Las mansiones horteras de los caldereros rumanos

El pueblo de Buzescu ofrece un paisajede edificios 'kitsch' levantados a suantojo por los gitanos más pudientes

El Correo, P. SOTO, 04-05-2009

Buzescu es un pueblo de Rumanía situado a cien kilómetros al suroeste de la capital, Bucarest, donde se han instalado gran cantidad de gitanos. No viven en campamentos de miseria, sino en auténticos palacios que ellos mismos han construido, a su antojo y sin licencia. Aproximadamente un millar. Los edificios son bastante ‘kitsch’ y ridículos. No hay orden ni concierto.

Entrando en el pueblo nadie lo diría, las casas amontonadas a ambos lados de la calle principal, con sus pequeños jardines delanteros convertidos en huertos, se parecen a cualquier otra población rural de Rumanía. Pero una vez que el visitante ha pasado por delante de la iglesia ortodoxa, se encuentra con un espectáculo deslumbrante: edificios altos, tejados plateados, grandes ventanales que dejan entrar la luz del sol, pseudopagodas chinas que se unen a otras, estrellas de Mercedes en lo alto de algunas torres.

Estamos en el barrio de los palacios gitanos. Este fenómeno sería impensable en la ordenada y rígida Alemania. Pero Rumanía es otra cosa; es un país latino enclavado en la Europa eslava que comparte similitudes con España e Italia. Los arquitectos y artistas nacionales Marius Marcu – Lapadat, Iosif Király y Mariana Celac fueron los primeros que llamaron la atención sobre estos palacios hace ahora ocho años.

Las baldosas de color negro regaliz, los mármoles rosa malva, las herraduras desproporcionadas, las flores de plástico o los frescos murales que representan un paisaje de la Toscana italiana dejan al visitante con la boca abierta.

Redefinir la identidad

A los gitanos de Buzescu, que pertenecen al grupo de los ‘kalderash’ (caldereros), les importa un bledo que algunos pedantes aseguren que sus palacios no son arte sino fruto del mal gusto. Ellos consideran que sus construcciones son pura fantasía y les gusta vivir en ellas. El fotógrafo Iosif Király, autor del proyecto Tinseltown, está convencido de que los gitanos de Buzescu «están redefiniendo su identidad». Pero ellos no lo saben y, además no parece importarles demasiado. Mariana Celac considera que «su estilo es como una improvisación en música». A su juicio, «la libertad se pierde cuando intentamos encontrar normas e instituciones».

Una horterada y una ampulosidad ficticia que les permite olvidarse de la miseria que han vivido durante años y que muchos de sus familiares aún sufren. Es algo así como una pantalla para aislarse de situaciones ahora ajenas y que no quieren que su memoria recupere.

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