Un estereotipo negativo creado en la ola migratoria del siglo XVI

La Voz de Galicia, J.?C., 31-05-2009

La literatura y el teatro de la época extendieron la imagen de un pueblo atrasado

Los historiadores tienen claro cuándo arrancan los tópicos más indeseables hacia los gallegos: en el siglo XVI. Otra cosa es afinar los motivos que los alimentaron. El catedrático de la USC Pejerto Saavedra es uno de los expertos que más y mejor han estudiado el fenómeno. Según explica, el origen está vinculado a una época de cambio en los estilos de vida: «Unha evolución cara o concepto de civilidade urbana moi vinculada aos movementos da Corte, en Madrid. Fronte a esas modas, Galicia era unha especie de antítese onde as súas xentes comían centeo, graxa de porco, pouco viño e falaban noutro idioma, en galego. Ata se vía a Galicia como un lugar pouco cristianizado, onde a Igrexa tiña moito poder, pero os galegos estaban pouco catequizados».

Toda esa información la difundieron los propios gallegos, víctimas de una sobrepoblación en la esquina atlántica que generó una emigración masiva hacia el resto de aquella España: «E accederon aos peores traballos: cocheiros, lacaios. Tiveron que facer o que outros non querían. Un pouco como os inmigrantes de agora», continúa Saavedra.

Nefasto Siglo de Oro

El Siglo de Oro resultó nefasto para la marca Galicia. La potencia del teatro como diversión popular apuntaló al gallego como secundario más o menos zafio condenado sin piedad por el ingenio de Lope de Vega, Cervantes o Baltasar Gracián, quien se empleó con especial sarcasmo contra Galicia y sus habitantes. En un conocido recorrido que Gracián hace por las más señeras ciudades de España describiendo sus bondades y miserias, cuando se refiere a Santiago de Compostela incluye un único comentario: «Está en Galicia». «É con eso considerou que xa o tiña dito todo», dice el profesor Saavedra.

La relevancia de gallegos ilustres de la época como los condes de Gondomar o de Lemos no sirvió de mucho ante el reforzamiento del indeseablé cliché. Al menos, el monfortino consiguió que Cervantes le cambiara el gentilicio a uno de los episodios del Quijote, donde unos arrieros le zurran la badana al pobre Alonso. En la segunda edición, y después de que el conde le hubiera financiado la segunda parte a don Miguel, los gallegos arrieros, los agresores, se convirtieron en arrieros yangüeses.

Saavedra cita otro episodio histórico, ya de finales del XVIII, que confirma como arraigó la mala fama: «Foi nunha negociación en Roma que preparou un galego, Ventura Figueroa. Fíxoo tan ben que o concordato firmouse en condicións moi vantaxosas para a Coroa. O ministro, que era o marqués da Ensenada, díxollle a Ventura: ‘’Parece que la providencia le eligió a usted para esta misión tan difícil… a pesar de ser gallego’’».

El profesor, que viaja con frecuencia fuera de Galicia para impartir y asistir a actos académicos, opina que muchos de esos tópicos todavía están en vigor: «A nivel popular, si. Os tópicos sobre os andaluces, os cataláns, son moi antigos. Unha cousa é o que desexemos e outra o que a xente, a nivel popular, pensa de nós».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)