un año de la disciplina de Bioquímica en la universidad de Camerún; tiene conocimientos de informática y trabajaba como secretaria de dirección en una empresa forestal. Harouna es experto en contabilidad, se desempeñó dos años en una caja de ahorros y se quedó en paro. Ambos comparten una primera coincidencia: Europa era la panacea para mejorar su situación, el lugar de las oportunidades prometidas. Pero, al llegar, han comprobado que aquí las cosas tampoco son fáciles, y menos para inmigrantes como ellos.

Sandrine llegó con papeles. Su hermana está casada con un catalán y le consiguió un contrato de servicio doméstico. Ahora gana algo de dinero cuidando a un niño, y así se paga la Seguridad Social. Harouna no tenía pensado venir a España. Se quedó en paro y era el mayor de una extensa familia de hermanos y primos, de quince personas. Un amigo suyo vive en Alemania y le invitó a ir con el fin de que allí encontrara algo. Pero cuando llegó a Berlín, su amigo no dio señales de vida. Al cabo de cinco días apareció, le dijo que se había separado y que no podía ayudarle. Le propuso pagarle el viaje adonde quisiera. Escogió España y el primer avión tenía como destino Barcelona. Cuando desembarcó no conocía a nadie. A pesar de todo, tuvo la suerte de que otros extranjeros le acogieron y le ayudan aún hoy. Su visado turístico expiró y no tiene papeles.

Sandrine y Harouna tuvieron muchos problemas para desenvolverse en Barcelona.

El principal, el idioma. Lo han solventado en Eica, una ONG del Raval que lleva treinta años trabajando en pro de la integración. En sus aulas han aprendido catalán y castellano. Pero este trabajo puede quedar interrumpido, porque Eica tiene graves problemas económicos. Y eso que su tarea no es menor. En su sede se atiende a unas 800 personas al año, de 53 nacionalidades distintas. Les enseñan idiomas y también proporcionan orientación laboral. Además, se encargan de jóvenes tutelados por la Administración. Pero las subvenciones oficiales llegan tarde y las aportaciones privadas escasean, de modo que tendrán que prescindir de personal si la cosa no se remedia. Y disminuir su actividad en una zona que recibe, precisamente, el primer impacto de la inmigración.

Sandrine y Harouna han encontrado una familia en la ONG. Ella va a convalidar sus estudios y quiere hacer formación profesional para intentar luego el salto a la universidad. Harouna estudia Dirección de Empresas por internet para tener un título. Ahora sobrevive como puede. Le han propuesto trapichear con droga, pero para eso, comenta, se va.

Cuando tenga un título, está convencido de que encontrará un empleo en su país. “No tengo nada, pero aguanto porque creo en mi futuro”, asegura. Y añade: “Si cierra Eica el problema no será para los trabajadores, sino para los inmigrantes”.

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